«Todavía estaba vivo cuando le tiraron por la ventana»

Turquía asiste a un recrudecimiento de los violentos choques entre kurdos laicos e islamistas del Hizbullah local

«Todavía estaba vivo cuando le tiraron por la ventana» daniel iriarte

daniel iriarte

El pasado 6 de octubre, Yusuf Er, de 18 años, se encontraba junto con otros cuatro amigos en un barrio de las afueras de Diyarbakir repartiendo carne a familias de extracción humilde. Todos ellos eran militantes del Partido de la Causa Libre (Hüda-Par), una formación islamista kurda, y su motivación era religiosa: aquel día se celebraba la festividad del Sacrificio, que en Turquía se conoce como Kurban Bayram. De repente, se vieron rodeados por un grupo de 150 personas. «Alguien empezó a gritar que éramos del Estado Islámico », relata Yusuf. «Nos tiraron piedras, se oyeron disparos y salimos corriendo», explica a ABC.

Los muchachos se refugiaron en un edificio, pero la turba no tardó en penetrar por la fuerza en la vivienda en la que se habían escondido. Yusuf se ocultó en el baño, y desde allí pudo escuchar cómo acuchillaban y disparaban a sus compañeros. «Los tiraron por la ventana. Uno de ellos, Hasan, todavía estaba vivo cuando lo arrojaron al vacío», relata Er. Él fue apuñalado en la cabeza y en la espalda con un objeto punzante, pero los minutos que ganó en el cuarto de baño le salvaron la vida. Mientras la multitud quemaba los cadáveres de sus compañeros, uno de los cabecillas le dejó ir «para difundir el mensaje».

Este linchamiento no fue sino la enésima manifestación de la sangrienta enemistad entre los islamistas kurdos y los simpatizantes del PKK , la guerrilla kurda que opera en Turquía. Los nacionalistas kurdos consideran a los islamistas los herederos del llamado «Hizbullah kurdo», un sangriento grupo militante (sin relación con la organización chií libanesa del mismo nombre) que en los turbulentos años 90 trató de imponer la «sharía» o ley islámica en los barrios bajo su control, en ciudades como Diyarbakir y Batman.

Además, les acusan de ayudar a los yihadistas del Estado Islámico, que ha ejecutado a cientos de kurdos en el norte de Siria. Por este motivo, en octubre, se produjeron disturbios en las principales ciudades kurdas de Turquía en los que murieron una treintena de personas. El pasado fin de semana, los choques entre ambos grupos en Cizre acabaron con al menos tres muertos. Sin embargo, los islamistas niegan toda relación con el Estado Islámico: «Nunca les hemos apoyado. De hecho, ellos nos han declarado infieles, así que ¿cómo podemos estar con ellos?», asegura Vedat Türgüt, uno de los fundadores del partido.

El Hizbullah kurdo fue creado en los años 80 por un fanático llamado Hüseyin Velioglu que se inspiraba en la revolución iraní, y se dedicaba a torturar y ejecutar a sus enemigos políticos y a arrojar ácido a la cara de aquellas mujeres que osaban pasearse sin velo. Durante años, estos radicales libraron una sangrienta guerra contra los partidarios del «ateo» PKK, en la que se beneficiaron, como mínimo, de la tolerancia de las autoridades turcas.

Torturas y fosas comunes

Sin embargo, en la agenda de Hizbullah también estaba el derrocamiento del Estado secular turco, por lo que a finales de los 90 las fuerzas de seguridad turcas actuaron firmemente contra la organización. El propio Velioglu fue abatido durante una redada en Estambul en enero de 2000. En las operaciones policiales se descubrió que en los pisos francos de este grupo existían cámaras de tortura y fosas comunes. Cuatro mil miembros de la organización fueron detenidos y enviados a prisión. Sin embargo, en 2011, muchos de ellos, incluyendo a varios líderes importantes, fueron excarcelados. Algunos se retiraron, mientras que otros decidieron fundar un partido político, renunciando oficialmente a la violencia. «No hay un nexo orgánico entre Hizbullah y el Hüda-Par», afirma Türgüt, aunque admite que «gente que estuvo en la cárcel por ser de Hizbullah forma ahora parte de nuestro partido», y que ambas formaciones comparten «objetivos comunes». «El PKK nos ataca porque quiere ser el único partido kurdo, son una organización totalitaria», dice Türgüt.

Pero los islamistas podrían no ser tan inocentes como pretenden sus líderes. En octubre, algunos vídeos caseros colgados en internet mostraban a varios militantes del Hüda-Par enfrentándose con palos y armas de fuego a los simpatizantes del PKK. «Todo el mundo tiene derecho a defenderse», sentencia Türgüt. Unas palabras que, sumadas a las muertes de esta semana, hacen temer un regreso a los oscuros tiempos de antaño, cuando los kurdos se mataban entre sí con una frecuencia preocupante.

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