entrevista a Jean-Claude Juncker
«No quise discutir el plan de inversiones por falta de tiempo»
El presidente de la Comisión, que ayer superó la moción de censura en la Eurocámara, afirma que no pudo pedir dinero para su fondo porque habría perdido tiempo para un plan que había que poner en marcha con urgencia
Una abrumadora mayoría de eurodiputados (461 votos) derrotó ayer la moción de censura promovida por euroescépticos y populistas de ultraderecha contra el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker . Este ha iniciado su andadura en un ambiente político hostil. No solo por parte de la extrema derecha. También la extrema izquierda hubiera querido promover su caída; y la única razón por la que no apoyó la moción fue su deseo de no ser asociados al sector más ultra del Parlamento. Así que, mientras navega entre las acusaciones de crear un paraíso fiscal en el país que gobernó durante dos décadas, Juncker intenta sacar adelante un espectacular plan de 315.000 millones de euros para inversiones. En un encuentro con los principales diarios europeos explica sus proyectos.
-¿Por qué no ha qué no ha podido incluir más dinero contante y sonante en este plan?
-Ya lo anuncié en julio y en octubre. No tenía en mente una cifra, sí que debía ser una combinación de dinero público y privado. Pero el hecho es que no teníamos el dinero que necesitamos ni podemos imprimirlo. Así que nos dedicamos a acudir al dinero que hay disponible implicando a instituciones financieras. Si hubiera pedido más dinero, si hubiera ido más allá de los márgenes presupuestarios, habría necesitado la unanimidad (de todos los jefes de gobierno de la Unión). Si hubiera querido recurrir al Fondo Europeo de Estabilidad, habría necesitado un cambio de Tratado. Para poner en marcha lo antes posible este mecanismo no quería perder tiempo discutiendo.
-Ha dicho en el Parlamento que este plan significa un cambio de rumbo en la gestión de la economía
-Tenemos que mantener lo que llamo un triángulo virtuoso: primero, la consolidación fiscal, que es esencial para preservar nuestra credibilidad, porque es una decisión del Consejo Europeo y si algún país dice que no hay que hacer caso, está incumpliendo una decisión en la que ha participado. El segundo son las reformas estructurales. Subestimamos la pérdida de competitividad y ahora pagamos las consecuencias. Y el tercero es el plan para la recuperación de inversiones.
-Esta no es la primera vez que la Comisión intenta poner en marcha una ofensiva para modernizar o reactivar la economía. ¿Qué ha cambiado para pensar que no pasará lo mismo que sucedió con la planes «2020» o la «Estrategia de Lisboa»?
-En este plan no les diremos a los estados lo que queremos que hagan, serán ellos quienes nos digan lo que quieren hacer, porque a los países no les gusta que las ordenes vengan de Bruselas, ni a los grandes ni a los pequeños. Los proyectos se harán de una manera más respetuosa con los gobiernos y los Parlamentos nacionales.
-¿No cree que es usted el eslabón débil de la política europea, dada su situación política, sometido a una moción de censura menos de un mes después de su toma de posesión?
-Esta moción ha batido un record. Pero ¿cuántas mociones de censura tuvo Jacques Delors? Cuéntelas. ¿Significa que era un presidente débil por eso?
-Pero es posible que la coalición que forma la mayoría en el Parlamento se debilite. Cada vez que le tienen que apoyar se resquebraja la cohesión del grupo socialista.
-Hay una situación muy diferente en el Parlamento. Por primera vez tenemos 120 o 130 diputados que van a votar en contra de cualquier medida a favor de la integración europea. Ante una situación como esta, como pasaría en cualquier país, se necesita una coalición entre los democristianos y los socialistas que está principalmente sostenida por el presidente (del Parlamento) Martin Shultz y por mi mismo. Tenemos un amplio apoyo de los liberales y en algunos puntos de los verdes. Es una coalición fuerte.
-Para defenderse dice que los acuerdos fiscales no son solo de Luxemburgo: dice que es un problema general europeo. Pero Luxemburgo fue siempre un país que bloqueaba la armonización fiscal.
-No es cierto que fuésemos los únicos reacios. Estoy sorprendido de que Luxemburgo sea el único país bajo investigación. En Holanda, el Tribunal de Auditores publicó un informe sobre evasión fiscal diciendo que en ese país las compañías pagan menos del 1% de impuestos. ¿dónde está ese informe? Nadie lo menciona. Y hay otros casos.
-¿Por qué no quiso dar explicaciones sobre el caso cuando salió a la luz?
-Sigo negándome a responder a este tipo de preguntas, porque no eran preguntas, eran ataques. ¿Cree que es inmoral? ¿Cree que es ilegal? Son ese tipo de preguntas las que no quiero responder. De todos modos, diré que en julio ya decidí que no daría entrevistas porque estaba implicado en duras negociaciones con primeros ministros, partidos políticos y comisarios. Había cosas que no podían salir al debate público. Significativamente, este asunto empezó el 12 de octubre invitándome a responder antes del 15 de octubre, y el 15 de octubre es el día en que expiró el mandato de la anterior Comisión.
-¿Y qué hará ahora?
-Habrá que hacer campaña a favor del principio de que los impuestos se paguen allí donde se generen los beneficios, que es algo que ahora no se aplica. Apoyamos el impuesto sobre las transacciones financieras, a pesar de que ya no está en nuestras manos porque es una cooperación reforzada. Le he dicho al comisario Moscovici que prepare un proyecto de directiva para el intercambio automático de información en los «ruling tax» (acuerdos fiscales a la carta). Algo que ha abierto un debate muy interesante, porque cuando lo propuse en el G20 tuvo una acogida relativamente fría, excepto en los casos de Alemania, Francia, España e Italia.
-Pero en el fondo era una política específica para atraer empresas.
-Queríamos atraer compañías a Luxemburgo, pero las decisiones sobre los impuestos las tomaba la autoridad fiscal, no el Gobierno. Por supuesto, el gobierno tuvo negociaciones, pero en el mismo sentido que otros como Holanda o, en cierta medida, Bélgica. Esto pasó en muchos países. Nosotros queríamos diversificar la economía basada en el el acero. Mi padre era obrero siderúrgico, en una industria que representaba el 40% del PIB. Cuando llegó la crisis del acero en los 70 y 80, época en la que yo era viceministro de Trabajo, mi primera decisión fue despedir a mi padre. Y pensamos que lo que debíamos hacer no era sustituir la dependencia de una sola industria por la dependencia de otra. Queríamos diversificar hacia otros sectores, a pesar de la fuerte oposición de nuestros vecinos, que amenazaron con sanciones a esas empresas.
-Y si volviese atrás en el tiempo, ¿no cambiaría nada?
-Habría hecho lo mismo, por supuesto, porque era necesario. Pero probablemente habría estado más atento a estos acuerdos fiscales y habría cambiado la ley para que autorice la información sobre estos acuerdos.
-La crisis de Ucrania puede ser un factor que desestabilice todos los planes de recuperación de la economía. ¿Qué debemos deducir de la larguísima reunión que mantuvo con Putin?
-Por supuesto no podemos aceptar lo que Rusia ha hecho en Crimea, ni lo que está haciendo en relación con nuestros socios orientales, pero estoy a favor de mantener abiertos todos los canales de comunicación con Rusia, que es un socio indispensable.
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