Merkel y el Parlamento Europeo apoyan el plan de Juncker
Alemania da su visto bueno tras comprobar que el proyecto no generará más deuda
El emblemático plan de estímulo a la economía europea ha recibido un claro apoyo de la Eurocámara y, lo que es más importante, la bendición explícita y entusiasta por parte de Alemania, que se dispone a reforzarlo con la aportación directa de dinero en un fondo de inversiones que probablemente no tendrá capacidad de controlar abiertamente. A pesar de las incógnitas, el clima político europeo quiere contemplar este programa como el símbolo de un cambio de rumbo en la gestión de la crisis, en un giro que significaría dejar atrás el periodo de mayor dificultad.
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Jean Claude Juncker explicó ayer a los eurodiputados los contornos –todavía imprecisos– del plan que pretende convertir 16.000 millones del presupuesto europeo para los programas de desarrollo tecnológico «Conexiones Europeas» o «2020» en avales para atraer más de 300.000 millones en inversiones, a través de una creativa fórmula de apalancamiento. «Sabíamos que el dinero no caerá del cielo y que tampoco teníamos una máquina de hacer billetes», les dijo Jean-Claude Juncker a los diputados, lo que tranquilizó al portavoz del grupo popular, Manfred Werner, a quien lo que más le preocupaba era que los planes del presidente de la Comisión «no generasen deuda». Esa misma preocupación explica también que Merkel dijera ayer en pleno debate presupuestario en Berlín que «el Gobierno alemán apoya el paquete de inversiones del presidente Juncker», lo que fue recibido con aplausos por parte de los diputados germanos.
Respaldo socialista
También apoyó el plan el presidente del grupo socialista europeo, el italiano Gianni Pittella, que ve claramente un nuevo rumbo económico para Europa: «Con Barroso solo se hablaba de estabilidad y austeridad. Usted ha elegido el Parlamento para mostrar que el tono ha cambiado», y que las demandas de los socialdemócratas «han sido tenidas en cuenta».
También los liberales apoyaron el plan de fomento de inversiones, aunque en este caso el belga Guy Verhofstadt le pidió a Juncker que imponga un criterio de condicionalidad a los países donde se vayan a efectuar los proyectos para obligarles a acometer reformas estructurales. Incluso el portavoz de los verdes, Pilipphe Lamberts, apoyó el plan de Juncker «siempre que haga caso a las palabras del Papa para ponerlo al servicio de la dignidad del hombre y cierre la economía de casino y especulación».
Pero el apoyo más sólido se lo trajo Jean-Claude Juncker de fuera del círculo político de las instituciones europeas. Ayer se sentaba junto a él, en el escaño de al lado, el presidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Bernard Hoyer, que reconoció que en los últimos quince años Europa ha perdido el ritmo inversor y que está dispuesto a «atacar de frente» este problema. Sin embargo, los conservadores británicos y los euroescépticos de toda condición fueron los más críticos –o al menos recelosos– con el plan, al que ridiculizaron como «un abracadabra».