análisis

Estados Unidos no quiere revanchas

Si los republicanos centran ahora sus esfuerzos en destruir el legado de Obama, cancelando su seguro nacional de enfermedad o enviando de nuevo tropas a Oriente Medio, pueden encontrarse con un inesperado efecto bumerán

Estados Unidos no quiere revanchas

josé maría carrascal

La era Obama se apaga, lejos de los vivas y aplausos con que comenzó. La guadaña de la realidad ha segado el We can que llevó al primer negro norteamericano a la Casa Blanca . La marea republicana se ha impuesto en las elecciones legislativas, aumentando su mayoría en la Cámara de Representantes, apoderándose del Senado y colocando gobernadores por doquier. Ha sido una victoria sólida. Como la derrota demócrata, con el presidente como gran perdedor.

Barack Obama no ha resistido el desgaste del segundo mandato, ni la coalición de negros, hispanos, mujeres y jóvenes que le llevó en volandas a la Casa Blanca. Sólo los negros le han sido fieles. Los hispanos, desengañados por no ver abierta la inmigración; las mujeres maduras, inquietas por sus familias y los jóvenes, por no ver el futuro claro, el caso es que quien lo ha pagado son sus congresistas, senadores y gobernadores.

Aunque a estos les corresponde parte de la culpa del descalabro. Su estrategia de alejarse del presidente podía fundarse en la baja popularidad de éste. Pero ha tenido un efecto autodestructivo al estar reconociendo que no lo habían hecho bien. De haber defendido con pasión el mandato de Obama, tal vez no hubieran salido tan mal las cosas para ellos. Hoy, es ya tarde.

Aunque estas elecciones trascienden a Obama. Creo detectar en el ánimo de los norteamericanos algo que no voy a llamar miedo, pero sí preocupación. Preocupa la inestabilidad que reina en todos los aspectos de la vida. Preocupa sobre todo el terrorismo islámico, que ya ha golpeado con dureza este país y que le sigue teniendo como su principal objetivo. Y se teme por una economía que aunque parece haber sobrepasado la crisis que ella misma creó, no acaba de poner las bases firmes de una recuperación. Algo que crea un clima de desconfianza entre una población que ha visto decrecer sustancialmente su nivel de vida. Pero aún más grave es que los norteamericanos temen que sus hijos pueden vivir peor que ellos, cosa que no ocurría en generaciones. Y buscan a alguien que se lo garantice.

Los dos próximos años van a ser de búsqueda de ese hombre o mujer. La carrera está abierta y sólo puede decirse que va a ser de confrontación o de cooperación. Con riesgos para todos. Si los republicanos centran sus esfuerzos en destruir el legado de Obama -cancelar su seguro nacional de enfermedad o enviar de nuevo tropas a Oriente Medio- pueden encontrarse con un inesperado efecto bumerán. El país no quiere revanchas, quiere que se gobierne bien, es decir, buscando el bienestar y seguridad de todos.

En este sentido, los republicanos lo tienen más difícil pues tienen que frenar a su ala derecha, con un programa económico, social, militar y político extremo. Mientras los deseos de la ciudadanía se centran en más eficacia, no en más batallas ideológicas. A los demócratas les queda la tampoco nada fácil tarea de revitalizar a sus electores naturales, empezando por una clase media que, tras haber sido la trabajadora, corre el peligro de volver a serlo. Junto a los grupos étnicos, los hispanos sobre todo que esta vez se han quedado en casa.

Postrimerías

Confrontación o colaboración son las alternativas en estas postrimerías del mandato de Obama. Muchos apuestan por la confrontación, con la parálisis consiguiente, pues si los republicanos tienen las Cámaras, el presidente tiene el veto, que no podrán anular ya que su mayoría en el Senado no alcanza para ello. Batirse o buscar el entendimiento, a base de concesiones mutuas, con el mundo como espectador de aquí a 2016.

Crucemos los dedos los occidentales. Nuestra seguridad y prosperidad depende de la buena salud y buen sentido de los norteamericanos.

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