La alimentación de los soldados, clave en la Sgunda Guerra Mundial
El día del Desembarco de Normandía, los aliados se dieron un homenaje... nada que ver con lo que tuvieron que comer los nazis
Una alimentación apropiada siempre ha sido la base del perfecto combatiente. Ya no solo porque aporta energía a los soldados para que continúen día y noche cavando trincheras y disparando contra el enemigo , sino porque -si es buena- ayuda también a mantener alto su ánimo en el campo de batalla.
En pleno Desembarco de Normandía (6 de junio de 1944) el mando aliado lo sabía y, por eso, decidió ofrecer un copioso desayuno (en el que hubo desde filetes de cerdo, hasta helados) a los jóvenes que estaban a punto de dejarse la vida por liberar Europa . Y otro tanto pasaba con los británicos, cuyas raciones de emergencia incluían hasta un bistec enlatado.
Los soldados alemanes no tuvieron tanta suerte. Mientras que sus enemigos podían disfrutar de unas raciones de emergencia pensadas para ser energéticas y agradar al paladar, ellos se tenían que conformar con las «Eiserne portion» (más conocidas como las «Raciones de hierro»).
Su nombre bien podría haber hecho referencia al material del que debía estar hecho el militar para meterse aquello entre pecho y espalda, pues estaban formadas principalmente por galletas saladas (tildadas de «placas de cemento» por los soldados) y unas latas de carne envasada que, atendiendo a la época en la que se elaboraran, podían proceder incluso de caballos .