familia
Claves de una psicóloga para evitar el desgaste emocional de los padres
El objetivo es que la paciencia y la relación con los hijos no se desgaste
«La frustración que sienten muchos padres cuando su hijo no cumple sus expectativas hace que se enfanden más y se peleen más con sus hijos, de manera que la paciencia y la relación con ellos se desgasta», expone la psicóloga catalana Montse Domènech , autora del libro «Edúcame bien» . Para ella, «si nos pasamos todo el día luchando con nuestros hijos para que hagan lo que nosotros queremos, para que obtengan las notas que nosotros esperamos o para que sean los grandes deportistas con los que soñamos, los padres acabaremos agotados y solo conseguiremos un hijo también frustrado».
A su juicio, cuando un niño es pequeño, lo que quiere es que sus padres «estén por él». Por contra, si lo que hace es repetirle mil veces las cosas, desesperarse, e insistir en lo mismo de nuevo, generará una dependencia por parte de su hijo, que no hará nada hasta que se lo hayamos repetido mil veces». Si los padres entran en esa dinámica, asegura esta experta, se producirá un desgaste que ayudará a que se desesperen todavía más. Para frenarlo, propone, los progenitores deben ajustar la manera de comunicarse con su hijo. « Es importante decirle bien las cosas , hacer que él las entienda , para que así pueda asumir las consignas. Debemos cambiar la cantidad por la calidad, pasar de repetirlo todo muchas veces a decírselo con efectividad».
Otro aspecto que puede producir desgaste en los padres es la falta de tiempo para ellos mismos, sugiere Domènech. « Ayudamos a nuestro hijo con los deberes , a hacerse la cama y a todo lo demás , y cada vez pensamos menos en nosotros y estamos más cansados». Por si esto fuera poco, añade, «con esta ayuda incondicional no permitimos que nuestro hijo vaya desarrollando su autonomía».
Vinculación más equilibrada
Su indicación es que los padres apuesten por mantener una vinculación más equilibrada con sus hijos. Como ejemplo de otorgar y ganar espacio personal, ella propone que «dejarle solo cuando hace los deberes, pero ir entrando poco a poco en su habitación para compobrar cómo va, si necesita ayuda. A medida que tenga más autonomía, menos les necesitarán». Se trata, prosigue, «de establecer un vínculo afectivo, no de dependencia; que el niño sepa que los padres están ahí para él y que puede contar con ellos , pero también que pueda confiar en sí mismo para hacer las cosas».
Cuando se ha enseñado bien a los hijos y han aprendido a hacer casi todo por su cuenta, los mayores se convierten en meros observadores: «estamos vinculados a ellos, estamos presentes en su vida y les ayudamos, pero sabemos que son autosuficientes, y eso nos permite estar más tranquilos y tener más tiempo para otras cosas». «Que nuestro hijo tenga autonomía no significa que le dejemos solo. Además, así sabremos que, si él nos necesita, tendrá la capacidad y la confianza para decírnoslo».
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