ANÁLISIS
La receta de España para Eurovisión: menos victimismo y más compromiso
Edurne hizo lo que pudo para salvar una candidatura que se perdió entre propuestas mucho más atractivas, innovadoras y potentes

España volvió ayer a saborear el fracaso en Eurovisión . Pese a los vaticinios de las casas de apuestas, que situaban a Edurne cerca del top10, y al apoyo que había despertado entre los fans del festival, la representante española sólo pudo obtener un vigésimo primer puesto al término de la ceremonia. Ocho países se acordaron de ella en las votaciones: Francia (5 puntos), Portugal (3), Montenegro (2), Moldavia (1), Azerbaiyán (1), Suiza (1), Israel (1) y Rusia (1). El resultado, frustrante y negativo sin paliativo alguno , abre de nuevo el interrogante sobre qué está haciendo mal TVE para no haber devuelto a España a los cinco primeros puestos desde hace ya más de veinte años.
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Tras las ya habituales derrotas eurovisivas, como la sufrida ayer por Edurne, muchas son las voces que relacionan el fracaso español con un deliberado desinterés de Europa hacia nuestro país . Como si los espectadores de 40 países se conjuraran para, en un juego armónico y especulativo, marginar a España y arrojarla a los últimos puestos de la tabla. «Nuestro país debe irse del festival, no nos quieren», se leía ayer con frecuencia en las redes sociales tras el nuevo eurodrama. Lo cierto es que la recientísima historia de TVE en el certamen demuestra que esta tesis, además de infundada, es errónea . Los top10 de Pastora Soler (2012) y Ruth Lorenzo (2014) confirman que cuando hay propuestas españolas solventes y de calidad, TVE puede alcanzar los primeros puestos de la tabla. Sólo falta dar un paso más para fijar mayores metas.
Puntos para las mejores propuestas
Si alguna conclusión deja el festival que anoche se cerró en Viena es que Europa premió a las candidaturas más arriesgadas, innovadoras y potentes de la gala . Suecia lo tenía todo para llevarse el triunfo: un artista de primer nivel, un gran tema ( al margen del debate sobre su supuesto plagio ) y una puesta en escena muy atractiva que perduraba en la memoria del espectador. Rusia apostó por Polina Gagarina, quizá la mejor voz femenina de la noche , y una balada de producción sueca muy típica pero efectiva. Italia, garantía de calidad, sedujo con el trío de pop lírico «Il Volo» y su elegante «Grande amore». Los italianos fueron los más votados por el público, algo que demuestra que no cantar en inglés no tiene por qué ser un obstáculo para vencer en el concurso. Las tres candidaturas, por méritos propios, partían como favoritas antes de la gala y las tres acabaron finalmente en el pódium.
Mucho más interesante, sin embargo, es el análisis que se puede hacer de las otras grandes triunfadoras de la noche. Y es en ellas en las que España debe fijarse para aspirar a un posible triunfo en Eurovisión. El belga Loïc Nottet sorprendió con «Rhythm Inside», un tema fresco y moderno que el joven de 19 años hacía más potente gracias a su carisma y a una puesta en escena desordenada y desconcertante pero a su vez muy certera. Consiguió el cuarto lugar, mientras que Letonia fue sexta con Aminata y su desgarrador tema de corte indie «Love injected». Por su trayectoria, ambos países podrían haberse también abonado a teorías conspiranoicas que justificaran sus últimos malos resultados . Bélgica no alcanzaba un top5 desde 2003 y Letonia llevaba sin pasar a la final desde 2008. Los dos, con actuaciones excelentes, volvieron a disfrutar anoche del éxito eurovisivo.
Estonia y Noruega, también en el top10, son otro buen ejemplo. Apostaron por baladas intimistas y envolventes , donde la complicidad y las miradas que los cantantes se dedicaban resultaron más efectivas que cualquier juego de identificación o baile con acrobacias imposibles.
La canción, nuestro talón de Aquiles
Edurne salvó los muebles con una actuación donde jugó con la teatralidad, el misticismo y la pasión . Vocalmente, la artista estuvo correcta y demostró una gran fuerza sobre el escenario . La realización de la televisión austriaca no supo, sin embargo, destacar como debía los momentos álgidos de la puesta en escena.
Pero el punto débil de la propuesta española ha estado siempre en la canción . Desde que «Amanecer» se publicó en marzo, las críticas por ser una composición excesivamente lineal y convencional han sido una constante. El propio José María Íñigo, comentarista del festival, aseguró en una entrevista (aunque luego lo negó) que era una canción sin estribillo. «Los grititos los escuchas tres veces y ya está», decía. ¿Cómo un tema como «Amanecer» podía competir anoche con otros como «Heroes», «Grande amore», «Love injected», «Goodbye to yesterday» o «A monster like me»? La diferencia de calidad era, sencillamente, abrumadora.
Edurne aseguró anoche tras el concurso que lo de menos era el resultado . «Me siento ganadora con la reacción del público y con todo el apoyo que he recibido. Esa es mi alegría, el puesto no importa tanto». La artista madrileña, que ha permanecido bajo un huracán mediático desde que fue designada representante de España, ha trabajado muy duro estos meses para llevar su candidatura a buen puerto . Aun sin el objetivo cumplido, Edurne puede sentirse orgullosa de haber demostrado a toda la gente que no creía en ella su gran valía como artista.
Mientras, TVE debe reorientar su estrategia en el festival, apostar de forma más decidida por el concurso y seguir contando con grandes artistas pero con candidaturas más innovadoras. 46 años sin ganar ya son demasiados . Y la culpa no es de Europa. Es nuestra.