La fundación que creó Aline Griffith para proteger su legado como espía
La condesa viuda de Romanones no quería que se olvidase su pasado como agente de la CIA
«Tengo tres hijos y trece nietos. Y no quiero ver cómo mi legado termina diseminado», explicaba la condesa viuda de Romanones, Aline Griffith , en conversación telefónica con ABC. La exespía americana, de 93 años, estaba disfrutando de sus vacaciones en el hotel Río Real de Marbella, aunque no descansaba en agosto. Acababa de crear la Fundación Aline Condesa Viuda de Romanones para la conservación, difusión y protección de su «legado cultural». De esta manera, la matriarca de los Figueroa, una familia que se remonta al año 1282, seguía los pasos de los Alba y los Medinaceli, otras casas que han creado fundaciones para gestionar su patrimonio.
La institución, a la que ya había dotado de 37.500 euros, estaba presidida por la propia Griffith y por su nieto mayor, Luis Figueroa Sayn-Wittgenstein-Sayn, de 39 años. «Mi nieto Luis se está ocupando de todo. Él es el secretario de la fundación», señalaba la condesa con ese marcado acento estadounidense que se negaba a perder. Otro de sus nietos, Juan Figueroa Sayn-Wittgenstein-Sayn , de 37, también forma parte del patronato en calidad de vocal, además de encargarse de la explotación de la finca Pascualete, situada en Extremadura. «Ellos saben todos los detalles de la fundación y cuáles serán los próximos pasos», aclaraba la condesa, que está muy entusiasmada con este proyecto.
Por ahora, la fundación solo aglutinará los documentos que Romanones acumuló durante sus años como agente de la Office of Strategic Services americana, antecesora de la CIA, entre 1943 y 1987. Además, preservará las misivas privadas que intercambió con sus célebres amistades, entre las que figuran numerosas cartas del duque de Windsor, Ava Gardner, Audrey Hepburn y los barones Guy y Marie-Hélène de Rothschild.
Memorias del franquismo
«Es una pena que ya nadie escriba cartas, aunque yo también he dejado de hacerlo. Ahora estoy todo el día conectada a internet, respondiendo emails», confesaba la condesa, que todavía jugaba al golf, nada en la piscina y da paseos por la playa. Sus documentos más valiosos son los informes de espionaje que realizó durante los años de la Segunda Guerra Mundial, aunque también guarda cientos de notas sobre el franquismo.
«Cuando llegué a España, este país era muy triste, muy pobre. Me casé con mi marido, Luis de Figueroa, en 1947, y en esa época Franco le expropió a mi familia varias fincas en Extremadura. Nunca comprendí el franquismo, yo me eduqué en Estados Unidos y la dictadura no cabía en mi mentalidad americana. Pero siempre guardé fascinación por España», decía.
Lo que todavía no sabía es si la Fundación incorporaría en el futuro otros bienes de la familia, como obras de arte o joyas. El joyero de la condesa volvió a ser noticia hace unos días después de que Corinna Sayn-Wittgenstein posara con un collar de esmeraldas colombianas que había pertenecido a Anita Delgado y que Romanones sacó a subasta en Ginebra en 2012. «Me encanta que Corinna luzca mis joyas. La conozco porque ha venido a cazar un par de veces a mi finca. Me gusta que una mujer guapa y simpática como ella pueda llevarlas sin complejos. Menos mal que las subasté, porque hace unos meses entraron en mi casa y abrieron la caja fuerte. Ha sido una suerte. Además, tengo cuatro nietas y ellas nunca tienen ocasión de lucirlas, por eso las vendí». Para la condesa viuda, sus cartas y documentos eran los verdaderos tesoros de la colección familiar.
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