Mona Jiménez, la mujer que presentó a Preysler y Boyer

La periodista peruana recuerda en ABC las míticas «lentejas» donde la «socialite» fraguó su romance con el ministro y su amistad con Mario Vargas Llosa

Mona Jiménez, la mujer que presentó a Preysler y Boyer abc

martín bianchi

En todas partes cuecen habas. Menos en casa de Mona Jiménez . «Chez» Mona solo se guisan lentejas. «Y jamás hubo un pleito en mi mesa, ni una sola discusión », dice en conversación telefónica con ABC desde su Lima natal. «He reunido en el mismo salón a políticos de izquierda, de centro y de derecha y siempre hemos tenido la fiesta en paz. El único mérito que me reconozco es haber unido perro, pericote y gato...», añade refiriéndose a sus legendarias «lentejas», aquellos interminables almuerzos de la Transición en los que compartían mesa y mantel dirigentes del PCE, PSOE, UCD, CC.OO. y UGT.

Mona llegó a España en los años 50 en compañía de su madre y sus seis hermanas. Tras la muerte de Franco tuvo una ocurrencia genial: reunir a personalidades políticas diferentes , e incluso encontradas, en torno a un buen plato de legumbres. «En los 70 colaboraba con los diarios ‘‘Arriba’’ y ‘‘Pueblo’’. Me encantaba ir a las tertulias y me di cuenta de que podía organizarlas en mi propia casa», recuerda. Con la ayuda de Pilar Urbano , en 1978 inauguró sus almuerzos en su pequeño piso de la calle Doctor Fleming. «El primer día vinieron cuatro gatos. Pero rápidamente se convirtió en una cita obligada para Antonio Garrigues , Miguel Boyer , Javier Solana y Luis Solana », explica la periodista, retirada desde hace años.

El éxito fue tal que tuvo que mudarse a un piso más amplio en la calle de Capitán Haya. Cada semana unas sesenta personas llenaban el salón para saborear las lentejas de Mona al calor del debate político. «Lo hacíamos a lo pobre. Contrataba a dos camareros, alquilaba mesas, sillas y manteles, y mi cocinera se encargaba de lo demás. Un día me olvidé de alquilar cubiertos y Fraga me dijo: ‘‘Mi querida amiga, si me hubiera avisado traía mis cubiertos de cacería ’’. Tuve que ir por todo el edificio pidiendo cucharas. En esas comidas pasaba de todo...».

En las lentejas de Mona se coció, entre otras cosas, el romance entre Isabel Preysler y Miguel Boyer . «Siempre había pocas mujeres en mis almuerzos. Un día una amiga me llamó para decirme que a Isabel le apetecía venir a mis lentejas y le dije que encantada. Así conoció Isabel a Miguel. Fue un flechazo. Pero como yo estaba pendiente de los demás invitados fui la última en enterarme», reconoce entre risas.

El affaire propulsó a Mona y sus comidas al estrellato. Acudían Adolfo Suárez , Fraga , el presidente del Senado, el presidente del Consejo de Estado y el demi-monde madrileño. «Y si no les gustaba el chorizo, se aguantaban». Así era la cocina de Mona, democrática. Luego llegaron las giras: «Lentejas en Barcelona, en Bilbao, en Ávila... me llamaban de todas partes».

A capa y espada

Meses después del primer encuentro entre la «reina de corazones» y el ministro socialista, la periodista se cruzó con Isabel en Marbella. «Estaba en las nubes, enamoradísima de Miguel. Se casaron y nunca más los vi. Él se picó conmigo, no sé por qué... No me meto en la vida de nadie y no quiero que nadie se meta en la mía», apunta. Aunque reconoce que la noticia de aquel noviazgo prohibido la dejó «pasmada». «Era lo último que esperaba. En aquella época me ofrecieron el oro y el moro por hablar de ellos, pero esa historia no me pertenece». Odia que la llamen «la Celestina». «Me parece una ordinariez, no merezco esa etiqueta. Fui la última en enterarme», jura y perjura.

La última en enterarse. Y la primera en salir a defender a los enamorados a capa y espada. Eso sí, siempre con elegancia. «A Isabel la defiendo y la defenderé siempre. Es una persona a la que aprecio mucho», dice. «Nunca me invitó a su casa, pero la considero una buena persona, digan lo que digan. Y se merece ser feliz . Ha sido generosa con la gente, lo que pasa es que tiene cierta pinta de frívola porque es regia y elegantísima. Pero te prometo que tiene un corazón enorme ».

Han pasado más de treinta años desde el estallido de aquel turbulento romance, y casi veinte desde que Mona dejó Madrid. Pero la historia se repite. Preysler ha vuelto a enamorarse de un hombre casado, Mario Vargas Llosa , otro habitué de las lentejas. Y Mona vuelve a estar dispuesta a salir en defensa del amor. Por eso le ha sorprendido que algunos medios españoles afirmen que se ha puesto de parte de su compatriota Patricia Llosa, la todavía esposa del premio Nobel. «No me gustaría que Isabel pensara que estoy en un bando. Con Patricia he coincidido muchas veces en la peluquería en Lima . Pero de ahí a ser amigas...».

Campaña por Vargas Llosa

Que nadie busque atisbo de rivalidad entre las limeñas, porque no lo hay. « Respeto mucho a Patricia, pero conozco más a Isabel . Patricia nunca ha venido a mis lentejas. Y eso que a Mario le organicé varias comidas en Madrid cuando era candidato a la presidencia de Perú, allá por el año 1989. Pero no tengo más contacto con él . Le presté la casa para que pudiera hablar al público y le preparé un almuerzo al que fue medio mundo, incluidos Miguel e Isabel, claro».

Hace cuatro meses, cuando salió a la luz el romance de Preysler y Vargas Llosa , algunos medios publicaron que en aquellas lentejas que ahora menciona Mona Patricia Llosa tuvo un «altercado» con la exmarquesa de Griñón, en el que la mujer del escritor supuestamente pudo haber «censurado en público la obsesión de la reina de corazones por tirar los tejos a los maridos de las demás». «¡Qué tontería! Isabel es una mujer simpática , elegante, una señora estupenda. Es verdad que coincidieron en casa de mi hermana para un almuerzo en honor a Mario . Pero Isabel asistió con Miguel, del que estaba muy enamorada. Y no hubo altercado alguno entre ellas. Son dos señoras y las señoras no pelean, y menos en público », dice para despachar el asunto.

No hay leyenda urbana que se resista a la memoria de Mona. Echa por tierra los rumores. Uno a uno. Porque tampoco fue ella, como dicen algunos, quien ayudó a Isabel a entrevistar a Mario para «¡Hola!», en 1986. «Pero ¿de dónde ha salido eso? Isabel no necesitaba de mi ayuda para entrevistarle », sentencia. Es imposible pillarla en un renuncio.

Al final de la conversación se sincera: «Reconozco que tardé en creerme el romance de Isabel y Mario . Solo espero que sean felices y que Dios los bendiga ». Y que coman perdices. O, mejor aún, lentejas Chez Mona.

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