Isabel Preysler y Vargas Llosa muestran su «amor adolescente» en Nueva York
La pareja del año no se sueltan en su presentación al mundo de su romance
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Se echó de menos a Enrique Iglesias. Los curiosos se arremolinaban en la confluencia de la calle 25 y la Quinta Avenida ante los fogonazos de los fotógrafos. «No, no tengo ni idea», responde Michelle, una diseñadora gráfica y artista de Toronto, que ha llegado a Nueva York para una reunión con Diane von Furstenberg durante la semana de la moda. L a pregunta era si conocía Porcelanosa, que ayer inauguraba su tienda neoyorquina -en un espectacular edificio histórico enfrente de la torre Flatiron- con pompa y circunstancia. ¿Conoce a Isabel Preysler (ella fue el miércoles por la noche la madrina de la presentación, junto a su flamante novio, Mario Vargas Llosa )? «No, la verdad», asegura Philip, que luce una barba pelirroja hasta el pecho y regenta un puesto de Roberta’s, el rey de la pizza hipster. ¿Vargas Llosa, el Nobel de literatura? «Tampoco», reconoce Jan, un jubilado de Las Vegas, que mira con interés la tienda porque quiera cambiar los suelos de su casa. Therese, una suiza que ha venido de turismo con cuatro amigas, y Sarah, una estudiante de la Universidad de Nueva York, dan las mismas respuestas. Pero a todos se les ilumina la cara en la cuarta y última pregunta del cuestionario. Porque esta sí se la saben. ¿Conoces a Enrique Iglesias?
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Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler son hoy la realeza de las celebrities, pero en Nueva York -al igual que la firma que promocionaban esta semana- son desconocidos para el gran público. Hace unos meses, el escritor peruano y su novia podían pasear con tranquilidad por la Gran Manzana, y ahora lo recordarán con nostalgia. El otro día, los cien metros que separan la nueva tienda de la carpa instalada en el Madison Square Park fue una carrera de alto riesgo. Ya de noche, la pareja avanzó cercada por un enjambre de guardaespaldas y fotógrafos, atravesaron con temeridad la Quinta Avenida, parando el tráfico. Deslumbrados por la luz de las cámaras, casi chocan contra una de las vallas de la plaza. «Es una visita muy especial», dijo Presyler a ABC mientras trataba de avanzar entre el gentío. ¿Lo que más ilusión le hace de este viaje? «La inauguración de la tienda, por supuesto. Hemos venido para eso».
Numerosos invitados
Pero los gestos valen más que las palabras y lo que dejaron claro Isabel y Mario fue su amor. Salieron del coche agarrados de la mano y no se soltaron, como adolescentes, el resto de la noche. «Estamos muy felices», confesaron ambos durante la cena , que atrajo a personalidades como los actores Richard Gere y Sarah Jessica Parker; Chelsea Clinton con su marido, Marc Mezvinsky; el embajador de EE.UU. en España, James Costos, con su pareja, el diseñador Michael Smith; la diseñadora de moda Carolina Herrera o Irina Shayk , que, ante la ausencia de su novio, Bradley Cooper, tuvo todo el tiempo del mundo para regalar poses y sonrisas a los fotógrafos, muy guapa en un traje de chaqueta de Versace . También hubo una nutrida representación venida desde España: muy elegantes Cayetano Rivera Ordóñez -a quien no acompañó su prometida, Eva González - y Finito de Córdoba, que sí estuvo en Nueva York con Arancha del Sol; Alfonso Diez , viudo de Cayetano de Alba; Nieves Álvarez, Nuria González o el ex ministro José Bono.
Isabel Preysler, que vestía un traje de Alfredo Villalba con transparencias cubierto de cristales de Swarovski cosidos a mano, no se separó del Nobel peruano. La pareja compartió confidencias y miradas cómplices toda la velada, y recibieron con amabilidad las felicitaciones por su romance.
Dicen que, desde el momento que la conoció, en julio de 1986, Mario quedó prendado de Isabel. Han pasado casi treinta años hasta que han formalizado su relación. El miércoles, los invitados al evento recibieron un libro de regalo, «Travesuras de la niña mala», del escritor peruano. Es la historia de un amor tortuoso de varias décadas, de un hombre enamorado hasta las trancas de una mujer -«la niña mala»-, que le trata como un pelele, y él lo sabe. Vargas Llosa habrá ganado mucho en los últimos meses -una mujer espléndida y una atención mediático que seguro no disfruta-, pero no ha perdido humor.