Y Mendieta cogió su guitarra para marcar a placer
Retazos de recuerdos de lo que fue el último FIB. Y de cómo un exfutbolista consiguió lo impensable
A los quince minutos de asentarnos en el camping del FIB , un británico que rondaba la cuarentena y tenía las cuencas de los ojos más hundidas que el ánimo de los que hacían cola a la entrada se puso a lanzar patadas contra una colchoneta que cortaba el pasillo hasta su tienda al grito de “fuck off”. Diez segundos después, y en un loable intento de integración, susurraba “lo siento” tantas veces como podía. Buen recibimiento para un festival que imaginé por primera vez diez años atrás.
En aquel verano apareció en mi casa, todavía no sé ni cómo ni por qué, el recopilatorio de una edición pasada. Apenas conocía algún nombre de los que aparecía en la lista, más allá de “Sexy Sadie”, la banda que mi entrenador de baloncesto utilizaba para saltear entre las canciones de sus idolatrados “Los Planetas”. Aquellos míticos viajes a Pozuelo de una plantilla de chavales entre 16 y 19 años que vacilaban a su entrenador cuando llegaba al autobús de Moncloa a última hora y corriendo, con cara de haber dormido aún menos que nosotros, y que sus anécdotas de la noche anterior variaban de lo que hasta ese momento se había contado. Se pasaba de fantasmadas postadolescentes a un treintañero que contaba cómo en pleno éxtasis guitarrero con un tal “Jota” había perdido a sus amigos y había acabado enganchado a una aún más fanática que él con la excusa de seguir el concierto en casa. O cuando los días que algún compañero convencía a sus padres para que le dejaran el coche en el que plantar su reluciente “L” y, en el sorteo de plazas caías en el destartalado Jetta del míster, y todos sabían que a esos sufridores les esperaban veinte minutos de guitarras y aullidos saliendo de un cassette que ya incluso por aquella época veíamos antiguo, y a un tío que supuestamente daba órdenes en la cancha cantando al volante con más motivación que talento. Bonitas vaciladas y buenos piques se agarraba cuando unos le decían que el rock era mejor, otros que su rollo punk molaba más, o el típico que lanzaba una ristra de títulos de “cantaditas” tan de la época; y siempre estaba el clásico que nunca falla: “pues yo prefiero el pachangueo”. La excusa de los que jamás atendieron a la música. La plantilla más ecléctica de la historia. Ni Xabi Alonso hubiera puesto criterio musical u orden en aquel vestuario.
No volví a saber de “Los Planetas” hasta segundo de carrera. El motivo es por el que se hacen todas las cosas; no hace más. Pese a que en aquella época era de concierto semanal casi obligado, y que en los “artistas similares” de Spotify aparecían siempre, era más divertido hacer de rabiar diciendo lo malos que eran que escucharlos. Solo hubo dos intentos serios, con sendos regalos “planeteros” y un esfuerzo más que reseñable, en los que traté de “pillarles el punto”. Evidentemente nunca lo conseguí.
Volviendo al FIB 2015 . En el coche de camino a Benicassim, y tras dos horas de viaje analizando la parte media del cartel, lancé la pregunta a los dos ocupantes de los asientos de atrás que apenas conocía: “ahora en serio, a quién de aquí le gustan 'Los Planetas'. Y espero una buena respuesta o me doy la vuelta”. Lo suficientemente abierta para que no supieran de mi preferencia; tono serio para alguien que no te conoce no calcule lo loco que está uno. -“Eh, bueno, sin más no me gustan mucho, pero porque ese rollo suyo no me va”, dijo uno de ellos. -“No soy muy fan, aunque tampoco te podría decir por que no lo soy”, dijo el otro. Y todos vimos que ocultaba algo raro, y tras un poco de presión: “Bueno, no voy a mentir. No tenéis ni puta idea. Son la hostia”, muchas risas, aunque nada comparado con lo que le veríamos hacer horas después a este “no fan”.
El encontronazo con el guiri carcomido por la buena droga sintética de los 90 en Reino Unido nos puso en alerta: los conciertos del cartel para el “público británico” iban a ser realmente movidos. Y una duda: a ver qué pasa con el concierto de “Los Planetas”, a los que la organización del FIB les había contraprogramado a Mark Ronson y se aventuraba que solo algún despistado inglés caería por el escenario principal.
Igual fue eso, saber cómo sería un concierto en Benicassim sin ingleses alrededor, o quizá descubrir que había más españoles de los que aparentaba nuestra zona de acampada (al lado de Trenchtown, gracias por nada, organización). Fuera lo que fuera, nuestro interés por ver el concierto crecía (cuando solo uno de siete lo ansiaba de verdad nada más llegar).
Estaba claro que de los cuatro grandes del cartel (Noel Gallagher, Prodigy, Los Planetas y Blur), al menos para nosotros, los dos primeros puestos estaban claros y solo quedaba por ver quién cerraba el podio. Tras el éxtasis de Prodigy (fue el viernes, los españoles saldrían a escena el sábado) lo teníamos claro. Estaba el pescado vendido y, por mucho que en Facebook Los Planetas anunciaran “una sorpresa” para esa noche , nada podía cambiar. Blur, Noel y sus retazos de Oasis, y The Prodigy. Nudozurdo estaba por encima de todos, pero es otra historia.
Empezó la tarde del sábado lloviendo, y esa fue la sorpresa: Jota ahora es capaz de controlar el tiempo, al menos para nuestro "no fan". La opción sería, según él, que para algo era de Granada y los conocía bien, que La Bien Querida que hacía doblete viernes y sábado saliera a escena con ellos. Respiré un poco (es un decir, con las cuatro gotas que cayeron allí era más dificil respirar que colarse en la zona VIP). La Bien Querida era apuesta segura. Ese era el nivel de expectativas.
Gran error. Aún en el grupo no sabemos qué pasó. Empezaron los primeros acordes de guitarra y nosotros todavía apurábamos la penúltima cerveza. Estábamos en un lateral de la gran masa (un tercio de gente, o menos, comparado con los otros cabezas de cartel). La imagen inicial no era muy halagüeña. Quizá fue eso: la ausencia de expectativas; pero el ambiente que se empezó a generar fue extraño. Al final del primer tema, y sin vasos ya, el “no fan” empezó a gritar y saltar diciendo algo así como “si empiezan así va a ser memorable; los conozco bien, hoy va a ser grande”. Se nos escapó una sonrisa. Sin embargo, al instante, sin darnos cuenta, estábamos en la parte central de la masa, frente al escenario, inmiscuidos en una atmósfera difícil de describir (o no quise guardar neuronas para hacerlo) y empezaron a concatenarse himnos. Canciones que antes antes no habían significado nada se convirtieron en rezos (más allá de que la “Virgen de las Angustias” saliera en pantalla, como bien se encargaba de gritar el “no fan”, ya descamisado, que no paraba de presumir de su lugar de procedencia).
Avanzaba la cosa como fluyendo, despacio e incontrolada; pero era desde el escenario donde iban a poner la guinda. No siempre es así, aunque esta vez solo faltó que se escuchara “mendieta” para que la gente se volviera loca. Ese “mendieta” era “Mendieta” con una guitarra al hombro y, pese a las distancia, todos vimos lo que se le dibujaba en la mandíbula. Sonó la canción, levantó los brazos y todos celebramos el “gol realmente increíble”. Redoble de Eric a la batería (no caí en la cuenta en su momento, detalle anotado a alguien del grupo de desconocidos que se formó tras la canción y que juraría que era amistad eterna hasta que con la siguiente canción se desvaneció).
Acabó el concierto suave, se fueron por nuestra derecha, “Jota” dio una palmada en la espalda de alguien de la banda y el público suspiró. Todos lo habíamos vivido. El “no fan”, que ahí reconoció haberlos visto “ocho veces en mi vida y esta ha sido la mejor con diferencia”, nos exigió disculpas. Perdones por todos asumidos. Alguien reconoció por Whatsapp que se había equivocado toda la vida.
El podio cambió: Prodigy se olvidó como se olvidan todas las cosas artificiales y Noel Gallagher, pese a que fue memorable, no fue suficiente. Solo Damon Albarn mantuvo el puesto. Mendieta, por lo que sea , consiguió lo que tantas veces otros intentaron.