«No queremos dinero, sólo esclarecer el accidente de María»
Se cierra la investigación por el siniestro que terminó con la vida de María de Villota, pero sus padres no se rinden

El pasado martes, la familia y amigos de María de Villota recibían como un jarro de agua fría el informe de la Health and Safety Executive, entidad pública británica que se encarga de inspeccionar y prevenir accidentes en el trabajo. Dicha entidad ha archivado la investigación abierta por el accidente que sufrió María el 3 de julio de 2012 durante unas pruebas aerodinámicas para la escudería Marussia. La piloto perdió un ojo y sufrió unas secuelas neurológicas que resultaron determinantes para su fallecimiento, en octubre de 2013.
«El informe, por lo visto, porque aún no lo hemos recibido, desvela que no se disponen de pruebas suficientes para iniciar con garantías un procedimiento penal que finalice en condena. Pero aún no lo tenemos, así que no hemos podido conocer resultados más concretos», sostiene a ABC la familia. Su intención es estudiarlo a fondo con su equipo jurídico y valorar el inicio de las oportunas acciones legales para reclamar las responsabilidades que correspondan. «Éste, además, es un informe de un organismo de seguridad en el trabajo, por lo cual en absoluto implica que el asunto esté cerrado», destacan.
El principal deseo de los Villota, más que las indemnizaciones a las que tendrían derecho en caso de depurarse responsabilidades, «es esclarecer el accidente que terminó costando la vida de María para que no se vuelva a producir por negligencias. No queremos dinero». Ese era, también, un deseo manifestado por la propia María, quien no vivió para ver el final de la investigación.
Sucesión de desgracias
El accidente que sufrió María de Villota en julio de 2012, cuando se encontraba probando un Fórmula 1 de la desaparecida escudería Marussia en el aeródromo inglés de Duxford, fue una desgraciada sucesión de acontecimientos. El coche de la piloto española, por causas que aún no se han aclarado, se aceleró cuando se dirigía a boxes y chocó contra la plataforma trasera de un camión a 65 km/h. «María estaba totalmente convencida de que falló el sistema FailSafe, que es el bloqueo del motor que se produce al pisar a la vez el freno y el acelerador, y que por eso el coche chocó con el camión», sostiene un amigo de la fallecida. Una semana después del accidente, el equipo Marussia descartó cualquier fallo mecánico en el bólido. Una de las múltiples incógnitas aún por resolver es si el camión que tenía la rampa abierta, y que penetró en el casco de la piloto como un cuchillo fracturándole el cráneo y haciéndole perder el ojo derecho, se encontraba situado en una zona que garantizara la seguridad de los pilotos.
A pesar de las graves secuelas del choque, con una fortaleza y una capacidad de superación desbordantes, María logró salir adelante y afrontar su nueva vida con valentía, volcándose en ayudar a los demás y haciendo de la solidaridad su razón de vivir. «No me recreo en mis secuelas, no es sano» o «prefiero haber perdido el ojo que la sonrisa» son frases que se recogen en su libro «La vida es un regalo». María se transformó en una estrella que guiaba a enfermos crónicos y a niños con enfermedades mitocondriales y neuromusculares a través de la Fundación Ana Carolina Diez Mahou.
«A pesar de que en estos doce meses mi vida ha cambiado por completo, sigo recordando la suerte que tuve de poder contarlo. El mejor regalo que me ha dejado el accidente es el de vivir una nueva oportunidad, pilotando mi vida de una forma diferente. No quiero llegar al pódium sola, quiero avanzar siempre de la mano de quien más lo necesita, con mi nuevo equipo de valientes, los niños y familias de la Fundación Ana Carolina Diez Mahou», declaraba en un acto de la entidad.
Pero el 11 de octubre de 2013, a consecuencia de las lesiones neurológicas de su accidente, su vida se apagaba. No así su labor solidaria. Meses más tarde, su padre, el expiloto de Fórmula 1 Emilio de Villota, recalcaba: «María nos ha dejado unos deberes». Con ese objetivo se creó el Legado de María de Villota, para continuar su labor solidaria. «En la familia no queremos que el legado sea un homenaje a María, sino que detrás esté la labor que María nos indicó», afirma emocionado su padre, quien reconoce que «estamos muy ilusionados por seguir empujando el cometido que nos dejó. Aunque esto es un encuentro entre la tristeza de echarla de menos y la alegría de recordarla». El año pasado, gracias a las actividades de esta entidad, se financiaron un total de 3.000 tratamientos de fisioterapia para niños afectados con enfermedades neuromusculares genéticas.
El legado sigue
El embajador del Legado es Pedro de la Rosa , quien siempre estuvo al lado de la piloto a nivel profesional y personal. «María fue una persona muy importante en mi vida y en la de mi familia. Estoy muy agradecido por poder ser embajador de este importante proyecto que inició. Espero estar a la altura y poner mi granito de arena», declara a ABC. «Tengo una carta de María tras el accidente, que guardo con todo cariño colgada en mi casa, junto a todos mis trofeos de automovilismo. De ella destaco una frase: “Tres meses después, Pedro, el accidente me ha dado más de lo que me quitó ese día”».
Este verano, el Legado celebrará un ciclo de conferencias sobre María de Villota en colegios e institutos realizadas por Emilio, su padre, y Alfonso Jiménez, director de la Fundación Deporte Joven. El 4 de julio, Santander acogerá la jornada «Valores en el Deporte del Motor» y un día más tarde, la carrera popular «II Milla María de Villota», también en la capital cántabra, que tantas veces vio sonreír a María.