Los Urdangarín prescinden de su asistenta en Ginebra

El Duque de Palma se ocupa de las tareas del hogar mientras que la Infanta acude a diario a las oficinas del Aga Khan

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María Teresa Benítez de Lugo

La vida cotidiana del matrimonio Urdangarín Borbón discurre apaciblemente en Suiza lejos de los problemas que tienen con la justicia española que esta semana ha ordenado, por medio del juez José Castro, que la Infanta Doña Cristina presente un listado de bienes personales por un total de 2,7 millones de euros para un embargo que cubra la fianza del futuro juicio en el que responderá por acusaciones de fraude fiscal.

Lejos del ruido mediático de todos estos problemas judiciales aquí, en Ginebra, la vida de la hermana del Rey transcurre con toda normalidad. « Los fotógrafos, los periodistas y los policías ya se han marchado de la calle donde reside la princesa », comenta uno de los vecinos a este diario, añadiendo que la rutina de antes ha regresado a este histórico barrio ginebrino.

Como ocurre en otros matrimonios, es la Infanta Doña Cristina la que ejerce las tareas profesionales en la familia conservando, de manera indefinida, su puesto de directora del área internacional que la fundación bancaria la Caixa creó para ella en Ginebra y desde el cual colabora con diversas organizaciones internacionales en temas de desarrollo.

Mientras la Infanta acude a diario a las oficinas de la fundación del Aga Khan, su esposo, Iñaki Urdangarín, permanece más tiempo en casa y se ocupa de las tareas del hogar. «El duque está aquí casi todo el tiempo, lo vemos paseando a menudo a su perro Kobe o haciendo footing o andando en bici en el parque cercano a su domicilio. También suele llevar a sus hijos al colegio», explica un español que desde hace más de cuatro décadas vive en la misma dirección.

La pareja se ha consolidado en medio de esta tormenta judicial y aunque, en un principio, eran sólo la Infanta y sus hijos los que se iban a trasladar a la ciudad de Calvino, no es un secreto que Urdangarín pasa casi todo el tiempo en Ginebra y vuelve a España sólo cuando es necesario para efectuar el seguimiento de sus problemas con la justicia.

En este lujoso barrio ginebrino donde reside la familia nadie les molesta ni se interesa por sus idas y venidas. «Además ellos no saludan ni hablan con nadie», dice Marisol, una española que frecuenta la zona. «A veces su perro se me acerca porque me ha oído hablar español y sus dueños, aunque saben que soy española, no pronuncian ni una palabra», afirma.

Reduciendo gastos

Los escoltas ya no están vigilantes delante de la portada del lujoso apartamento de doce habitaciones con vistas al parque de Bastions y, según los vecinos, la familia ya no tiene casi servicio. «Antes tenían una asistenta sudamericana interna que trabajaba fija en la casa, mientras que ahora tienen a una empleada que trabaja por horas, sólo va medio día», dice un inquilino de la Rue des Granges.

Prescindir de la asistenta podría ser una medida para economizar y hacer frente a la avalancha de gastos que les viene desde España. Pero lo cierto es que, a título de comparación, un piso de sólo diezhabitaciones situado en el edificio que está al lado del suyo se alquila por 15.000 euros mensuales y que matricularse en el colegio internacional Ecolint en Ginebra cuesta alrededor de 30.000 euros por año escolar.

El Duque suele conducir el coche de la familia y ellos mismos van al supermercado cercano a hacer la compra para la casa. Tienen que subir a pie a su confortable dúplex, ya que el edificio en el que residen es muy antiguo y no tiene ascensor. Los niños juegan en el parque cercano como los demás niños del barrio y vuelven con sus amigos del colegio a pie desde la parada de autobús .

La semana pasada, con motivo de la primera comunión de su hija pequeña, Irene Urdangarín, se reunió mucha gente en la casa pero el resto del año no se ven a muchas visitas, afirma un paseante. Sin embargo, la familia viaja a menudo y cuando llegan lo hacen acompañados de escoltas que los ayudan con el abultado equipaje.

Ahora, a la espera de poder vender su casa en Barcelona, valorada en 6,9 millones de euros, y de superar el embargo de parte de sus bienes, la familia Urdangarín Borbón podría enraizarse aún más en Suiza.

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