Clara Lago: «Yo no sabía quién era Dani Rovira hasta que lo busqué en Google»
La actriz se hace fuerte entre las firmas de moda, desbancando a Sara Carbonero como reclamo
«Siempre te sigo, Clara. Acabo de regresar del Festival de Cine de Málaga, de verte. Me he enterado por internet de que estabas aquí. Me gustas, porque eres muy natural y muy guapa». Quien habla así es Francisco, un fan «de toda la vida» de Clara Lago. En la tarde de ayer ambos coincidieron, una vez más, durante la presentación de la actriz como nueva «chica de Ipanema» en el Hotel Único de Madrid. Él, para contemplarla de nuevo; ella, para posar ante los medios como imagen de esta firma brasileña de chanclas y demostrar que Sara Carbonero ya no es la reina del photocall. Francisco no se cansa de seguirla y admirarla; a Clara no parece molestarle su sempiterna presencia en cada acto público al que acude. Más bien al contrario: «Francisco está en todos los saraos y es algo que aprecio. El fenómeno fan no deja de ser bonito tras el exitazo que ha tenido “Ocho apellidos vascos”», comenta esta veterana de 25 años. No en vano, la madrileña es una actriz precoz: debutó en el cine a los 11 años y a los 13, ya tenía un premio Goya. Desde entonces, no le ha faltado trabajo.
Pese a que gasta infinita paciencia con su legión de admiradores, Lago nos confiesa que no todo resulta tan divertido y placentero: «El lado malo es que renuncias a tu vida privada. Hay gente que se acerca a ti porque siente verdadera admiración, pero otra que lo hace por el postureo y para subir la foto a las redes. Eso me da mucha rabia».
—Algunos se refieren a usted como la nueva Sara Carbonero, por sustituirla en la firma Ipanema y por el beso que le dio a Dani Rovira en la última gala de los Goya . ¿Se ve, como ella, con un blog de moda y asesorando sobre productos de belleza?
—No. Estoy en internet y en las redes sociales por trabajo y porque me parecen muy buenas para promocionar. Pero no soy fan en absoluto. Soy mas partidaria de las relaciones personales, quedar a tomar una caña o un café. Creo que este mundo virtual se está empezando a convertir en algo peligroso, al menos para mí.
—¿Cómo consigue tomar distancia cuando hay tanta gente pendiente de usted y de su pareja, Dani Rovira?
—Intento relativizar y respirar. Desde el estreno de «Ocho apellidos vascos» tengo más prudencia a la hora de decidir a qué sitios ir. De alguna manera te obliga a acudir a reservados cuando sales de noche. Llega un punto en el que no te compensa ir a los locales de moda porque se te queda el plato frío de tanta gente que se acerca.
—¿Ha vuelto al País Vasco?
—Fui a Bilbao de visita fugaz, pero no he vuelto a Zarauz, Guetaria, Getxo... Tengo muchas ganas de regresar allí, guardo muy buenos recuerdos.
—Trece años en el cine , la televisión y las revistas dan para muchos cambios de imagen. ¿Es usted de las que quemarían fotos antiguas?
—(Risas). Alguna que otra sí, pero mas que por el pelo, por la ropa. Hay fotos que las miro y pienso: «¡Dios mío de mi vida!». O cuando era muy pequeña, que me veía unas cejas gigantes. Ahora las retoco, pero las tengo muy grandes. Cuando veo fotos le pregunto a mi madre cómo me dejaba salir así a la calle, parecía Groucho Marx.
—¿Usted también habría preferido ser la novia de Lucas (Hugo Silva) en la serie «Los hombres de Paco» en lugar de la hermana?
—(Risas). Me gustó mucho ser la hermana de Lucas, porque ese papel no me encasillaba. Tiene mucho mérito Michelle Jenner, pues pasó de ser la novia de Lucas a la Reina Isabel la católica. Es difícil liberarte de un personaje que marca tanto, tan reconocible y más aún para una actriz tan joven.
—Cuando vio el reparto de «Ocho apellidos vascos», ¿qué pensó de la presencia de Dani Rovira?
—No sabía quién era Dani Rovira . Cuando me dijeron que estaban pensando en él, tuve que buscarlo en Google.
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