CRÓNICA

Rosa Benito y Rosario Mohedano: historia de un concierto con aroma a «Sálvame»

ABC asiste a uno de los directos de la colaboradora televisiva y su hija, que han emprendido una gira con su espectáculo musical «En vivo»

Rosa Benito y Rosario Mohedano: historia de un concierto con aroma a «Sálvame» rober solsona

juanma fernández

«Habrá un descanso de diez minutos porque la gente que viene necesita ir al baño». Lo advierte una persona de confianza y no le falta razón. Al salir del camerino de las artistas, una enorme fila de personas de la tercera edad se agolpa en la entrada principal del Teatro Serrano de Gandía. Miran con recelo a quienes en ese momento descienden en masa de un autobús y acceden al recinto por una puerta lateral. «Ni que fueran "vis"» , afirma una señora. Los nervios afloran cuando faltan unos minutos para que comience el espectáculo musical de Rosa Benito y su hija , Rosario (otrora «Chayo») Mohedano, acompañadas por el cantante Carlos Vargas: «En vivo». Un poco antes, han reconocido que están «muy contentos» con la reacción «maravillosa» de la gente. Conscientes de lo difícil que está la escena, apuestan por una rebaja del IVA cultural. «Prometer hasta meter y, una vez metido, nada de lo prometido» , pone encima de la mesa la que fuera cuñada de Rocío Jurado, que no pierde la esencia costumbrista al alimón del glamour que teñirá las próximas dos horas.

El patio de butacas es un hervidero con afán coral, como si la imagen participativa de «Sálvame» fuera un peaje inherente a estas dos estrellas televisivas. En él están Marieta y Tere, que son hermanas, de Oliva y asiduas al programa: «Nos gusta el cotilleo». Es la segunda vez que vienen y quizá por eso se atreven a afirmar que «la madre canta mejor que la hija» . No muy lejos, reprimen el ansia del telón Pepita y Marisa, residentes en Cullera y «adictas a Sálvame» . Traen tantas flores para lanzar al escenario, que podrían ventilarse la Revolución de los Claveles en quince minutos. Y eso que al piano de cola que tocará Fidel Cordero, director musical de la performance, le acompaña un centro de flores más propio de una boda que de un concierto.

El espectáculo arranca con una Rosa Benito ataviada con un vestido rojo que da la bienvenida a los asistentes, entre los que hay «hooligans» de la copla y Telecinco que le gritan «guapa». Comienza entonces Carlos Vargas las primeras canciones, hasta que Rosario Mohedano aparece por el pasillo central buscando sorprender. Su actuación es correcta, aunque canta mejor que habla , porque si algo caracteriza algunos intermedios son los diálogos inmensamente sobreactuados y una facilidad inaudita de la hija de Amador Mohedano para trabarse al dirigirse a la gente.

El micro: ese enemigo

El momento tenso de la noche llega con «Un año de amor», de Luz Casal. A Chayo los micrófonos ya le han jugado alguna mala pasada, como cuando fue a presentar un tema al programa de Ana Rosa Quintana y este se le cayó al suelo en mitad del playback . En esta ocasión, el enemigo es el pie del micro, que se aferra tanto al aparato que casi tiene que arrancarlo , con el resultado de varias piedras brillantes que lo adornan saliendo disparadas, regando el escenario al son de un «cli, cli, cli» amplificado por la acústica del lugar.

Los temas se suceden hasta que aparece, por primera vez para cantar, Rosa Benito. Entona con soltura el «Piensa en mí» y no se amedrenta al ofrecer al respetable «Y sin embargo te quiero», que popularizó Conchita Piquer. Fue un momento culmen porque el público susurraba que se la estaba dedicando a Amador , al estilo en que la Pantoja le mandaba mensajes a Julián Muñoz y a la prensa misma a través de sus canciones, en ese código cifrado tan cañí que ni para Alan Turing sería fácil.

Llega el descanso, que sirve para amasar las emociones y dejar que Carlos Vargas retome la fiesta. Protagonista de discos con títulos premonitorios como «Pasaporte al firmamento» o «Lo que tenga que pasar», defiende con más oficio que entusiasmo su parte del guión. Vuelve entonces Chayo para lucirse (justita) a capela , tomando como rehenes de su mirada a algunos espectadores de los que es imposible saber qué sienten en ese instante.

El final llega con otro diálogo sobreactuado donde se avisan las ascuas del fuego de la canción ligera. «¿Que hemos terminado ya?», aduce una pseudo-indignada Rosario Mohedano. Suena entonces «Resistiré» , quizá la canción más moderna que se ha escuchado junto a «Me cuesta tanto olvidarte», de Mecano. Interpretada por los tres, la jauría de aplausos y claveles volando hacia las tablas concluye un directo con el público en pie. «Han mejorado desde la última vez que las vi» , cuenta una espectadora mientras abandona un teatro abarrotado por la curiosidad que provoca la televisión, que a veces puede desplazarse por unos minutos a la vida real. Un lleno que costaría imaginar de no ser personajes televisivos, como cuesta imaginar la copla y el bolero en sus gargantas. Que los trajes de luces no se venden en tiendas de deportes porque una cosa es el ejercicio y otra, el arte.

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