Miriam Clegg: «Soy como una tigresa cuando se trata de mis hijos»
La mujer del viceprimer ministro británico protege al máximo la privacidad de su familia

Se conocieron en Brujas, en 1991, durante una clase de Derecho y Política, en el Colegio de Europa. La primera vez que vió a Nick Clegg pensó: «¡Guau!». Sus primeras conversaciones no fueron especialmente profundas. Se comunicaban en francés, una lengua en la que ninguno de los dos se desenvolvía especialmente bien. Pero la barrera del lenguaje pronto se disipó, comenzaron a salir y hoy Miriam González Durántez y el vicepresidente británico forman uno de los matrimonios más admirados en Reino Unido.
Miriam trabaja como abogada en un prestigioso bufete de Londres. Las jornadas son maratonianas, pero ella sabe cuál es su prioridad. Durántez organiza su trabajo en torno a sus hijos. Todos los días, después de levantarse alrededor de las seis de la mañana, ella o Nick los llevan a la escuela. Por la noche, se asegura de que puede estar de vuelta antes de que se marchen a dormir.
«Nuestros hijos nunca salen en las fotos con nosotros. Soy como una tigresa cuando se trata de mis hijos. Esa es mi principal prioridad, y Nick, también. En este momento me estoy centrando en cómo protegerlos durante la campaña de los próximos meses. La última vez los llevé a España, pero ahora son mayores y uno tiene exámenes », declara durante una entrevista, concedida al diario The Guardian.
De Olmedo a Londres
Miriam creció en Olmedo (Valladolid). Sus padres eran maestros, aunque su padre, José Antonio González Caviedes, que murió en 1996, fue alcalde de Olmedo durante muchos años. Al hablar de su pueblo, Miriam se ríe y lo compara con uno de los diarios sensacionalista con más tirón en Inglaterra. «Tres mil quinientas personas es como una gran familia. Los cotilleos en mi pueblo dejan cortos a los del Daily Mail».
Su madre siempre quiso imprimir en la formación de su hija cierto carácter internacional. La envió a Francia y a Irlanda durante estancias prolongadas. En Irlanda, su principal descubrimiento intercultural fueron las barras de chocolate Mars. Nunca tuvo claro a qué quería dedicarse, pero siempre le acompañó una gran ambición. «Quería ser médico, y luego la primera vez que tuve una herida y vi la sangre, fui un desastre. Entonces quise ser escritora, diplomática, política...»
A Miriam le hubiera gustado ser más realista. Que alguien le hubiese ayudado a tener los pies en el suelo. «Formaba parte de esa generación en España, que se produjo justo después de la democracia y existía la sensación de que si habías estudiado uno podría conseguir cualquier cosa. Como resultado, tuvimos grandes expectativas y me llevó algún tiempo adaptarme a la realidad»
Si le preguntan qué es lo que más le gusta de su país de adopción, lo tiene claro; la libertad. «Los primeros cinco minutos cuando me vine a vivir aquí, sentí una libertad que nunca había sentido antes en mi vida, la libertad de ser yo misma».