«Monsieur tres minutos», un amante llamado Jacques Chirac
Otro libro desvela nuevos escarceos amorosos del expresidente con periodistas

La estadística demuestra que al Palacio del Elíseo se entra con una mujer y se sale con otra. El cargo de presidente de la República parece llevar asociado un buen puñado de amantes con las que amenizar la estancia.
Tras el escándalo Hollande-Trierweiler-Gayet, el último en ver sometida su vida privada a un nuevo escrutinio público es Jacques Chirac , un mujeriego empedernido con especial predilección por periodistas y compañeras de partido, corrompidas por la erótica del poder. La periodista del diario «Le Monde» Beatrice Gurrey, testigo del ocaso de la carrera de este bulldozer político, acaba de publicar un escabroso libro: «Les Chirac, les Secrets d’un clan» . En él desvela que el expresidente francés arrastra fama de ser demasiado breve en sus citas sexuales, lo que pronto le llevaría a ser bautizado en los pasillos del Elíseo como «Monsieur tres minutos, ducha incluida».
Gurrey inspecciona con todo lujo de detalle el romance que Chirac mantuvo con la periodista política del diario «Le Figaro» Jacqueline Chabridon. Con frecuencia, el político le enviaba encendidas cartas, que los servicios secretos franceses intervinieron para frenar el escándalo. Chirac parecía tomarse muy en serio las peticiones de la prensa, y de ahí que intercambiase más que palabras con la redactora de AFP Elisa Friederich, a quien llevó de viaje a Roma o a Mauricio con cargo a sus gastos de representación, o la reportera parlamentaria Michèle Cotta.
Los continuos escarceos amorosos del expresidente francés nunca constituyeron un secreto para su mujer, Bernadette , con la que contrajo matrimonio en 1956. Cuando le preguntaba a su marido si cenaría en casa, este le espetaba frecuentemente «me estás poniendo de los nervios», y posteriormente, se citaba con algunas de sus amantes.
La noche en que Lady Di falleció en un accidente de tráfico en París, Chirac no aparecía por ninguna parte . Bernadette veló en solitario el cadáver a las siete de la mañana.
La obra de Gurrey no es la primera que disecciona el lado más privado de Chirac. «Siempre me pregunté si le daba tiempo a meterse, como tenía costumbre, la camisa en el calzoncillo», se pregunta su deslenguado chófer, Jean Claude Laumond, en «Veinticinco años con él».
A los 81 años de edad, el expredidente padece, desde hace algún tiempo, una enfermedad neurodegenerativa similar al alzhéimer, llamada anosognosia (incapacidad para darse cuenta de la incapacidad). La soledad íntima acucia a un hombre sacudido desde temprana edad por la euforia del poder.