¿Cómo afecta psicológicamente a los famosos vender su vida privada?
Dos expertos analizan cómo puede afectar a los rostros populares el mercadeo de sus intimidades
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La cuesta de enero fue más larga para Karmele Marchante . Ya escribía Joaquín Sabina que en los malos tiempos 19 días son 500 noches, sobre todo cuando padeces insomnio. La periodista fue ingresada en un hospital madrileño aquejada de un trastorno del sueño. Sin embargo, no es el único personaje expuesto a la inmediatez pública del corazón que sufre desórdenes psicológicos.
Luis Caballero, jefe de servicio de Psiquiatría de HM Hospitales, explica que «la representación y la exageración dramática y constante» de las gentes del mundo rosa puede acarrearles «distorsión y desorientación». «Puede llevarles a crisis vitales, a la descompensación de su personalidad o a patologías previas que pudiesen sufrir», explica este experto, que reconoce que es difícil calcular con certeza el «riesgo profesional» que podrían padecer.
Maite Orozco, psicóloga que trabaja desde 2010 en las distintas ediciones del conocido reality «Gran Hermano» , comenta que los afines a estos cortijos televisados son personas «histriónicas» que, al participar en ellos, se vuelven «vulnerables». «Cuando abren al público su vida, permiten pasar al resto y esto les convierte en vulnerables a la crítica», aclara. A juicio de Orozco, buena parte de ellos tienen la necesidad de ser visibles, «ser el foco de atención».
Su estrategia es clara: «Su vida carece de valor profesional, cultural o intelectual, y lo único que pueden vender es su privacidad». Una realidad que les puede llevar a padecer «trastornos del estado de ánimo»: «Primero tratan de llamar la atención pero pueden caer en depresiones e incluso en intentos de suicidio», añade.
En opinión de esta experta, la mayoría de ellos «no suelen tener planes de vida a largo plazo y requieren de dinero rápido porque su personalidad está basada en la impulsividad». Una tendencia que no escapa de un «conflicto interno» entre la necesidad de liquidez y popularidad, y el «rechazo a que les juzguen» por la vida que han decidido llevar (y vender).
Rasgos paranoides
El citado choque de apetencias puede derivar, según esta psicóloga, en «rasgos paranoides». Estos se pueden observar «en la idea de que cualquier crítica que les hacen la toman siempre como destructiva en lugar de constructiva». «Es algo que se aprecia en esa manera que tienen de reprochar a otros lo que ellos mismos han hecho», matiza.
Pero no todos están cortados por el mismo patrón. En el negocio también existe el perfil del famoso «narcisista». Este, aunque se alimenta de esa conversión de lo íntimo en el Boletín Oficial del Estado, «no necesita que los demás le adulen». Dependencia, esta última, de todos aquellos que acostumbran al circo diario de identidades y trincheras marcadas con cierto grado de cinismo y demagogia. «Necesitan llevar a la gente a su terreno y por ello exageran y teatralizan la realidad», concluye Orozco, que se conoce bien estas máquinas de audiencia, esa a la que ellos llaman «su público»
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