Paloma San Basilio: «No he querido contaminar el relato con nombres oscuros»
La artista ha escrito su autobiografía, titulada «La niña que bailaba bajo la lluvia»
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«No he contado todo lo que he vivido durante estos más de sesenta años. No cabría en estas páginas además de que, sinceramente, creo que no es necesario, ni sería sano. Es un boceto trazado a grandes pinceladas. Hay vivencias y sentimientos que me pertenecen, y también a los míos, y a estas alturas sería una traición convertir mi vida en un mercadillo. Lo siento por los alquimistas del morbo y los buceadores de vidas ajenas». Con estas palabras, escritas en la introducción, despeja Paloma San Basilio (63) cualquier duda: en sus memorias, «La niña que bailaba bajo la lluvia» ( Aguilar ) no cabe el morbo. Sentado este principio, Paloma empieza por revelar el significado del título: «Viene de una imagen muy especial que yo recuerdo de cuando, de niña, vivía en Galicia. Teníamos un jardín y, en primavera, lo que más me gustaba del mundo era mojarme debajo de la lluvia y dar vueltas. Mi madre, que al principio me regañaba, finalmente claudicó y me dejaba hacer: lo único que hacía era esperarme con una toalla para, cuando me cansara de dar vueltas, protegerme y meterme en casa. Lo elegí como título porque me pareció que simbolizaba mucho: un espíritu, una casa, una familia, una forma de ser de unos padres... También la libertad, creer en algo, los sueños, la ilusión, transgredir las normas... Y eso ha sido mi andadura desde pequeña hasta ahora».
Todo empezó un invierno, hace más o menos una década, cuenta Paloma. «Notaba que se estaban produciendo cambios dentro de mí y me senté a escribir por necesidad, sin objetivos. Era una especie de catarsis». Y recordar el pasado es, para la cantante, una manera de enfrentarse a él, de expulsar fantasmas. «Hay ausencias, pérdidas, que no afrontamos; nos escudamos en el trabajo para taparlas. Mi madre murió el día que yo estrenaba “Evita”. Con once funciones a la semana, poco tiempo tenía para llorar. Y es bueno recuperar aquello y hacer autocrítica sobre decisiones que tomaste. Es un diálogo interior con la persona que eres y con la persona que has sido desde el principio».
«La niña que bailaba bajo la lluvia» es un libro, añade, «muy sincero y a corazón abierto». Y muy personal. Tanto que le pidió el prólogo a su hija, Ivana. «Ella escribe muy bien y tenía que estar ahí, no solo como parte de la narración, sino como un testigo directo. Y yo quería que utilizase sus propias palabras para hablar de su madre, porque casi nunca lo puede hacer. Nuestra relación ha superado todas las dificultades y ahora es muy profunda y cómplice».
En el libro se cuentan curiosidades, se revelan hechos y se habla de personajes -«algunos oscuros, a los que no pongo nombre, porque no quiero contaminar el relato»-; pero hay en él, sobre todo, reflexiones personales. La artista describe emociones, sentimientos, estados de ánimo; vierte sus opiniones, y «para mí es lo más interesante, porque creo que mucha gente se va a ver reflejada».
Sin morbo
No hay morbo -«quien lo busque no lo va a encontrar»- ni cuentas que saldar. «Este libro no es una venganza, sino todo lo contrario. Es una manera de expresar que los caminos son a veces muy difíciles, pero que se puede salir adelante y que merece la pena. Lo que me vale a mí igual le sirve a alguien, y este libro quiere decirle a ese alguien que nadie puede robarle los sueños ni las ganas de vivir».
El origen del libro hay que situarlo al terminar las funciones de «Víctor Victoria». «En ese musical -narra Paloma- yo me había dejado mucha piel por muchas razones; era una apuesta muy fuerte, vocalmente muy dura para mí, y desde el principio hubo muchas complicaciones. Se terminó antes de tiempo y me quedé con un escenario al que no estaba acostumbrada: el proyecto caído y mi voz bastante dañada. Estuve un verano en mi casa recuperándola y recuperándome, anímica y físicamente; y ese fue el punto de inflexión que me llevó a pararme y reflexionar. De ese ejercicio se sale siempre más fuerte; en el fondo fue una liberación».
A Paloma le gusta sincerarse -«a veces incluso demasiado»- y enfrentarse a la verdad. «Ésta es una profesión en la que hay que huir del ego, del halago. Muchas veces eres el eje de mucha gente y muchas cosas que pasan a tu alrededor, y hay que saber manejarlo, asimilarlo, y saber que es circunstancial. Ese personaje no necesariamente eres tú ni te define en tu totalidad, y hay que saber prescindir de él. Ahí comenzó, probablemente, la sensación de que tenía que poner punto final a todo eso. Llevo cuarenta años de carrera, y la profesión ha sido el foco, y eso tiene un desgaste. Yo no he querido nunca irme desgastada, sino irme libremente, como cuando entré».
Desnuda
Ha vertido Paloma San Basilio, admite, muchas lágrimas. «Siempre he sido muy pudorosa con mis emociones; casi nunca abro las puertas de mi vestidor, porque mi vida me interesa a mí y a pocos más. Y en el libro me he desnudado mucho. He tenido varias veces que dejar de escribir porque no me veía capaz de seguir. Y cuando puse el punto final me dejó un vacío brutal, porque escribía prácticamente a diario. He descubierto -gracias también al blog que tuve en ABC- lo mucho que me gusta escribir». Y desvela un secreto. «Estoy pergeñando una novela. Es la historia de una familia en la España de la posguerra, y ahora estoy en el proceso, apasionante, de documentación. He descubierto que la escritura es posiblemente el mejor mundo para mí en esta etapa. No tengo metas ni otra aspiración que hacer las cosas bien. Pero me pasa igual que con los discos. No pretendo que me recuerden; el que lo quiera hacer lo hará».