José María Manzanares, torerazo, guapo, mujeriego y complicado

Su vida estuvo marcada por el carácter bohemio de su padre y la repentina muerte de su madre. Aún se recuerdan las juergas en La Venta del Gato

José María Manzanares, torerazo, guapo, mujeriego y complicado archivo abc

beatriz cortázar

La muerte le llegó estando solo , en el campo, en «Ronda Ganadera», su finca de Cáceres, y con la única compañía de los empleados que allí trabajan. A los 61 años, José María Manzanares fallecía «por causas naturales», como ha declarado la familia, sin querer profundizar en más detalles. Desde el instante en que encontraron su cuerpo sin vida la conmoción fue a más, especialmente en el mundo del toro donde era querido y respetado tanto por los de su generación como por los que hoy acompañan a su hijo en los carteles. Una gran figura y una personalidad compleja. Ese era Manzanares.

Y es que no hay Manzanares sin las dos caras de una vida que, se puede decir, disfrutó y vivió intensamente, por lo menos en sus años dorados. Casado con Resurrección «Yeyes» Samper, hizo verdad la fama del torero conquistador de mujeres y amante de la fiesta, del flamenco en especial y de otras debilidades.

Demasiado atractivo como para dejar indiferentes a las féminas, triunfaba dentro y fuera de los ruedos y eso hizo que su matrimonio pasara por complicadas crisis y terminara en un divorcio en 1994, a pesar de los cuatro hijos y lo mucho que se habían querido y hasta aguantado (la esposa). Pero los dimes y diretes, las ausencias, un carácter complicado y hasta lo que se publicaba fueron detonantes para liquidar una unión que los invitados de esa boda no olvidarán, como tampoco lo hizo nunca el diseñador Mathias Montero, que fue quien firmó ese vestido de novia.

Que si Carmina Ordóñez. Que si Sofía Mazagatos. Historias nunca confirmadas, que incluso se negaron, pero que circulaban libremente por todos los salones y plazas. Lo de Carmina fue sonado. Por aquel entonces ella estaba casada con Paquirri y esa amistad dio lugar a comentarios que llegaron a todos los oídos y que dolieron especialmente en casa de Carmina. Su separación del padre de sus dos hijos y, por el que sentía auténtica debilidad el propio Antonio Ordóñez, fue el primer gran escándalo en la vida de una mujer que no cumplió los 50 y que también falleció sola en su casa. Lo que es la vida: dos finales muy parecidos.

Años después saltaron los rumores con la miss Mazagatos y de nuevo la calle hizo de altavoz de una relación que no prosperó, pero sí fue definitiva para que Manzanares firmara el divorcio. Desde entonces se instaló en su finca extremeña para no rehacer su vida sentimental salvo relaciones más o menos largas que nunca terminaban bien, como la novia periodista con la que convivió unos años y con la que, se comenta, quería haber ido a la boda de su hijo José Mari con Rocío Escalona, y de la que se ausentó precisamente porque el novio no quería que su padre fuera con ella.

Precisamente su ausencia en ese enlace volvió a poner en el candelero la tensa relación que mantenía con la familia. Como ocurre en muchas casas, los divorcios pueden fracturar relaciones con hijos, y de ahí las idas y venidas que mantenía con su hijo torero.

Manzanares siguió de cerca la trayectoria de José Mari y también por ese motivo tuvo sus tensiones, especialmente al principio de la carrera taurina del joven, cuando le apoderaron unos empresarios que al padre no le gustaban. Pero incluso distanciados siempre se adoraron. De ahí las lágrimas del hijo en 2006, cuando le cortó la coleta en la plaza en la que fue la despedida del maestro y las de esta semana ante su féretro, roto de dolor y recordando la última llamada que le había hecho desde el campo para despedirse antes de partir a México.

Muchos son los toreros que fueron hasta Alicante para darle su último adiós, y otros los que han mandado mensajes de pésame. Conmocionado por esta muerte está Curro Romero, con el que siempre se llevó muy bien.

Hay quien recuerda cómo eran esas fiestas de flamenco y vino en La Venta del Gato con otras figuras, como Ortega Cano, más extrovertido y divertido que Manzanares. De ahí la corona enorme que ha enviado desde la cárcel y la pena de no poder estar con todos. Sí lo ha hecho Sebastián Palomo Linares, otro grande, quien me recuerda que suyo era el primer traje de luces que llevó Manzanares cuando daba sus primeros pases de la misma manera que años después estaría a su lado el día que confirmó la alternativa en Madrid, en 1972. O su buen amigo Enrique Ponce , con quien pasaba largas tardes hablando de toros.

Muy pocos eran los que hoy sabían de la vida de Manzanares. A muchos les contaba lo feliz que estaba con su nieto, pero otros hablan de la soledad y de la factura que la vida pasa. Quería muchísimo a sus cuatro hijos (especialmente a su niña), pero sus circunstancias no siempre fueron fáciles.

La trágica muerte de su madre, cuyo cuerpo apareció en su casa el mismo año que se casó con Yeyes, le marcó mucho. También forjó su personalidad la influencia de su padre, el banderillero Pepe Manzanares, un hombre «de vida bohemia», como describen sus cercanos. Aunque los expertos aseguran que tenía más capacidad de lo que daba en los ruedos, hoy todos alaban lo que hizo por la Fiesta y, tal vez, lamentan lo que no remató en su vida personal.

José María Manzanares, torerazo, guapo, mujeriego y complicado

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