Comer quilates
El boxeador Fabián Martín colgó los guantes por una lesión y empezó a amasar las pizzas de oro comestible más famosas del mundo
No aporta sabor alguno, ni valor nutritivo. Tampoco tiene efectos nocivos para el organismo, pero su sola mención hace poco menos que suba la Bolsa. Comer quilates de oro suscita intriga, vende, pertenece a ese mundo del glamour, de lo fashion, tiene ese halo de sofisticación, es el santo y seña del lujo, del toque chic que fascina al común de los mortales. Pero, salvo en contadas ocasiones, es puro esnobismo. El metal se funde al contacto con la lengua sin alterar el sabor del alimento principal.
Durante el reinado de Isabel II, en los banquetes se acostumbraba espolvorear con este metal precioso las bandejas de frutas. En la alta cocina hispana contemporánea tuvo su momento de gloria; y se sigue empleando, y gusta, pero está algo de modé. Nuestros chefs más laureados, desde Adriá hasta Dani García, pasando por Andoni Luis Adúriz y Quique Dacosta, lo han utilizado para expresar su creatividad. Porque lo que está claro es que, visualmente, el oro todo lo domina, como es el famoso «Limón de oro» de Dacosta, con el que parece que realmente estamos comiendo un lingote . ¡Fantástico!
Lo que está claro es que cada vez que se cocina con oro la repercusión es inmediata. Es el caso de Fabián Martín, un exboxeador olímpico que dejó el ring tras un accidente para meterse al horno de leña para preparar sus particulares pizzas. Primero desde Llivia (Gerona), pero sobre todo en Fabián Martín, en Barcelona (Vía Laietana, 71. Tel. 93 301 47 48). Este almeriense con alma napolitana ha revolucionado el mundo de la pizza y hasta en Nápoles obtuvo dos títulos mundiales por su pizza creativa «Cóctel Margarita» y por su helado de pizza. Pero lo que realmente le elevó a los altares fue alzarse como gourmet campeón del mundo en Nueva York por su extraordinaria «Pizza de oro comestible», con tomate, mozzarella, albahaca y láminas, polvo y copos de oro. Y su precio no es excesivo: 50 euros. Al menos, no es tan cara si la comparamos con la exorbitante pizza del británico Domenico Crolla, que vendió en eBay la «Pizza Royale 007», con langosta marinada en coñac, caviar empapado en champán, salmón ahumado escocés, medallones de venado, vinagre balsámico envejecido y hojas de oro de 24 quilates, por 3.200 euros. Para los puristas supuso un sacrilegio contra siglos de tradición culinaria. La revancha fue la de Renato Viola, con la pizza favorita de Luis XIII: tres tipos de caviar, langostinos del sur de Italia, amén de otros prohibitivos productos, sin olvidar el toque mágico del oro en polvo y copos. ¿Su precio? 8.300 euros.
Pero no es pizza todo lo que reluce. El sushi lujoso, obra del chef filipino Angelito Araneta Jr., ofrece piezas de nigiri envuelto en hojas de oro de 24 quilates espolvoreados con diamantes africanos. Cinco piezas cuestan poco menos de 2.000 euros. Bon appétit!
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