La sobriedad de una Reina española en la corte de los belgas
La Reina destacaba por su sencillez, su cordialidad y su corrección
La Reina Fabiola , mediana de los siete hijos de los marqueses de Casa Riera, era discreta y aplicada. Escritora, enfermera y cultivada, aunque no especialmente atractiva, vivía con su familia en la calle Zurbano de Madrid, rodeada de plantas y gatos. Pero cuando conoció a Balduino de Bélgica, se destapó el frasco de las sales y se reveló como una mujer con carácter , mando en plaza y una elegancia extrema.
El día de su boda con Balduino en la catedral de Santa Gúdula imprimió estilo con un precioso vestido de Balenciaga rematado por un cuello de barco forrado de una banda de visón blanco. Añadió otra banda de pieles similar junto a la cadera que daba inicio a la falda del vestido. Eligiendo a Cristóbal Balenciaga, quiso hacer un guiño a España, a la que siempre estuvo muy unida; no en vano, el famoso costurero era de Guetaria, un pueblo cercano al de su tatarabuelo materno, Joaquín de Barroeta-Aldamar y Hurtado de Mendoza. Las mangas del vestido eran de corte tres cuartos, un estilo que la Reina Doña Letizia ha devuelto a la actualidad. Su bouquet también era extremadamente sencillo y español: se trataba de un simple ramo de flores de azahar.
El escote del vestido de novia de Fabiola ha sido, desde entonces, fuente de inspiración para otros famosos vestidos : ha marcado la impronta de los escotes que la actual Reina Matilde ha llevado en múltiples ocasiones, incluída la coronación de su marido, el Rey Felipe de los Belgas, para la que eligió un vestido beige del mismo corte.
Fabiola, al igual que Doña Sofía , nunca cambió de peinado , una melena corta, ahuecada y voluminosa, que a menudo peinaba con pasadores y pequeños tocados. Utilizaba a menudo las maravillosas joyas de la Familia Real belga, entre las que se encontraban importantes diademas. No dudaba incluso en cambiar las piedras principales de su diadema más habitual para variar la pieza según su atuendo. Nunca tubo pudor a la hora de lucir coronas de corte medieval o picos exagerados. Supo llevar el joyero de su familia con sencillez y naturalidad. Le gustaban los pendientes y sobre todo, las perlas, que ha utilizado hasta el final de sus días.
Frente a la sublime belleza de su cuñada, la entonces jovencísima Paola Ruffo di Calabria, Fabiola sabía destacar por su sencillez , su cordialidad y su corrección. Los vestidos de noche de corte imperio y sus magníficas estolas y capas de pieles la hacían destacar sin deslumbrar. Poseía una estupenda colección de abrigos de pieles, chaquetones y prendas con apliques de fourrure. En el día a día, hizo de los trajes sastre de falda sencilla su uniforme, siempre añadiéndoles un tocado, un broche o un bolso que diese ese toque especial que la hiciese más «real». Al final de su vida, muy delgada y con problemas para andar, eligió los trajes de pantalón para el día a día. Doña Fabiola, supo llevar a Bélgica su elegancia española.
Noticias relacionadas