La Duquesa de Cambridge se recupera en la mansión de ensueño paterna
Los Middleton se han hecho ricos con la venta en internet de material para fiestas
La historia de Kate Middleton, de 32 años, tiene algo de cuento de hadas: la plebeya que conquista a un príncipe. Pero la de sus padres no le va a la zaga. Carole Goldsmith, a quien su hija venera, era hija de un chófer que llegó a tener una pequeña empresa de construcción, y nieta de un minero de la Inglaterra dura, extremo que no dejan de afearle los más clasistas en un país que todavía lo es. A finales de los años 70, Carole era azafata en British Airways y allí empezó a salir con un azafato, hijo de un piloto, Michael Middleton, que pronto ascendió a un destino en la terminal de tierra. Se casaron en 1980 y al año siguiente nació la hoy Duquesa de Cambridge. Cuando estaba de baja por el embarazo de Kate, Carole se entretuvo creando en la cocina de su casa un servicio de objetos de decoración para fiestas, una idea más bien amateur para divertir a su círculo de amistades. Pero aquello derivó en una próspera empresa. Se estima que cuando su hija emparentó con los Windsor, en abril de 2011, los Middleton contaban con un patrimonio de 10 millones de euros. Tras la boda, con el plus de publicidad de la realeza y con el auge de las ventas por internet, la empresa familiar, llamada Party Pieces, se disparó. Hoy tiene cuarenta empleados y los padres de Catalina, Pippa y James son millonarios, con unos bienes que rondan los 40 millones de euros.
Hiperémesis gravídica
La Duquesa de Cambridge, embarazada de diez semanas del que será su segundo hijo, se encuentra de baja desde finales de septiembre, aquejada de hiperémesis gravídica, una enfermedad que le provoca náuseas, vómitos y deshidratación. La dolencia ya la había aquejado durante la gestación del Príncipe Jorge y obligó entonces a hospitalizarla. Esta vez se decidió que el tratamiento lo siguiese en su residencia del palacio de Kensington, construido hace 320 años y enclavado en el maravilloso parque del mismo nombre, donde los Duques ocupan veinte habitaciones. Pero a Kate le ha dado la clásica mamitis y estos días convalece en casa de sus padres, en Bucklebury, en plena campiña inglesa, en un paisaje bucólico a unos 80 kilómetros al oeste de Londres. Con ella está su bebé, George, y también la cuidadora del pequeño , la española María Teresa Turrión Borrallo.
En la casa paterna de Manor House, en Berkshire, Kate disfrutará de un entorno menos protocolario y más cálido que en palacio. Pero lo cierto es que no se apeará del lujo. La propiedad paterna es extraordinaria: una mansión georgiana de siete habitaciones, cinco salas, comedor, biblioteca, recibidor, piscina, jardines de postal de 18 acres, pista de tenis, chimenea del siglo XVII y hasta una nueva construcción anexa para albergar al personal de seguridad. No es la casa donde se crió Kate -que lo hizo en la misma zona, pero en una más modesta (entre comillas)-. Sus padres la vendieron en el 2012 por 1,6 millones de euros y compraron Manor por 5,8 millones. Nada que no se puedan permitir con el boyante negocio de los adornos y objetos para fiestas. Los medios ingleses cuentan que al Príncipe Guillermo también le agrada dejarse caer por villa Middleton, porqueel clima hogareño se asemeja más a la vida distendida de una familia al uso, con largas y animadas tertulias tras las sobremesas. Guillermo y Kate se conocieron en St. Andrews, la elitista universidad escocesa donde ella estudió Historia del Arte. Allí se licenciaron también, por ejemplo, el expremier Gordon Brown o el primer ministro escocés, el hoy derrotado Alex Salmond.
Los negocios de los Middleton no siempre han estado exentos de polémicas. Hace unos meses lanzaron una pulsera de colores que Kate se puso pronto en su muñeca, lo que le valió críticas de estar publicitando desde su puesto la empresa materna.
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