Transición Española

Las urnas enterraron a la ultraderecha

Falange acabó dividida en tres partidos, y la franquista Fuerza Nueva de Blas Piñar solo tuvo un fugaz escaño

El ultraderechista Blas Piñar (Fuerza Nueva), durante un mitin en 1980 Luis Alonso
Roberto Pérez

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La firme voluntad de democracia de la sociedad española tras la muerte de Franco y el deseo -cultivado por los grandes partidos de la Transición- de cerrar heridas y abrir una nueva etapa, hizo que ni los nostálgicos del franquismo ni la ultraderecha de Falange encontraran hueco. Las urnas les barrieron.

Los que, desde dentro del franquismo, entendieron que no había otro camino que finiquitar el régimen a la muerte de Franco y abrazar la democracia, tuvieron su oportunidad en las urnas con más o menos éxito. Los que quisieron prolongar el franquismo, compitiendo con sus postulados en las urnas, se toparon con el fracaso.

Los nostálgicos de la dictadura quedaron rápidamente convertidos en anécdota . Blas Piñar fue quien encarnó ese intento a través de Fuerza Nueva , un partido fundado formalmente como tal en 1976, diez años después de que hubiera nacido la empresa Fuerza Nueva Editorial S.A. con el fin de propagar las «esencias» de la sublevación franquista de 1936 y la posterior dictadura.

Blas Piñar -quien en enero de 1984-, notario de profesión y veterano procurador en las Cortes franquistas, fue la cabeza visible de Fuerza Nueva hasta la disolución de este partido en 1982, tras su hundimiento en las elecciones generales de aquel año.

Catalizador de grupos ultraderechistas, Fuerza Nueva no consiguió escaño en las primeras elecciones democráticas (1977), pero sí en las que se celebraron en 1979 . Trabó y lideró una coalición electoral ( Unión Nacional ) que se hizo con 378.964 votos, un 2,11%, lo que le valió a Blas Piñar convertirse en diputado en aquella accidentada legislatura jalonada por la intentona golpista del 23-F.

En los meses previos a las elecciones generales de 1982, la coalición Unión Nacional que lideraba Blas Piñar saltó por los aires. De esa agrupación formaban parte otros grupos de ultraderecha como Falange Española de las Jons, los Círculos Doctrinales José Antonio, Comunión Tradicionalista, Asocaición de Jóvenes Tradicionalistas y la Confederación Nacional de Combatientes. Disuelta esa coalición, Fuerza Nueva se presentó en solitario a las elecciones generales de 1982 y no pudo revalidar el escaño, al obtener únicamente 108.746 votos -30.000 menos de los que obtuvo Esquerra Republicana de Cataluña en aquella misma cita con las urnas o, por ejemplo, 102.000 menos de los que cosechó la proetarra Herri Batasuna-.

Fue el fin de Fuerza Nueva como partido en la escena política española. Punto y final a una fugaz y minoritaria presencia parlamentaria en la que ningún otro partido de la ultraderecha logró hacerse hueco.

Los falangistas, enfrentados entre sí

La Falange no pasó de la irrelevancia electoral. La sociedad del momento, que precozmente apostó de forma mayoritaria por posiciones moderadas de centro, huyó del extremismo y tampoco le dio aire en las urnas. Además, las luchas internas también dinamitaron a Falange , fruto de enfrentamientos que venían de lejos, desde los primeros años del franquism o , desde que el dictador había decidido someter a su voluntad al carlismo y a los falangistas mediante el Decreto de Unificación (19 de abril de 1937) que dio lugar a Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Franco forzó la unificación en contra de una facción de Falange liderada por Manuel Hedilla , quien acababa de ser elegido para cubrir la vacante que se había producido por el arresto del fundador, José Antonio Primo de Rivera . Para eliminar cualquier resistencia a sus planes de contar con un partido único, al servicio del régimen y controlado por Franco, éste mandó detener a Hedilla. Fue acusado de traición y de conspirar contra Franco. Se le condenó a muerte, aunque luego se le conmutó la pena por la de destierro.

Cutro grupos compitieron por el nombre Falange

Aquellos rifirrafes entre los que se consideraban falangistas auténticos -identificados con Hedilla- y los falangistas del franquismo se tradujo en enfrentamiento y división nada más morir Franco. En 1976, cuando se abrió el plazo para que pudieran inscribirse oficialmente las asociaciones políticas, al entonces Ministerio de la Gobernación le llegaron, de golpe, cuatro peticiones distintas que reclamaban el nombre de Falange Española.

De esas cuatro solicitudes, la que se impusó, la que prosperó ante el Ministerio de la Gobernación, fue la que promovieron Manuel Valdés Larrañaga y Raimundo Fernández-Cuesta , este último figura con peso en el franquismo: fue ministro de Agricultura y de Justicia, y ministro secretario general del Movimiento -del partido único-.

Raimundo Fernández-Cuesta se hizo oficialmente, en 1976, con el nombre de Falange Española de las JONS, en detrimento de los otros tres grupos que competían por esa denominación y que tuvieron que conformarse con buscar otros nombres alternativos, aunque similares.

Así, Miguel Hedilla de Rojas -hijo de Manuel Hedilla- acabó integrándose en la extremista Falange Española Auténtica, que promovieron también otros falangistas «joseantonianos» como Ricardo María de Zulueta y Pobes.

Además, surgio otro partido de la misma inspiración, la Falange Española Independiente, promovida por Sigfredo Hillers de Luque , quien en los años 60 había sido uno de los fundadores del Frente de Estudiantes Sindicalistas que se alineó con los grupos falangistas disidentes con el partido único franquista (Movimiento Nacional).

En las elecciones de 1977, tres «falanges» compitieron en las urnas, en todos los casos con resultados marginales : la Falange Española Auténtica fu ela que más votos consiguió, y no pasó del 0,25% del total de sufragios (46.548). Por su parte, Falange Española de las JONS (el partido promovido por Fernández-Cuesta) consiguió tan solo el 0,14%, 25.017 votos; y Falange Española Independiente cosechó un resultado todavía más escuálido, únicamente 855 votos.

Las urnas enterraron a la ultraderecha

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