Luis Ojea - Cuaderno de viaje
Reestructuración bancaria
La integración del Pastor y el resto del grupo Popular en el Santander anuncia la enésima reestructuración del mapa bancario gallego en los últimos años
La integración del viejo Pastor y el resto del grupo Popular en el Santander anuncia la enésima reestructuración del mapa bancario gallego en los últimos años. La entidad que pilota Ana Botín gana el músculo suficiente para poder discutirle en algunos segmentos del negocio financiero el hasta ahora sólido liderazgo de Abanca en la Comunidad. Y ello podría mitigar, al menos en parte, la peligrosa reducción de competencia que supone la desaparición de un operador en un sector cada vez más concentrado.Esa foto que hoy se toma del sector financiero gallego en nada se parece a la que había hace una década. Y detrás de la mudanza quedan unas cuantas lecciones y reflexiones que no deberían pasar inadvertidas.
La primera, que la pretendida potestad de supervisión pública sobre sectores como el financiero es del todo ineficiente. Da pavor pensar que el banco quebrado esta semana superó hace menos de un año el test de estrés realizado por la EBA. La hiperregulación nunca será la solución.
Dos. Sí urge, en cambio, desarrollar el principio de responsabilidad de los auditores externos. Las cuentas de 2016 solo le merecieron al del Popular un “párrafo de énfasis” sin mayores alertas. Y no es ni mucho menos el primer caso (Pescanova, Bankia) en el que podría quedar en entredicho el papel de estas entidades que deberían empezar a asumir parte de la factura de las liquidaciones.
Y tercero. Se acabó la canallada de socializar las pérdidas privadas. Los propietarios y acreedores de la entidad quebrada asumen su error a diferencia de lo sucedido con los preferentistas de las cajas, evitando así el contagio al conjunto de la economía.Ha sido una operación limpia, en la que los accionistas del Popular pierden su inversión y los del Santander asumen los 7000 millones adicionales que costará el saneamiento, sin extender la factura al conjunto de los contribuyentes. Y los muchos sectores pedigüeños de la economía gallega deberían tomar nota del rumbo que con ellomarca Europa: se acabó la barra libre a cargo de papá-Estado.
En cualquier caso, la mano invisible del mercado sigue y seguirá haciendo sigilosamente su trabajo y depurando los excesos e ineficiencias. La reestructuración del sector financiero gallego era inevitable. No se acaba el mundo. Lo que queda es aprender de los errores.
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