Casas de maestros
Memoria de otra escuela
Cientos de viviendas docentes, ligadas en su día a la extensión de la enseñanza, languidecen vacías en la Comunidad. Infraestruturas colabora ahora con los municipios en la recuperación de una treintena de ellas para alquiler social
La carrera por la extensión de las oportunidades educativas en España fue larga. Desde las Cortes de Cádiz y su modelo asociado a los ayuntamientos la construcción de espacios suficientes para garantizar el acceso a la enseñanza fue un reto permanente. La Segunda República estimó más tarde en más de 27.000 los espacios pendientes (la falta de puestos alcanzaba a casi la mitad de la población escolar), y la cifra se mantuvo prácticamente invariable en el plan quinquenal de 1956, que dictó la construcción de viviendas para maestros en cada nuevo edificio escolar, reservando para los municipios una ayuda de 60.000 pesetas por escuela y 40.000 por casa docente. Muchas de esas viviendas, que entonces cumplieron la función de facilitar la instalación de los profesionales de la enseñanza en cada rincón del mapa, languidecen hoy desocupadas, anexas a centros educativos que, no ajenos al crack demográfico, asisten también a la merma de su población escolar.
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Con el fin de revitalizar estas edificaciones con un uso social que al tiempo contribuya a fijar población en el rural la Consellería de Infraestruturas ha publicado una orden de subvenciones dirigida a concellos de menos de 20.000 habitantes con casas de maestros susceptibles de rehabilitación y familias demandantes de alquiler social inscritas en su municipio. Con una partida de 350.000 euros en 2017 y 500.000 más en 2018, la Consellería confía en poder recuperar una treintena de edificaciones, con el objetivo último de ofertarlas bajo alquiler social a familias con pocos recursos. Cualedro (Orense), es uno de los consistorios interesados en el proyecto. Y su alcalde, Luciano Rivero , al igual que la conselleira de Infraestruturas, Ethel Vázquez , uno de esos hijos de maestros que crecieron en viviendas docentes, puerta con puerta a su colegio.
«Viví allí hasta los catorce»
«Es un proyecto que abordamos con mucha ilusión. En mi caso, también en lo personal. Mis padres eran profesores y yo crecí en una de esas viviendas, hoy en total abandono. Tengo 42 años y viví allí hasta los 14. No era el caso de mis padres, pero la mayor parte de los compañeros que vivían allí eran docentes de fuera de Cualedro, que ocupaban la casa durante los días de clase y después volvían a sus ciudades», expone Vidán. La línea de subvenciones convocada por Infraestruturas, apunta, permitirá al ayuntamiento consolidar un proyecto ya iniciado. Las cinco viviendas de maestro que se han propuesto rehabilitar ya cuentan con una subvención aprobada de eficiencia energética a cargo de la Consellería de Economía para el acondicionamiento exterior (recambio de cubierta, sustitución de ventanas, acondicionamiento de fachada y sistema de calefacción). Ahora, subraya, esta nueva convocatoria podrá dar el empujón definitivo a la recuperación de las casas. «Ya estamos elaborando el proyecto para poder acondicionarlas por dentro», señala Rivero, destacando el componente humano de una intervención que, espera, «sea una manera de fijar población en el rural». «Cuando yo estudiaba allí éramos 450 niños en el Vicente Risco, ahora sólo son cuarenta y pico chavales», expone el alcalde.
Hija también de docentes, la conselleira de Infraestruturas recuerda sus años escolares en las viviendas de maestros de Ponteceso. «Lo recuerdo como una familia muy grande, la que formábamos con los demás profesores y sus hijos... Haciendo memoria el otro día con mi madre nos dábamos cuenta de ciertas cosas que ahora resultarían inimaginables: todos teníamos nuestra llave en la puerta. Íbamos juntos a la playa, celebrábamos juntos los cumpleaños, jugábamos todos los días en las canchas, porque sólo teníamos que saltar la verja... Al cole llegábamos muy puntuales, claro. Lo recuerdo como una infancia muy cómoda para mis padres, muy natural y segura. Hace años que están deshabitadas, ahora los profesores van y vienen desde La Coruña, pero entonces estaban siempre ocupadas, y cuando había una vacante se reasignaba enseguida». Vázquez aguarda el éxito de un programa que asume con especial cariño: «Era una demanda que me trasladaban los alcaldes: la impotencia de ver estos edificios caídos., siendo conscientes de su utilidad».