La Marea gallega encalla mientras los partidos se señalan como culpables

A pesar de que durante meses las formaciones evidenciaron sus diferencias irreconciliables, hicieron numerosos llamamientos a la unidad

Pablo Iglesias, junto a Xosé Manuel Beiras en La Coruña Miguel Muñiz

DARÍO DOMÍNGUEZ

Como si de una película policiaca se tratase, el proceso de conformación de una candidatura unitaria de todos los partidos gallegos que se sitúan a la izquierda del PSOE empezó por el final. Si el film empieza por el asesinato, y la trama se desarrolla desgranando los indicios que llevarán hacia el autor material, en este episodio de la política de la Comunidad los diferentes actores desde un primer momento dejaron claro que no iba a ser posible entenderse , y que lo más probable era que la forma final de concurrencia a las elecciones generales de diciembre fuese el de dos listas separadas. Pese a ello, todos los implicados se dedicaron durante este tiempo a hacer llamamientos públicos a la necesidad de confluencia de las fuerzas de este espectro como respuesta a las demandas de la ciudadanía, que intercalaban con reproches hacia el otro bando por sus formas y decisiones.

Las Mareas enseñaron en las municipales que en el clima político actual, y con el empuje de un fenómeno Podemos en horas más altas del que tiene en estos momentos, la izquierda radical entendió que cuanto más unida acudiese a las próximas citas en las urnas mejores resultados estaba en disposición de alcanzar. En esta suma de fuerzas tenía espacio ideológico el BNG , que no solo podía aportar un buen puñado de votos, sino una potente estructura territorial y la carga simbólica de la «unidad» a la que no se habían sumado en mayo.

Con las tomas de posesión de los alcaldes autoproclamados «rebeldes», Internet empezó a llenarse de manifiestos que firmaban principalmente estudiantes universitarios próximos a movimientos nacionalistas. En ellos se declaraban a favor de que todas las fuerzas que se podían encontrar en este espectro político se sumasen a una candidatura conjunta. Con estos pasos simbólicos, los partidos ya tenían el pretexto de la «base ciudadana» para sentarse a hablar .

Divorcio desde la base

En los primeros meses los indicios podían apuntar a la existencia de vías de entendimiento entre fuerzas que no siempre habían estado dispuestas a la negociación. Tras la implosión del BNG en la asamblea de Amio, en la que los discípulos de Beiras, entre otros, dejaron el partido, la de 2015 fue la primera edición de la marcha independentista del 25 de julio en las que cada sigla no hizo su propia convocatoria y fueron todos bajo el mismo paraguas. Incluso los representantes de Izquierda Unida, que formalmente no se declaran nacionalistas, sino federalistas , se dejaron ver por las calles de la capital gallega. Juntos, pero no revueltos, eso sí, ya que los líderes de cada grupúsculo hicieron el recorrido acompañados de los suyos.

Poco duró el ambiente de comunión, ya que ni siquiera las «plataformas ciudadanas» que supuestamente debían impulsar la candidatura unitaria se lograron entender para que hubiese una sola. De una parte Iniciativa pola Unión —afín a los postulados del BNG—, y de la otra Encontro Cidadán por unha Marea Galega —próxima a lo que luego fue el pacto entre Podemos, IU y Anova—, no lograron entenderse en unos estatutos conjuntos ni en el método de primarias . Las desavenencias entre estas asociaciones era solo un síntoma de lo que acontecía entre en el seno de los partidos.

Posturas no negociables

Buena parte del fracaso de la candidatura de unidad se achaca a las posiciones maximalistas en la negociación por parte de los partidos. En un bando, el BNG mostró sus reticencias a pactar una lista con «partidos de obediencia estatal» y exigían que los diputados integrantes de la misma se constituyesen en un grupo parlamentario propio e independiente de la disciplina de estas formaciones.

En la trinchera contraria, Podemos reclamaba que en la papeleta apareciese su nombre y logotipo con una presencia preponderante. Su líder, Pablo Iglesias, acuñó la fórmula «Podemos guión otra cosa» como propuesta a nivel estatal, algo que no cayó bien ni siquiera entre los partidos gallegos con los que luego pactarían. Con el tiempo la formación del círculo rebajó sus pretensiones y asumió la posibilidad tanto del grupo propio como de renunciar al nombre y optar por uno más genérico del tipo «Marea galega». Sobre esto, el portavoz nacional del BNG, Xavier Vence , llegó a afirmar que «la candidatura gallega no puede tener como objetivo hacer ministro a Iglesias», al tiempo que las bases nacionalistas criticaron con dureza la postura de Podemos acerca de la unidad de España.

Así fueron creciendo los recelos entre partidos, y siempre se apuntó a los dos como los dinamitadores del proceso, con un único vínculo de unión que podría tender un puente entre las dos almas de la candidatura. El señalado para tal fin era Xosé Manuel Beiras , máximo mandatario de Anova, ex del BNG, así como amigo y mentor de Iglesias, que se perfilaba como cabeza de lista de unidad y consenso. Pero la realidad estaba muy lejos de esa hipótesis, y fuentes internas al proceso revelaron a ABC que las heridas abiertas en Amio todavía no han cicatrizado y el entendimiento entre Anova y BNG es hoy lejano debido a muchas cuentas pendientes por ajustar.

Último intentos

Con las negociaciones rotas, las dos listas avanzando ya por su lado y un acuerdo firmado por Podemos, IU y Anova , ambos frentes quisieron escenificar una suerte de último intento de acercamiento que se sabía estéril desde su convocatoria. Incluso partidos no adscritos a ninguna candidatura, como Compromiso por Galicia, se ofrecieron como mediadores, sin alcanzar ningún avance y cerciorando el fracaso de la «unidad popular» .

El proceso está ya enterrado y las fuentes tras la rúbrica del acuerdo, como si de la misma película de suspense se tratase y hubiese que convencer a un tribunal, señalaban que «ahora lo que queda es echarse unos la culpa a los otros de que el proyecto no cuajase y ser convincentes para que nos crean». Y como la historia tiende a repetirse, todavía no se descarta que haya un nuevo episodio en las autonómicas de octubre .

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