Pablo Nuevo - Tribuna Abierta
Reforma constitucional y articulación del centro derecha
No deja de ser problemático que el centro derecha se presente sin un conjunto de ideas alrededor de las cuales articular la renovación de nuestro pacto de convivencia
El día de la Constitución ha coincidido con la publicación de varias encuestas en las que, por primera vez, los partidos que quieren reformar la Carta Magna tendrían mayoría en el Congreso de los Diputados. Si bien de ahí no se sigue que necesariamente la que viene sea la Legislatura de la reforma constitucional formal (por ejemplo, habrá que ver los resultados en el Senado para saber si algún partido tiene minoría de bloqueo), sí puede determinar que haya una cadena de reformas legislativas de tal calado que, en la práctica, equivalga materialmente a una reforma de nuestra norma fundamental.
Por este motivo no deja de ser problemático que el centro derecha se presente sin un conjunto de ideas alrededor de las cuales articular la renovación de nuestro pacto de convivencia, pues la experiencia demuestra que quien participa en estos procesos sin un proyecto claro acaba yendo a remolque.
Ahora bien, con carácter previo a la definición de un proyecto propio para la reforma constitucional es preciso que el centro derecha se reconozca en un cuadro de ideas generales a partir de los cuales definir sus propuestas para la vida en común.
En mi opinión, el centro derecha debe optar claramente por un marco de libertad. Frente a la tentación y al espejismo de un poder burocrático benefactor, debe aprender cómo la libertad económica no sólo favorece la eficiencia, sino que conlleva una mejora del ecosistema moral de la sociedad, pues traslada a los ciudadanos el mensaje de que las necesidades de los demás son competencia de todos, no de una máquina burocrática. Revitalización de los principios de subsidiariedad y solidaridad que al mismo tiempo alienta el fortalecimiento de la familia, primera unidad social de solidaridad.
Asimismo debe ser consciente de que la libertad no puede desarrollarse en el vacío. El debilitamiento de los vínculos sociales no genera individuos más autónomos, libres al fin de la moralidad tradicional, sino un agigantamiento de la máquina estatal. Un orden social individualista, desconectado de las exigencias morales que plantea la vida comunitaria y de las instituciones intermedias en que éstas pueden ser aprendidas y vividas, reduce la vida política a la maximización del bienestar material en el corto plazo. Sin responsabilidad personal, se confía que sea el Estado quien procure a los ciudadanos todo lo necesario para vivir de modo confortable.
También debe tenerse en cuenta que únicamente en un espacio cultural concreto, a escala humana e históricamente configurado es posible el disfrute de los derechos individuales. No se trata de sacrificar la libertad a la identidad, sino de que sólo donde hay un mínimo de identidad compartida es posible organizar la convivencia en libertad.
En este sentido, en relación con la cuestión nacional debe advertirse que la Patria merece estima por encarnar la tierra de los padres, ámbito cultural y político que transmite unos valores, los cuales deben ser libremente asumidos y re-propuestos a cada nueva generación de españoles, para que los hagan suyos y proyecten hacia el futuro.
Un centro derecha así configurado está en condiciones de disputar a la izquierda la hegemonía cultural, sin la cual las victorias políticas son insuficientes para avanzar en la consecución del bien común.
Pablo Nuevo es abogado y profesor de Derecho Constitucional