José García Domínguez - PUNTO DE FUGA

¿Referéndum? No, gracias

No se puede legitimar una secesión tomando como base la mayoría en votos

Recuérdese, tras su derrota en el referéndum que tan graciosa y temerariamente dio en convocar aquel adicto a la ruleta rusa que respondía en vida (política) por David Cameron, los separatistas escoceses iban a aguardar treinta años como mínimo, el intervalo de una generación entera, antes volver con su eterna cantinela de siempre. ¿Y qué ocurrió? Pues que los treinta años no llegaron ni a treinta días. El referéndum de Escocia, en muy pedagógica consecuencia, no sirvió para nada. Aquel Cameron al que Dios confunda quiso creer que la querella histórica del secesionista se podía resolver de un audaz plumazo por la vía de ceder a la pretensión plebiscitaria. Ocurrió justo lo contrario. En las antípodas de acabar con la hiperlegitimación democrática de los separatistas, el referéndum únicamente devino eficaz a fin de azuzar aún más la pulsión centrífuga en Escocia. Y es que creer que los separatistas, igual los de allí que los de aquí, iban a respetar las normas en el supuesto de que las urnas les fueran hostiles es indicio de una ingenuidad rayana en lo pueril. Es sabido, el único referéndum definitivo para ellos sería el que ganasen.

El esencialismo democrático, la afección que sufre Cameron, es un camino que no conduce a ninguna parte. Y ello porque el mal llamado derecho a decidir remite en última instancia a una aporía, esto es, a una contradicción lógica insalvable. No se puede legitimar una secesión tomando como base la mayoría en votos. Y no se puede porque el método democrático resulta incapaz para ofrecer una respuesta a la pregunta de quién está legitimado para decidir y quién no. La norma democrática sencillamente se revela impotente a fin de establecer criterio objetivo alguno. ¿Quién puede tomar la decisión sobre quién decide en un referéndum de autodeterminación?¿Quién fija los límites precisos de ese etéreo ente abstracto llamado «pueblo»? Está claro: el que disponga de fuerza bruta suficiente para imponer su propia voluntad al contrario. ¿Referéndum? No, gracias.

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