José García Domínguez - Punto de fuga
El Día del Paro
El problema de España, el genuino, el profundo, el de verdad, no se llama rigidez del mercado de trabajo sino productividad
Hoy, Día del Paro, convendría echar un somero vistazo a la última EPA para reparar en que, por enésimo trimestre consecutivo, las cuatro provincias españolas que presentan un menor nivel de desempleo resultan ser las de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra. Algo, pues, deben de estar haciendo bien vascos y navarros, algo que todos los demás estaríamos haciendo al revés. ¿Cómo entender, si no, que con idéntica moneda, idéntica legislación laboral e idéntico marco regulatorio general, el País Vasco presente un nivel de desocupación de apenas el 12%, la mitad que la media nacional?
La explicación de ese misterio es, por lo demás, muy sencilla: se llama industria. He ahí el rasgo más singular de la economía española, que ellos hayan conseguido reducir el paro hasta niveles equiparables con Europa, habiendo creado, sin embargo, muchos menos empleos en promedio que otros territorios peninsulares. Y es que el País Vasco ha producido pocos puestos de trabajo, pero buenos y bien pagados. El resto de España generó muchos, pero malos, muy malos. Los unos eran turísticos y de la construcción, los otros industriales. Los unos siempre conllevaban bajas productividades asociadas, los otros no. Los unos atraían a inmigrantes de parca capacitación laboral, los otros no. A los primeros se los llevó el primer golpe de viento cuando apareció la crisis, los otros resistieron firmes.
Porque el problema de España, el genuino, el profundo, el de verdad, no se llama rigidez del mercado de trabajo sino productividad. Celebrar que la economía vuelve a fabricar mileuristas en serie es celebrar la muerte anunciada del Estado del Bienestar. Porque el valor de los servicios educativos y sanitarios financiados con impuestos que reciben esos trabajadores excede con mucho a sus aportaciones al sistema. Un desequilibrio que, más pronto o más tarde, devendrá insostenible. Desengañémonos, si volvemos a lo de siempre, a crear empleo de pírrica productividad en lo de siempre, la hostelería, el turismo y el ladrillo, seguirá sin haber futuro. Nada hay que celebrar.