José García Domínguez

Estiércol contra Tarradellas

El propósito último de los inductores de aquella bajeza era evidente: acusar a Tarradellas de delator y, en consecuencia, de cómplice de los que fusilaron a Companys

Uno de los episodios más rastreros de la intrahistoria de la Cataluña contemporánea aconteció cuando Tarradellas osó referirse al pujolismo germinal llamándolo «dictadura blanca». Pues de ahí la orden de verter cubos de estiércol, huelga decir que sufragados con cargo al presupuesto de la Generalitat, sobre su figura histórica. Misión que le sería encargada a Josep Benet, aquel eterno conspirador montserratino que, siempre tan lúcidos, los comunistas del PSUC acabarían presentando como candidato propio para presidir Cataluña frente al otro clásico de las conjuras montserratinas, el propio Jordi Pujol. Enfrentamiento que no impediría que, al poco de la inopinada victoria de la hoy difunta CiU, Benet transitara de cabeza de lista de los comunistas a fidelísimo servidor de los intereses convergentes desde el despacho de dirección de un llamado Centro de Historia Contemporánea de la Generalitat. Como después se acabaría sabiendo, su muy sórdida misión allí consistió en tratar de implicar a Tarradellas, un sinfín de insinuaciones mediante, en la detención de Lluís Companys por parte agentes de la Gestapo en Francia. El propósito último de los inductores de aquella bajeza era evidente: acusar a Tarradellas de delator y, en consecuencia, de cómplice de los que fusilaron a Companys. En «Una vida entre burgesos», las imprescindibles memorias de Manuel Ortínez, se nos informa así del asunto:

«En el libro del señor Benet sobresale como la cabeza de una serpiente una palabra: «delación». De hecho su libro es una invitación a que el lector convenga en que Josep Tarradellas fue un traidor a Cataluña. Pero la aparición de la palabra «delator» tiene un alcance más amplio: me consta que Benet, desde su cargo de director del Centro de Historia Contemporánea de la Generalitat, se encaminó a la investigación de las presuntas responsabilidades de Josep Tarradellas en la detención del president Companys por agentes de la Gestapo. Se ha llegado a decir que se consultaron los antiguos archivos de la policía política alemana. Evidentemente, no pudieron encontrar nada».

Ah, la dictadura blanca.

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