José García Domínguez - Punto de fuga
La vía canadiense
En una democracia constitucional nada es sagrado; nada, salvo el respeto a la Ley. Y la Ley ofrece una vía a Iceta y a lo que queda del PSC para que puedan consumar su deseo
La vía canadiense, recurrente conejo en la chistera del PSC, ha vuelto a escena por enésima vez, ahora de la mano del consumado funambulista Iceta. Ocurre, sin embargo, que tampoco en Canadá existe derecho alguno a violar la soberanía nacional por parte de ningún territorio integrado dentro de sus fronteras nacionales. Esa fantasía tan cara a Iceta y sus equidistantes no es más que eso, una fantasía, el sueño febril de una noche de verano. Bien al contrario, lo que hizo el Tribunal Supremo de la Federación en su momento, allá por el cambio de siglo, no fue más que ratificar que la potestad última sobre la integridad territorial del Estado corresponderá siempre y en cualquier circunstancia a la nación canadiense. Única y exclusivamente a la nación canadiense, caro Iceta. Ergo, tendrían que ser todos los ciudadanos de Canadá, no solo los habitantes de Quebec, quienes autorizasen una eventual fractura del sujeto soberano, y ello a través de una reforma constitucional que debería ser sometida a escrutinio entre ese mismo sujeto soberano, la nación canadiense, a castrar. Pese a lo que parece creer el ínclito Iceta, no otra cosa distinta sentencia la celebérrima Ley de Claridad.
Por lo demás, en una democracia constitucional nada es sagrado; nada, salvo el respeto a la Ley. Y la Ley ofrece una vía a Iceta y a lo que queda del PSC para que puedan consumar su deseo: la legitimación que asiste al Parlament de Cataluña a fin de proponer una reforma constitucional. Derecho muy real que, sin embargo, el PSC se empeña en querer desconocer. En otro orden de contrariedades, si la unidad de España no es sagrada, la de Cataluña tampoco. ¿Tendrá noticia Iceta de que esa Ley de Claridad a la que tanto apela permitiría segregarse de Quebec para seguir perteneciendo a Canadá a los territorios de la provincia que votasen contra la independencia? Y si lo sabe, ¿por qué no lo dice nunca en público? Ah, los pequeños aprendices de brujo.