Joan Carles Valero - Letras expectativas

Autolesionarse

El independentismo ha sido la utopía disponible en Cataluña para canalizar la ansiedad de las clases medias o acomodadas

Deseo de autolesión aparece como un síntoma del trastorno límite de la personalidad, pero también pueden autoagredirse quienes presentan depresión o ansiedad, insensibilidad emocional o sensaciones de fracaso u odio a sí mismo, además de baja autoestima o perfeccionismo, entre otros desordenes.

Nick Clegg, que fue viceprimer ministro de Reino Unido, dijo en marzo en Barcelona que su país «se arrepentirá enormemente del Brexit», porque a su juicio esa decisión colectiva es «uno de los actos de autolesión más extraordinarios tomados por un país democrático en la era moderna». Lo mismo está ocurriendo en Cataluña. Hace unos días, escribí en estas páginas que los seguidores del procés se comportan como esos adolescentes que se tatúan a cuchillo una ballena azul como primera prueba de un macabro juego en el que se infringen sufrimiento y que finaliza con el suicidio, igual que esos gigantes de los mares deciden acercarse a morir a las costas.

Detrás del malestar frente a la globalización y la crisis económica, no solo están los perdedores que reaccionan atraidos por el populismo de izquierdas. El independentismo ha sido la utopía disponible en Cataluña para canalizar la ansiedad de las clases medias o acomodadas que, aun manteniendo ingresos y empleo, por motivos de miedo o rechazo al cambio tecnológico u otras circunstancias, se han abonado al populismo estelado. La prueba de que el independentismo no es el reflejo de los perdedores de la crisis en Cataluña lo demuestra el Bajo Llobregat, donde el impacto de la crisis económica ha sido brutal, pero las fuerzas separatistas son residuales.

Habrá que averiguar por qué en la sociedad catalana ha calado la demanda del populismo estelado, cuando se está comprobando que esa conducta es claramente autolesiva en términos de bienestar social, económico y de salud mental.

Eduardo Mendoza, premio Cervantes 2016 y autor de «La ciudad de los prodigios», sobre su Barcelona natal, recordaba hace unos días que la historia nos enseña que no se grita por las calles que no hay democracia cuando realmente no hay democracia; «si te dejan salir a gritar lo que te da la gana es que las cosas no están tan mal». Lo mismo ocurre en TVE cuando sus periodistas critican intromisiones gubernamentales: pueden hacerlo porque hay democracia. ¿Es posible la disidencia en TV3 y Catalunya Ràdio?

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