SOCIEDAD

El pueblo de León y el Clero acaban en tablas

El Cabildo de San Isidoro y el Ayuntamiento cumplen un año más con la ceremonia de Las Cabezadas

La Corporación Municipal se despide tras la Ceremonia de las Cabezadas ICAL

EFE

No hay forma de que León y el Cabildo de San Isidoro se pongan de acuerdo sobre si las ofrendas al santo son una acto «libre y voluntario», como sostiene el pueblo, o una «obligación», como cree el clero, debate que, un año más desde el siglo XII, ha quedado «en tablas» en la ceremonia de Las Cabezadas.

Se trata de una tradición en la que el pueblo acude a agradecer a San Isidoro con un cirio de arroba bien cumplida y dos hachones de cera su mediación para que acabara con la pertinaz sequía que asoló a campos y frutos en 1158, bajo el reinado de Fernando II y época de esplendor del viejo reino.

Desde entonces, cada año, el clero cree que el pueblo se ve obligado a repetirlo, pero éste defiende que se trata de un acto libre, por lo que, cada último domingo de abril, un representante municipal, el llamado síndico, y uno del Cabildo, el capitular, discuten sin acuerdo y se intercambian regalos.

En esta ocasión, ha ejercido de síndico la concejala de Cultura y escritora, Margarita Torres, que ha acusado al clero de «cabezonería» por no dar su brazo a torcer, mientras que el representante del clero, Manuel García, advertía a la representante del pueblo de León que «predicar en el desierto es sermón perdido», como bien sabe la Iglesia. «Ustedes son cabezones por definición», ha apostillado la sindico municipal.

Torres también ha pedido al Cabildo que este año no les den a probar el vino de San Isidoro, que ha calificado de «arma de destrucción masiva», porque, ha advertido: «alcalde que lo cata, alcalde que no repite».

El representante del Cabildo ha respondido entonces a la edil que el sabor de ese vino «santo» es «generoso y fuerte», además de «muy católico» porque «el que lo bebe se cae de rodillas».

Después de que cada uno de los protagonistas de este debate sin fin encomendaran a sus secretarios dejar constancia del empate en «buen papel y tinta indeleble», el alcalde de León, Antonio Silván, entregó el cirio y los hachones al abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez.

Tras el debate se ha oficiado una misa para, a la conclusión, los representantes del pueblo, esto es, la corporación municipal, alejarse de la portada principal de San Isidoro haciendo las tres reverencias, el gesto que da nombre a Las Cabezadas que, por esas cosas de los empates, tendrá prórroga de nuevo el próximo año.

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