Fernando Conde - Al Pairo

Dios

«Me sigue admirando que a estas alturas de la Biblia la izquierda más reaccionaria siga tan encelada contra Dios y, sobre todo, contra su Iglesia»

Tal vez una de las grandezas de Dios, si es que existe, sea esa capacidad suya para estar de continuo en la boca de quienes, paradójicamente y para más inri, dicen no creer en su existencia. Acuclillarse en cueros y de palabra sobre él es una costumbre muy extendida entre cierta militancia . A un militante vecino, autoproclamado ateo de primera hora y de izquierdas veinte minutos antes, le hice ver en cierta ocasión que si bajaba del cielo a Dios y a su madre tan a menudo era porque, en el fondo, su subconsciente culpaba a madre e hijo de todas sus desdichas, por pequeñas que éstas fueran; porque si no, sería de tontos echarles la culpa. Me miró raro; quizá acababa de comprender que era un creyente convencido.

Un grafiti en el metro de Nueva York reza: «Dios ha muerto (Nietzsche). Nietzsche ha muerto (Dios)» . De lo segundo todos tenemos plena constancia; de lo primero… sólo Nietzsche. Acordarse de Dios, para bien o para mal, es una actitud muy humana. Para algunos, prosélitos mayormente, Dios es el consuelo ante lo incomprensible, la esperanza ante la desesperanza y el aliento -y alimento- cuando la cosa se pone fea. Para otros, «contrasélitos» ellos, es el cultivador del opio del pueblo, una forma facilona de explicar lo inexplicable y el Bálsamo de Fierabrás de quienes, a su entender, prefieren no preguntarse mucho.

Reconozco que me sigue admirando que a estas alturas de la Biblia la izquierda más reaccionaria siga tan encelada contra Dios y, sobre todo, contra su Iglesia. Que la Iglesia no es un dechado de virtudes nadie lo puede negar porque nada de lo humano le es ajeno , y la Iglesia no deja de ser una comunidad de hombres. Pero igual que hay, aunque parezca una contraditio in terminis, ha habido y habrá muchos ricos -nuevos y viejos- en las diversas variantes del Partido Comunista , también hay pecadores, con hábito y sin él, en la Iglesia. Lo que resulta absurdo es pretender negar el peso que la religión ha tenido y tiene en la cultura occidental. Porque si de algo es hija Occidente es justamente de la cultura judeocristiana , que atraviesa veinte siglos de Historia y la explica.

Ir contra la Iglesia Católica y negar que todo, nuestras tradiciones, nuestras costumbres, nuestro calendario, nuestros ritos, nuestra visión del mundo está impregnada de la herencia de Saulo de Tarso es tan ridículo como negar que el marxismo más recalcitrante sigue vivo y militante. La diferencia es que los católicos normalmente no se acuclillan en cueros y de palabra sobre Marx, el Dios comunista, quizá porque, aunque no crean en él, respetan y aman al prójimo como a uno mismo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación