Rugby: amor de madre

Algunas de las componentes del equipo femenino Águilas Rugby Toledo compaginan su trabajo y la maternidad con su pasión por el exigente juego del balón ovalado

Elena, Mar, Bea (con Santi en brazos) y Lola, acompañadas por Nacho, la pequeña Lola y Gonzalo Luna Revenga
Manuel Moreno

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María del Mar Galán Sánchez (Toledo, 1975) acude al entrenamiento con sus dos chavales, Nacho (9 años) y Gonzalo (5 primaveras). Hace frío y la tarde-noche no acompaña en la antigua escuela de educación física de Toledo, donde entrenan y juegan las Águilas Rugby Toledo, un equipo femenino que cuenta con 32 fichas.

A sus 41 años, Mar compagina su apasionada afición por el juego del balón ovalado con su empleo como trabajadora social en un centro de día para la atención de adolescentes y familias. El trinomio trabajo-maternidad-rugby lo lleva bien gracias a su pareja, Ignacio, al que conoció precisamente practicando este deporte. «Mi marido me apoya al cien por cien. Pero en mi familia mi madre, María Dolores, no ve bien que juegue al rugby. Conoció a un chico que sufrió una lesión medular practicando este deporte y tiene miedo de que me pueda pasar algo similar», explica.

Sin embargo, Mar no es nueva en correr por la banda. Comenzó a jugar con 21 años y lo dejó cerca de la treintena. «Tuve a mis dos hijos, los he cuidado y he vuelto a jugar», resume.

Regresó a los entrenamientos la temporada pasada, tras un concierto donde coincidió con las chicas de las Águilas. «Propusieron jugar un partido contra las veteranas, luego me pidieron que me incorporara al equipo, y hasta ahora. Tengo intención de seguir», afirma. «He recuperado tiempo para mí, para practicar el deporte que me gusta, en el que hay valores importantes, como la lealtad, la fortaleza, la unión, la sinceridad, la constancia y el compañerismo. Por eso volví», sentencia Mar, cuyos dos hijos ya han jugado a este deporte.

El rugby tiene valores como la lealtad, la fortaleza, la unión, la sinceridad, la constancia y el compañerismo

María del Mar Galán Sánchez

Ella no es la única madre en las Águilas. María Dolores Rodríguez Potenciano, Lola en las alineaciones, tiene una niña de 7 años. «En mi trabajo, la gente no sabe que juego al rugby —desvela—. No se entiende;por la edad que tengo, debería dedicarme a deportes con menos contacto, pero esta afición viene de hace tiempo». Licenciada en Derecho y procuradora de tribunales desde 2004, Lola (Toledo, 1981) jugó con el club Rugby Toledo durante cinco años, desde 1997 hasta 2002.

Regresó con ficha federada esta temporada. Su hija, Lola, va camino de las 8 primaveras y también practica el deporte de su madre. «Ya tengo más libertad», reconoce la progenitora, que acude asiduamente con su hija tanto a los entrenamientos como a los partidos.

Las Águilas Rugby Toledo entrenan los martes y los jueves, entre las 20 y las 22 horas; también están los encuentros oficiales o amistosos cada fin de semana. Y Lola puede con eso y mucho más.«Cuando se quiere, se consigue», es su premisa. «Hay que encontrar un punto de equilibrio para compaginar todo», y para eso también tiene a su marido, Federico, exjugador de rugby. «Él entiende perfectamente mi afición por este deporte y me echa un capote cuando es necesario», afirma Lola, quien cumplirá 36 años el 2 de enero. «Pero, con la edad, los golpes no sientan igual de bien», reconoce mientras esboza una sonrisa.

Elena Mejía Navarro (Seseña, 1976) no deja a su marido ni a sol ni a sombra: juntos en casa y en el campo de juego. Santiago Fernández dirige el equipo de las Águilas junto con Jorge Redondo, alias «Lomu». Además de jugadora, Elena es administrativa en un hospital de Toledo, ciudad a la que llegó hace años para estudiar Empresariales. En 1998 se enroló en el Club Rugby Toledo, donde permaneció hasta 2004. En 2015 volvió a los entrenamientos con las Águilas, donde sus compañeras la llaman «madre», aunque no tiene hijos. Pese a arrastrar los efectos de una lesión desde el pasado año, Elena tira de coraje en un deporte «que une». «Ya veremos si me tienen que operar en enero», anuncia.

Bea quiere volver

Beatriz Arrogante Vallejo (Bargas, 1980) cuenta los días para volver con su equipo (la campaña que viene, quizá), en el que siempre se la conocerá como «Bea, la capitana». Se dedicó al rugby los cinco años de su etapa universitaria, luego lo dejó por trabajo (administrativa de profesión) y lo retomó hace otros cinco años, cuando las Águilas aparecieron sobre el campo de juego. En 2014 pasó de jugadora a delegada del equipo para quedarse embarazada. Su hijo, Santiago, cumplirá un año el 6 de enero. «Tengo una casa, una pareja (Jesús) y el crío. No es fácil compaginarlo», admite Bea. «A mí me gustaría volver, porque un jugador de rugby nunca deja de serlo, siempre estás vinculado al club, en la retaguardia. Si me aceptan las chicas la temporada que viene, me encantaría volver con ellas», lanza como propuesta.

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