Medallistas mochileros

Un grupo de chicos del club Oriol Imperial de Toledo viaja en furgoneta hasta Países Bajos para lograr un campeonato y un subcampeonato del mundo en salvamento y socorrismo

Manuel Moreno

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A sus 27 años, Jorge Ortega tiene ya mucha mili, y miles de kilómetros, en una modalidad deportiva poco conocida en España: salvamento y socorrismo. Es entrenador del club Oriol Imperial de Toledo , que este verano ha puesto una pica en los Países Bajos: campeón del mundo sub-18 por clubes en el relevo de 4×50 metros obstáculos y subcampeón en el relevo de tubo en playa, además de lograr otra medalla de bronce en el relevo sprint.

A esos formidables e imprevistos resultados por equipos después de veinte pruebas (el entrenador y sus pupilos reconocen que no los esperaban), se suma la «galáctica» actuación de Álvaro Collado en pruebas individuales. En el país de los tulipanes, este estudiante de ingeniería mecánica en Madrid se colgó al cuello, a sus 17 años, siete preseas: tres de ellas representando a la selección española junior y otras cuatro con su club de toda la vida en la categoría sub-18.

A pesar de esos apabullantes guarismos y la cosecha de medallas, Jorge Ortega no se pudo permitir el lujo de llevar a sus chicos hasta los Países Bajos en avión. Salía muy cara una semana allí y había que abaratar el coste. Por ello, él y siete miembros del club se subieron a una furgoneta y se metieron casi cuatro mil kilómetros entre pecho y espalda para ir y volver. Cada uno pagó 400 euros para cubrir el presupuesto para los siete días, excepto Álvaro Collado, quien soltó 200 euros porque parte de sus gastos los cubrió la Federación Española de Salvamento y Socorrismo al ser miembro de la selección nacional junior.

Saltarse las clases

Sin embargo, todos los miembros del equipo toledano no regresaron a España en la furgoneta. Mario Corral , uno de los campeones del mundo, tuvo que comprar apresuradamente un billete de avión para volver a Madrid: desde la Universidad Politécnica, donde estudia ingeniería biomédica, se le advirtió que sería expulsado, si no regresaba inmediatamente, por haber acumulado varias faltas de asistencia a clase.

Aunque se lo explicó a sus profesores antes de marcharse, el chico tuvo que saltarse las primeras clases del curso para lograr, nada más y nada menos, ser campeón y subcampeón del mundo por clubes, además de colgarse otra medalla de bronce. Casi nada.

«En Australia el salvamento y el socorrismo es como el fútbol en Europa»

Jorge Ortega, entrenador del Oriol Imperial Toledo

Lamentablemente, el salvamento y el socorrismo no están tocados por la varita mágica del reconocimiento popular y mediático. Eso supone la falta de patrocinadores y, por tanto, la escasez de dinero. Para gastar lo justo, estos campeones y subcampeones del mundo se vieron obligados a dormir en la calle: unos, dentro de una tienda de campaña, y otros, en la furgoneta.

Ya les hubiera gustado a Jorge Ortega y a sus chicos que España fuera Austrialia, a la que, por cierto, vapulearon en este último campeonato mundial. En el país de los canguros, los campeones nacionales pueden ganar miles de euros y vivir de este deporte. Ortega cuenta que allí los estudiantes tienen hasta una asignatura obligatoria, «Lifesaving», en la escuela. «En Australia el salvamento es como el fútbol en Europa», afirma el joven entrenador del Oriol Imperial, que contó con el patrocinio de Foncamo para la aventura por tierras holandesas.

Álvaro Collado
Álvaro Collado- Ana Pérez Herrera

A sus chicos no les han regalado los títulos, han entrenado muy duro (hasta seis horas diarias, de lunes a sábado, este verano) para alcanzar el éxito. Gonzalo Valero, Ignacio Calleja, Daniel Sánchez y el campeonísimo Álvaro Collado se lo contaron a ABC. A la cita, sin embargo, no pudieron asistir Jorge Plaza , Mario Corral y Mario Gómez , que viven en Guadalajara.

Gonzalo, Ignacio, Daniel y Álvaro tienen un denominador común:los cuatro son del toledano barrio de Santa María de Benquerencia, «del Polígono de toda la vida». Gonzalo, medalla de bronce en 4x90 metros sprint, comenzó a nadar a los cuatro años de edad. Fue el consejo que dieron a este estudiante de cuarto de ESO para corregir los problemas en su espalda. Ahora, a sus 15 años, este futuro ingeniero no necesita seguir rigurosas dietas de comidas y puede que su secreto para nadar como lo hace sea su plato favorito: patatas fritas con huevos.

A la misma edad que Gonzalo empezó Ignacio (también medallista de bronce en 4x90 metros sprint) a dar patadas dentro de la piscina. Fue su padre, que le apuntó en el desaparecido club Benquerencia, quien le dio la oportunidad.

«Tenía miedo al agua»

Ocho años tenía cuando Daniel (subcampeón en el relevo de tubo de playa) comenzó a nadar como los perritos. «Tenía bastante miedo al agua y un verano me solté a nadar. Mis padres no quisieron desaprovechar ese momento y me apuntaron al club Oriol», recuerda este joven de 18 años, estudiante de un grado superior de Informática por FP.

Le escucha atentamente Álvaro Collado, quien luce sus siete medallas. «No esperaba conseguir tantas», admite este estudiante de la Universidad Carlos IIIde Madrid. Miembro de la selección española junior desde julio, va a clase hasta Leganés por la mañana y nada por la tarde en la piscina de su barrio, el Polígono. Lamenta que su deporte no está reconocido, con lo que no aspira a vivir en la residencia «Joaquín Blume» como deportista de alto rendimiento. «No me han llamado ni lo van a hacer», responde resignado este estudiante que iba para ingeniero aeroespacial, pero que su nota tras la PAEG no le permitió acceder.

Los chicos de Ortega se han tomado unos días de vacaciones y no entrarán en la piscina. Esperan recibir, en este intervalo, una llamada desde el Ayuntamiento de Toledo con el siguiente mensaje:«Recibiréis los 1.500 euros prometidos como subvención». Un poco más tampoco estaría mal. Estos deportistas (mochileros) se lo han ganado.

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