El milagro de «La Madriguera de Papel»
Una socióloga está al frente de una librería de Toledo, abierta hace casi cuatro años, en la que un economista y un periodista han puesto también su granito de arena para driblar la crisis. Y eso que un 35% de españoles no lee nunca un libro

Mayo de 2013. Una coqueta y pequeña librería, La Madriguera de Papel , abre sus puertas en un reducido oasis comercial en la urbanización Valparaíso de Toledo, muy a las afueras de su casco histórico. «El origen surge de un momento crítico, la falta de trabajo en plena crisis y con hijos a los que mantener. La ubicación de la librería cierra el círculo de una etapa de estar siempre lejos de casa dedicada a la cooperación internacional y volver al lugar donde pasé mi infancia», explica Natalia Magariños Laguía (Sudáfrica, 1972), la dueña del negocio, una licenciada en Ciencias Políticas y Sociología.
Natalia nació en el país africano porque sus padres trabajaron allí diez años como médicos en una misión humanitaria. Sus progenitores prefirieron volver a España en la época del apartheid «para evitar que sus hijos —mi hermano mayor, Gerardo, y yo— creciéramos en un ambiente racista», recuerda la gerente de la librería.
«Donde está ahora la tienda sólo había campos de retamas y madrigueras que veía cuando era niña, a través de la ventana, desde la casa de mi madre, en los Cigarrales de Vistahermosa —añade—. De ahí también el nombre de la librería, un homenaje a lo que fue monte de perdices y conejos. Lo de ‘Papel’ fue un apellido que se le ocurrió a mi hermano Carlos, que está conmigo desde el inicio».
Carlos Magariños Laguía (Toledo, 1975), licenciado en Ciencias de la Información, es la segunda pata del taburete, cuyo tercer soporte es Patxi Yagüe Egaña (San Sebastián, 1968). Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, se incorporó al proyecto solamente un año más tarde y «se ha convertido en imprescindible», resalta Natalia.
Fuerzas y ahorros
La Madriguera de Papel empezó siendo un local dividido en dos plantas (la baja, de 4x8 metros, y una alta, de 4x4 metros), unidas por una gran escalera que «siempre ha sido un atractivo para todos los niños. Su primer impulso siempre ha sido correr escaleras arriba», ilustra Natalia. «Actualmente, los niños se dispersan por la zona ampliada, porque está claro que nuestros clientes necesitaban más espacio», reconoce. Por eso, cuando el precio de los alquileres se lo permitió, Natalia, Carlos y Patxi han ampliado las instalaciones de la librería en 48 metros cuadrados más, empleando para ello «todas nuestras fuerzas y también nuestros ahorros».
La librería surge de un momento crítico por la falta de trabajo en plena crisis y con hijos a los que mantener
Natalia Magariños, propietaria
Probablemente, a Natalia le ha ayudado en esta apuesta empresarial los años que trabajó en Palestina para el consulado y la Oficina Técnica de Cooperación del Ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén; luego en proyectos financiados por la Unión Europea dirigidos a beduinos de la zona de Jericó (Palestina) y, posteriormente, para la Cruz Roja. «Todos fueron siempre trabajos relacionados con la ayuda humanitaria. ¿Si me ha servido para mi negocio? En la vida todo sirve, pero de aquellos años me quedo con la fuerza y el espíritu de supervivencia de los que no tienen nada que perder», reflexiona.
La rivalidad de internet
La Madriguera de Papel está superando la durísima rivalidad de internet gracias a la fidelidad de sus clientes. «Cuando cerraron la librería barcelonesa Negra y Criminal , leí que una razón determinante fue que los libreros aconsejaban libros que más tarde los clientes encargaban por internet. En el caso de La Madriguera , el proceso es al contrario; los clientes buscan recomendaciones en internet y después nos los encargan a nosotros. Es una elección decisiva para nuestra supervivencia», agradece Natalia.
A esa lealtad de sus clientes ayuda muchísimo que el precio del libro de literatura sea fijo, ya que cuesta lo mismo por internet que en cualquier establecimiento, desde el más grande al más pequeño. «Esto también es un factor importante a la hora de no perder clientes; por el mismo precio, estos pueden elegir entre sus compadres más cercanos o unos desconocidos todopoderosos», ejemplifica la propietaria del local, donde también se imparten variopintos talleres para todas las edades y gustos.
Pero, ¿cuánto se lee en nuestro país? El informe La lectura en España, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), confirma una triste realidad: un 35% de los españoles no lee nunca un libro. Mientras el promedio de lectura es de solo 13 minutos al día, dedicamos cuatro horas a la televisión. No obstante, el porcentaje de las personas que leen al menos una vez a la semana alcanza el 47,2% de la población, ya que se ha incrementado 11,2 puntos en los últimos 15 años. Y son las mujeres de entre 30 y 55 años, con formación universitaria y residentes en grandes ciudades, las que más leen en España.
«Aunque en términos generales se lee poco, la población que principalmente tenemos en el barrio, niños y jóvenes, sienten un gran interés por cuentos y sagas juveniles», explica Natalia. «Entre los 7 y 14 años son grandes lectores y, en edades inferiores, los padres siguen interesados en regalar cuentos a sus hijos. Cuentos que cada vez son más atractivos y su reemplazo por lo digital es inalcanzable. El libro electrónico creo que convive, de momento, bien con el papel . Mucha gente lee en digital, le sirve como filtro para discriminar; cuando le gusta la novela, se la compra en papel o se la regala a sus amigos y familiares», desvela la librera.
La Madriguera ha capeado la crisis y ha ampliado sus instalaciones en 48 metros cuadrados
Pero el papel es el papel. «El atractivo hacia el libro sigue siendo poderoso», subraya Natalia, quien menciona una anécdota que contaba el famoso escritor argentino Jorge Luis Borges: «Entró en una librería, acarició y olió uno de los libros, y le dijo al librero: ‘¡Qué pena no poder llevármelo, porque lo tengo exactamente igual! Sigue existiendo».
La vocación inicial de La Madriguera era solo la de librería, aunque la papelería y los talleres infantiles son ahora un «componente muy importante» para que las familias se acerquen con más frecuencia al local y «haya siempre muy buen ambiente».
La otra mitad del éxito
Aquí entran en juego los colaboradores de la librería. «Son la mitad de nuestro éxito, buenas personas y profesionales que dan lo mejor de sí mismos. La más especial es Celia Sánchez Vargas , quien, desde que abrimos, alimenta el espacio digital Celia Recomienda con reseñas de lo que ha leído. Comenzó con nosotros con nueve años y hoy, con trece, sigue leyendo y escribiendo. Sorprende su compromiso con la lectura y con nosotros; es muy divertido, a través de sus recomendaciones, ver cómo ha crecido», cuenta Natalia.
Otra colaboradora «muy especial» es Mar Azabal , una ilustradora que logra que en sus talleres los chicos aprendan a expresarse a través de sus dibujos. «Son también de la familia Lede y Lesby Caballero, expertas en Harry Potter , que han ofrecido unos talleres temáticos muy originales, como los de manualidades que iniciara Dioni Berrocal . Jesús Izquierdo , nuestro músico, y Kuchiyo , comentarista bibliográfico. Lilla Moreno, Helena Dimas e Irene Serrano también colaboran con nosotros. Además, Teresa, Biyanka, Mila, Chelo y Carmen Ballesteros son cinco mujeres que, como los dedos de una mano abierta, siempre han estado cerca para sostener lo que no se ve», enumera la dueña de la librería, un oasis para la imaginación.
Gracias a la ampliación de las instalaciones, la arquitecta Marisa García Bascones ya imparte talleres de arquitectura para niños, mientras que el escritor David Luna inaugurará un espacio para recomendar libros y audiovisuales sobre ciencia ficción. Abrirán igualmente la puerta a la fotografía y al arte. También habrá cine, presentaciones de libros, conciertos y conferencias didácticas sobre música... La Madriguera es, «a veces, casi como la biblioteca del barrio» , afirma Carlos Magariños. Mejor aún. «Es un lugar de encuentro, agradable y acogedor, donde no hay clientes, sino amigos », recalca Patxi.
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