«Los gobiernos españoles han permitido, con la educación, el odio a España en Cataluña»

Entrevista a Felipe Hernández Ponos, profesor jubilado, que ha publicado «La maestría de Azarquiel»

Felipe Hernández Ponos, en el instituto donde trabajó hasta su jubilación Luna Revenga
Manuel Moreno

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Un jovencísimo Felipe Hernández Ponos (Toledo, 1946) llegó en 1968 a la extinta Escuela de Maestría Industrial de Toledo —actual IES Azarquiel— con su flamante título de ingeniero técnico industrial bajo el brazo. En aquella época, la formación profesional dependía de un patronato y los directores podían contratar según las necesidades. Francisco Domínguez Felipe, entonces director del centro toledano, dio una oportunidad a Hernández Ponos. Fue su primer y único destino en toda su carrera docente hasta 2010, cuando se jubiló. Cuando Felipe se unió al claustro de profesores, la escuela solo llevaba un año abierta. Medio siglo después, entre las mismas paredes del centro donde dio clases, el veterano profesor presenta este lunes (19.30 horas) su libro «La maestría de Azarquiel», de 215 páginas.

¿Qué cuenta en él?

No he querido hacer un libro de historia al uso, ni con muchos datos ni con mucha documentación, porque no me parecía oportuno. Podíamos decir que es un libro de recuerdos, de los hechos más trascendentes o influyentes en los 50 años de historia del centro. También es un libro producto de conversaciones con profesores que estuvieron durante aquellos tiempos.

En el título juega con los orígenes del centro dedicado a Azarquiel, astrónomo y geógrafo de Al-Ándalus.

Hay una época importante en el centro, el comienzo, cuando en Toledo se le conoce como La maestría, con un tono un poco despectivo; se le consideraba un poco inferior y con un alumnado distinto al de los institutos. Esos primeros años tuvimos que luchar contra esa idea. Eso nos obligó a luchar mucho y facilitó que, cuando entró la Logse (1990), despegásemos con fuerza.

¿Cómo vivió el episodio de los montañeros?

Es otro hecho un tanto dramático, que fue señero y que conoció toda España. En 1986, el grupo de montañismo del centro [entonces instituto politécnico] se perdió en los Picos de Europa, en el Naranjo de Bulnes. Casi todos eran estudiantes de FP de electricidad, de entre 18 y 20 años, que iban al cargo de un profesor, Ricardo Brasal López, montañero con experiencia y amante de la naturaleza. Durante una semana tuvieron conmocionados a todos los toledanos y a toda España. Afortunadamente, todo salió perfectamente y todos fueron localizados con vida. Ellos habían conseguido ponerse a salvo en un refugio, pero no funcionaba la radio y no podían contactar con la gente.

«Ya hay muchos padres que se dan cuenta de que optar por la formaciónprofesional no es ninguna tontería»

Usted comenzó con la tiza en 1968, ¿otros tiempos fueron mejores para la educación en España?

En los 50 años de historia del centro hemos vivido cinco planes de estudios generales, dos hechos por el Gobierno de Franco y tres en la democracia. Aunque unos tenían más aciertos y otros menos, todos tenían una intención: la de favorecer la formación del alumnado. Creo que, con todos sus defectos, la Logse ha sido el que más impulso ha dado a la enseñanza española y, sobre todo, a la formación profesional (FP). A partir de la Logse, la formación profesional cambió mucho... a mejor.

¿Ha dejado de ser la FP la hermanita pobre del sistema educativo?

En el fondo, sigue siéndolo. Las preferencias del alumnado siguen siendo los estudios universitarios. Pero la formación profesional ha cogido una entidad y una personalidad más grande que la que tenía entonces. Ya tiene más fuerza y más auge, sobre todo en determinados estudios, como los de informática, de construcción y obras o de electrónica moderna.

El veterano profesor, junto a un busto de Azarquiel Luna Revenga

¿Por qué padres y alumnos siguen decantándose por la universidad?

Creo que es una corriente que tiene que ver con el propio país, con la propia sociedad española y con su desarrollo. En España no hay demasiada industria, por lo que no hay el espíritu de formación profesional de otros países muchos más industriales. Si nos fijamos en España, en el País Vasco se tiene mucha mejor opinión de la formación profesional que en el sur o en el centro de la Península. Las sociedades agrícolas o las de servicio normalmente no consideran la formación profesional; todo lo que es trabajo manual lo ven un poco desechable. Y la ilusión de esos padres es que su niño tiene que ser abogado, o bien ingeniero o bien médico. Eso de trabajar con las manos no es una cosa que entre a los padres claramente por los ojos. Eso era muy exagerado en los años 60 y 70, hoy muchos menos. Ya hay muchos padres que se dan cuenta de que optar por la formación profesional no es ninguna tontería. Además, ahora tiene una conexión bastante potente con los estudios universitarios.

Vistos los resultados en Cataluña y con la experiencia como docente que tiene, ¿dar las competencias en educación a las comunidades autónomas fue una concesión positiva?

No. Estamos viendo una juventud en Cataluña que odia España, y no la odia porque España esté haciendo algo malo contra Cataluña, todo lo contrario. Siempre se le ha dado todo lo que se ha podido. A esa gente, desde niños, se les ha inculcado unas ideas totalmente contrarias a España. Y de eso la culpa la tuvieron los gobiernos españoles, que permitieron que se alterase completamente el currículo de la enseñanza y no se atrevieron a entrar a saco sobre eso, que iba a traer las consecuencias que ahora vemos. Claro, ahora tienes dos o tres millones de catalanes, sobre todo los de edades comprendidas entre los 20 y 35 años, que odian España. Y hay que reconocerlo.

Gran aficionado al cine desde niño. ¿quién le metió ese veneno en vena?

Desde muy pequeñito acompañaba al cine a mi madre, que le gustaba mucho. La pasión por el cine me vino, en realidad, en la Universidad Laboral de Córdoba, donde estudié con los dominicos. Allí había un sacerdote, el padre Befort, a quien le gustaba. Cuando se proyectaba cine en la Universidad Laboral los domingos, él repartía octavillas y fichas técnicas para que supiésemos lo más posible de esa película. Eso me influyó bastante y me hizo que allí mismo, con la ayuda de otros compañeros de estudios, fundásemos el cineclub de la universidad. Ya partir de ahí, pues ver, ver y ver cine .

Es defensor del cine en versión oricinal, ¿alguna consideración sobre el plurilingüismo en los centros educativos de la región?

Es fundamental, necesario en el mundo actual. Los centros de enseñanza que no desarrollen idiomas están quitando posibilidades a los alumnos. En cuanto a la versión original de las películas, indudablemente sirve para aprender idiomas. Pero sobre todo para que oigamos a los actores, que algunas veces son absolutamente magníficos con sus auténticas voces.

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