«El Alcázar de Toledo está viviendo su edad de oro»
Entrevista a Juan Sánchez, director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, que cumple 18 años este domingo ocupando las dos últimas plantas del histórico edificio
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Algo tendrá Juan Sánchez Sánchez (Toledo, 1952) cuando hace cuatro años el Gobierno de María Dolores de Cospedal (PP) le puso al frente de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, a pesar de haber sido un alto cargo con el PSOE. Y ahí sigue, en las últimas plantas del Alcázar de Toledo, el histórico edificio que comparte con el Museo del Ejército. Sin embargo, a Juan le queda menos de once meses en la dirección de la biblioteca, que cumple hoy 18 años, ya que se jubilará el 6 de septiembre de 2017. Y no hay marcha atrás, como ya se lo ha advertido su mujer.
—¿Por qué el Alcázar se convirtió en la sede de la Biblioteca de Castilla-La Mancha?
—Había una necesidad, porque la biblioteca del Miradero tenía muchos problemas de espacio, y había un debate sobre el uso del Alcázar. El Gobierno regional propuso que fuese una biblioteca; primero, todo el edificio, y luego hubo que concretarlo en la última planta. Afortunadamente, el Alcázar hoy es un gran centro de cultura.
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—¿A quiénes hay que agradecérselo?
—Es una labor de equipo; desde luego, al Gobierno de Castilla-La Mancha. Este proyecto se empieza en 1984 y hasta 1998 no se hace realidad. Hay dos hombres fundamentalmente básicos, que fueron José Bono y José María Barreda. Y Peridis hizo un gran proyecto arquitectónico. Yo colaboré, humildemente, todo lo que pude en el proyecto técnico con el fin de que no dividiesen las colecciones. Es verdad que hubo un convenio con el Gobierno de España, pero realmente si el Gobierno de Castilla-La Mancha no hubiese tenido claro este proyecto, no habría salido adelante.
—Le pueden acusar de seguidismo.
—Yo elaboré el primer proyecto para la utilización del Alcázar, en el año 84-85, y mantuve una postura crítica que recogió ABC en su portada: «El jefe del Servicio de Bibliotecas se manifiesta en contra de la división de la biblioteca». Para mí, era prioritario reconquistar el Alcázar para la cultura, pero no para hacer un proyecto de atomización (división) de la biblioteca. Hemos mantenido que la pública del Estado y la regional fuesen un único centro. Fue uno de los grandes aciertos del Gobierno de Castilla-La Mancha. Se logró convencer a los ministerios para que hubiese más metros cuadrados. Además, apoyó mucho la sociedad civil, especialmente la de Toledo, para que la biblioteca estuviese en el Alcázar.
—¿Fue una buena decisión colocar la biblioteca en las últimas plantas?
—Dicen que las bibliotecas tienen que estar en planta baja, a pie de calle, y estoy de acuerdo con ello. Sin embargo, esta hubo que hacerla a pie de cielo y fue una buena decisión, porque al final lo importante es que las bibliotecas sean accesibles a los ciudadanos.
—Después de 18 años, ¿hay personas que siguen viendo el Alcázar como un símbolo de la Guerra Civil?
—Se ve como un símbolo de paz y un centro cultural. El Alcázar era símbolo de la guerra fratricida, que es la peor de las guerras. Recuerdo una visita antes de la inauguración de la biblioteca en la que acompañé a miembros numerarios de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Algunos se habían manifestado en contra, pero cuando vieron el proyecto se pusieron de parte de la biblioteca. Ahora el Alcázar está atravesando su edad de oro; es un símbolo de cultura, de paz, de encuentro y, sobre todo, porque nunca antes 600.000 ciudadanos van cada año al Alcázar. Exactamente, el año pasado 315.000 fueron a la biblioteca y otros 300.000 al Museo del Ejército. Personas que van libremente a un centro de cultura, y ese es el gran fruto y la gran lección. El Alcázar está lleno de libros, de vida, de debate, de encuentro, de convivencia y de personas que van allí sin ningún tipo de barreras.
—¿Qué es esta biblioteca para usted?
—Es la demostración de que las bibliotecas hacen falta en la sociedad. Tienen que trabajar en complicidad con los ciudadanos y tienen que estar, como todo servicio público, al servicio de ellos. Esta biblioteca es del Gobierno de Castilla-La Mancha, pero yo diría que este centro es para y de los ciudadanos, que la pagan con sus impuestos.
«¡Yo no tengo llave de la biblioteca! Me gustaría muchas veces encerrarme en los depósitos para leer sus libros»
—¿Cómo lidia la falta de subvenciones?
—El recorte en bibliotecas es dramático, pero no ha afectado tanto a nuestra biblioteca. Lo más importante en una biblioteca es el personal y, afortunadamente, tenemos una plantilla muy consolidada. En cuanto a las adquisiciones bibliográficas, sí hemos sufrido un recorte muy importante:en 2010 teníamos de presupuesto 240.000 euros y ahora es de 50.000. Tenemos muy pocos recursos económicos para actividades, con un presupuesto de 20.000 euros, pero hacemos 1.500 actividades. Esto quiere decir que las bibliotecas son baratas, pero porque tenemos una plantilla que le echa mucho ingenio y que trabaja con los ciudadanos. El 90 por ciento de las actividades que se organizan cuestan cero euros. Yo les digo:«Venid a devolver a la sociedad aquello que la sociedad os ha dado». Y no cobran por pronunciar una conferencia. No obstante, los recortes son muy duros porque han afectado a toda la red de bibliotecas, ya que el Gobierno de Castilla-La Mancha hace cinco años que no concede ayuda a las bibliotecas para contratar personal, comprar libros y nuevas inversiones. Sin embargo, hay que seguir creyendo. Las bibliotecas públicas tienen que estar en la agenda de este gobierno y de los demás gobiernos. Este no es un problema de Castilla-La Mancha, sino de España. Ha vivido recortes pero no tan brutales como se han producido en las bibliotecas.
—¿Ha pasado alguna noche dentro de la biblioteca?
—He tenido la tentación, pero es un edificio complejo, militar, con mucha seguridad. ¡Yo no tengo llave de la biblioteca! Me gustaría muchas veces encerrarme en los depósitos para leer sus libros.
—¿Cuál se llevaría a casa?
—No tengo sitio. Cuento con una gran biblioteca personal, compuesta por unos 10.000 libros, en otra casa porque la mía de Toledo es pequeñita. La parte más importante voy a donarla a la Biblioteca de Castilla-La Mancha y a otros centros. Ahora, cuando me regalan un libro, no sé dónde ponerlo.
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