El inexplicable enfado de los separatistas con el Rey
Han abucheado y pitado a Don Felipe y al himno, han retirado el busto de Don Juan Carlos, gritan vivas a la República y a la independencia de Cataluña, y ahora están dolidos porque el Monarca se ha limitado a cumplir la ley y no ha tenido la deferencia de recibir a la presidenta del Parlamento autonómico
Don Felipe es el primer Rey de la España reciente que habla catalán -y no solo en los discursos, también lo improvisa-. Desde su proclamación ha viajado a Cataluña una veintena de veces, pero durante los años que fue Príncipe de Asturias esa era la Comunidad autónoma que visitaba más veces. No escatima mensajes de afecto y admiración a Cataluña ni pierde ocasión para intentar reconstruir la convivencia entre los catalanes , también entre las familias catalanas, por encima de las diferencias políticas.
Sin embargo, en esta tierra que le es tan querida y que tan unida está a sus antepasados -es Conde de Barcelona- el Rey ha sufrido ataques por parte de los separatistas más radicales. Don Felipe ha sido abucheado en el Liceo de Barcelona. Ha presenciado cómo se pitaba al himno nacional en el Camp Nou. Un empresario le llegó a retirarle el saludo en el Congreso Mundial del Móvil. Ha visto cómo se retiraba y maltrataba el busto de su padre, Don Juan Carlos, en el Ayuntamiento de Barcelona, cómo se tapaba el retrato del Rey en el Parlamento autonómico y cómo se quemaban las fotos de sus padres.
Ha oído el grito con el que la nueva presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, cerraba su primer discurso: «¡Viva la República catalana!» . Y ha escuchado al nuevo presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, prometer el cargo sin aludir a la promesa o juramento de «lealtad al Rey y a la Constitución» que es preceptiva según se establece en el la Ley Orgánica de Régimen Electoral General.
Pero lo más llamativo de todo es que, después de recibir todos esos ataques y gestos hostiles, los separatistas se han enfadado ahora porque el Rey -el mismo al que abucheaban- no ha tenido la deferencia de recibir en audiencia a la presidenta del Parlamento autonómico. No tenía por qué hacerlo y Don Felipe se limitó a cumplir lo que establece la Constitución, que es lo mismo para todas las Comunidades autónomas: que envíen por escrito el documento oficial que acredita a un presidente para su investidura.
Extraña vara de medir la de los separatistas catalanes.