Los gestos de Puigdemont en la cena con el Rey

Recibió a Don Felipe a pie de coche y empezó su discurso con un «Majestat»

Carles Puigdemont recibe a Don Felipe a pie de coche en la puerta del Teatro del Liceo de Barcelona EFE

A. MARTÍNEZ-FORNÉS / A. GUBERN

La escenificación de la cordialidad institucional. Ese podría ser el título de la obra que las nuevas autoridades separatistas catalanas escenificaron durante casi tres horas la noche del pasado domingo en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona durante la cena que presidió el Rey con motivo del Congreso Mundial del Móvil.

Los gestos que se vieron esa noche nada tenían que ver con los desencuentros ni con los desplantes y reproches de las últimas semanas. Más bien fue un paso atrás . Don Felipe, curtido en este tipo de situaciones, aprovechó la tribuna y la ocasión para marcar el «buen tono» de la cena y el rumbo a seguir. «Este es el camino para garantizar la prosperidad de todos : trabajar juntos teniendo siempre como fin el bien común», afirmó.

No hubo gestos de contrariedad, sino todo lo contrario. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, interpretó a la perfección el papel de hospitalario anfitrión , como hacía ante Don Felipe en sus tiempos de alcalde de Gerona. Cuando vio que se aproximaba el vehículo del Rey, con banderín carmesí, Puigdemont corrió a la acera para recibir a su invitado a pie de coche.

Era la primera vez que el Monarca y el político se veían las caras desde que el nuevo presidente de la Generalitat asumió el cargo sin prometer ni jurar «lealtad al Rey y a la Constitución», como es preceptivo.Mientras se contemplaba la escena del saludo, se oían algunos «¡Vivas!» al Rey procedentes del público que aguardaba frente al Liceo, aunque fueron más sonoras las ovaciones que Don Felipe recibió casi tres horas después, a la salida del teatro.

La presencia de Forcadell

En la misma puerta del Liceo, aguardaba al Monarca la nueva presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, que semanas atrás había reprochado agriamente a Zarzuela que el Rey no la hubiera recibido personalmente para entregarle el nombramiento oficial de Puigdemont, aunque ella nunca llegó a pedir audiencia. Simplemente se le indicó cómo debía enviarlo por escrito, que es lo que la ley establece para todos los presidentes autonómicos.

Don Felipe y Forcadell no se conocían en persona , pero cuando el Rey la vio en la puerta del teatro, no dudo en estrechar de manera enérgica la mano de la presidenta del Parlament. Aunque Forcadell había mostrado su disposición a explicar al Rey la situación política a lo largo de la cena, lo cierto es que, por falta de oportunidad o por prudencia, eso no sucedió.

También la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aguardaba al Rey en la puerta del teatro con toda naturalidad institucional. Don Felipe ya tuvo oportunidad de conocerla antes. En concreto, la mañana del 23 de julio, cuando entregó los despachos a los nuevos jueces en Barcelona. Esa misma tarde Colau ordenó retirar el busto de Don Juan Carlos del salón de Plenos del Ayuntamiento.

«Selfies» con japoneses

Una vez dentro del Liceo, el Rey pasó al salón de los Espejos, donde compartió un cava durante quince minutos con las autoridades y los organizadores extranjeros del Congreso Mundial del Móvil. Tanto Puigdemont como Forcadell mantuvieron entonces una breve conversación con Don Felipe, pero no tuvieron ocasión de hacer «un aparte», ya que algunos de los 160 invitados, y muy especialmente los japoneses, se acercaron para saludar al Rey y hacerse «selfies» con él. Don Felipe también coincidió con el consejero de Empleo, Jordi Baget, y con Raül Romeva, que accedió a ponerse corbata para asistir a la cena, una prenda muy poco habitual en él.

Tras el aperitivo, los invitados pasaron al comedor, instalado en el «foyer» del teatro. Don Felipe tenía a Puigdemont sentado a su derecha y al presidente del Congreso Mundial del Móvil, Mats Ganryd, a su izquierda. Enfrente, se encontraba el ministro de Industria, José Manuel Soría, flanqueado por Colau y Forcadell, pero la mesa era demasiado ancha para mantener una conversación cruzada. Entre los invitados, también estaba José Luis Bonet, presidente de la Cámara de Comercio de España y de Freixenet.

Sin alusiones políticas

Según testigos presenciales, Puigdemont se mostró más deferente con el Rey que su predecesor, Artur Mas, en los últimos tiempos. Como exigían las circunstancias, el nuevo presidente de la Generalitat pronunció un discurso sin alusiones políticas y lo empezó con un «Majestat» , a pesar de que en el texto que la Generalitat distribuyó a la prensa ponía «Alteza Real».

Tras la cena, hacia las 22.20 horas, el Rey abandonó el Liceo y regresó a Madrid, donde ayer tenía programadas audiencias militares. Esa fue la razón, según Zarzuela, por la que no se quedó a inaugurar el Congreso junto al ministro de Industria y las autoridades catalanas. Durante la apertura de la feria, Soria señaló que la cena se había celebrado en un clima de «relación institucional absolutamente adecuado». «El que se esperaba», concluyó.

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