Santiago Díaz Bravo - Confieso que he pensado

Un callejón sin salida

El aberrante sistema electoral que sufre el archipiélago es su principal baluarte

Santiago Díaz Bravo

Las recientes elecciones generales han supuesto una suerte de hecatombe matemática en la política de las islas, donde definitivamente se han puesto de manifiesto las carencias del vigente sistema electoral en lo que respecta a la conformación del Parlamento autonómico. El abismo entre lo que los ciudadanos quieren y lo que los ciudadanos reciben en forma de representación parlamentaria provoca el sonrojo de cualquier defensor de los valores democráticos. Pero la historia no ha acabado ahí. Si, como parece posible, se celebrasen unas nuevas elecciones a Cortes en pocos meses y, como también parece posible, los partidos con implantación nacional reforzaran su posición en Canarias, la amoralidad del actual reparto de escaños en la cámara legislativa regional se tornaría en absurdamente descarada .

Pero probablemente fuese la propia reafirmación de la existencia de un sistema electoral injusto lo que protegiese a dicho sistema de modificación alguna. Los nacionalistas saben de sobra que su existencia depende de tal dislate matemático, que sin él no hubieran llegado a donde han llegado, es decir, a gobernar legislatura tras legislatura sin concitar el apoyo mayoritario de los votantes, y también saben que en el caso de ceder ante quienes, guiados por el sentido común y la justicia, exigen una reforma en profundidad, su futuro quedaría en entredicho.

Si en unas hipotéticas generales los nacionalistas obtuvieran la exigua representación que lograron el pasado día 20; si llegaran, incluso, a perder dicha representación a favor de cualquier otra de las formaciones que concurriesen a los comicios, la única opción que les quedaría sería defender a capa y espada el actual estado de cosas. Igual que ahora, pero acaso con mayor intensidad y descartando a boca llena cualquier hipotético cambio.

Los argumentos serán los mismos de siempre, esto es, el mismo soniquete para justificar un trato diferente a los ciudadanos de las distintas islas y pervertir la lógica que debe imperar en cualquier modelo de representación.

La lógica que prevalecerá, cómo no, será la de la supervivencia política, la de aferrarse al poder por todos los medios, porque el poder por el poder es el único fin , y la democracia poco más que una excusa que permite lograrlo.

Por ello, suponer que los nacionalistas van a rendirse a la evidencia, que van a acabar por plegarse a una realidad que hace tiempo les superó, se queda en el terreno de la utopía. El aberrante sistema electoral que sufre el archipiélago es su principal baluarte político , lo único que les permite hacer frente al creciente desapego de los ciudadanos hacia una opción política que, a decir verdad, casi nunca se ha merecido lo que ha obtenido.

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