Manuel Marín - Análisis

La sonrisa borrada de Sánchez

Manuel Marín

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Cuando Sánchez anuncia que si consigue gobernar se someterá a una cuestión de confianza en dos años, alienta un sentimiento de derrota preventiva. Transmite la sensación resignada de aquel maletilla en busca de oportunidades al que están a punto de arrebatar la muleta por la fuerza sin haber dado un solo pase. A priori, Sánchez solo tiene una opción de gobernar: la de superar en votos y escaños a Podemos y que además esa alianza sume. Por eso, en esta segunda vuelta el PSOE no puede incurrir en los mismos errores del 20-D. Ahora ha identificado a Iglesias como el rival preferente asumiendo que es tan relevante optar al poder como asegurar la supervivencia del PSOE; ha recurrido a la «vieja guardia» para suavizar las críticas internas; y se ha comprometido a garantizar que no haya elecciones por tercera vez. Triple acierto.

Sin embargo, Sánchez es pertinaz en otros errores más sutiles. La indefinición que le obliga a hacer funambulismo en su relación de amor-odio con Podemos está empujando al PSOE a incurrir en un cúmulo de contradicciones. La coherencia no es su fuerte. Ayer, Josep Borrell concedió a un Gobierno formado por el PSOE y Podemos la misma validez que le había negado Meritxell Batet asegurando que no ve a Iglesias de vicepresidente. La ambigüedad es peligrosa para todos los partidos, pero este PSOE recluido en un cubo de cristal se comprometió a resolver el sudoku del poder antes de ir a las urnas, y no lo está haciendo. Si queda segundo, ofrecerá a Iglesias y al magma de partidos resentidos con el PP el «Pacto del desalojo». Por eso Borrell sostiene que la democracia no pertenece al partido más votado, sino al que más escaños une.

Pero si queda tercero, nadie en el PSOE se plantea convertir a Iglesias en presidente. Descartada también la gran coalición, parece que Sánchez maneja realmente abstenerse para permitir un gobierno en minoría del PP. Si es así, ¿por qué lo oculta? La insinuación ambivalente, las medias verdades y los compromisos sinuosos ya han penalizado al PSOE tanto como el populismo. ¿No entiende que Iglesias le borra la sonrisa por minutos?

La sonrisa borrada de Sánchez

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