Juan Fernández-Miranda - Análisis

«Ni la madre que lo parió»

El nuevo sanchismo consiste en ponerle una vela a Dios y otra al Diablo

Juan Fernández-Miranda

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La a frase más pronunciada ayer en los corrillos fue que este PSOE es «un partido nuevo». Lo decían unos, los ganadores de las primarias, porque todo el mundo sabe que en el PSOE manda Sánchez. Y lo decían los otros, los perdedores de las primarias, aguantando estoicamente conscientes de que van a pasar unos años en barbecho. La integración no fue tal, luego hubo purga.

Si lo del «partido nuevo» fuera frase de Alfonso Guerra lo habría dicho así: «Este partido no lo va a reconocer ni la madre que lo parió». Y así es: el PSOE será lo que Pedro Sánchez quiera que sea o no será. Pero cuidado que «nuevo» no es sinónimo de «bueno» y armar un partido requiere de tiempo.

Casualmente, o no, Guerra irrumpió ayer en el congreso socialista. No lo hizo en persona, sino a través de un artículo periodístico para reclamar la aplicación del artículo 155 ante el desafío independentista. Justo el día en el que el sanchismo propone y su PSOE aprueba por primera vez en su historia la plurinacionalidad del Estado. Sánchez quiere poner en práctica un funambulismo capaz de conjugar la nación de naciones con el artículo 2 de la Constitución, lo que supone dar un paso más de la ambigua declaración de Granada pero consagra la equidistancia socialista incapaz de resolver este debate. Conviene recordarle que por ahí empezó la debacle socialista.

Ayer en el «partido nuevo» 165 delegados votaron a favor de la plurinacionalidad en la comisión que debatía la ponencia política, mientras 41 lo hacían en contra. Sánchez emprende la senda plurinacional sin saber a dónde conduce, pero todos sabemos que ese camino ya lo desbrozó Podemos y empezar a recorrerlo huele a seguidismo. En paralelo, el nuevo PSOE apoya a Rajoy en la estrategia frente al desafío soberanista. ¿Consiste la estrategia de Sánchez en neutralizar a Podemos poniendo una vela a Dios y otra al Diablo?

Sea lo que sea el PSOE le va a consagrar hoy por aclamación en un congreso aburrido en los nombramientos y unidireccional en lo ideológico. En su equipo saben que su éxito pasa por robarle dos docenas de escaños a Podemos en las próximas elecciones generales, que no serán antes del 19 y no es descabellado que se metan en el 20: ni mociones de censura dentro de tres meses ni pactos imposibles con independentistas. Una legislatura larga para armar un proyecto de izquierda moderada que sitúe el número de escaños del PSOE más cerca del PP que de Podemos.

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