Salvador Sostres - Todo irá bien

La desolación

Salvador Sostres

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Jordi Pujol fue para muchos catalanes un referente político que iba más allá de la ideología y representaba un compromiso ético y moral, con Cataluña, con la sociedad, con el trabajo y con la familia. Más que un presidente, Pujol fue el modo de vivir de millones de catalanes que le confiaron su destino durante 23 años.

Por eso todo se vino abajo con especial desolación tal día como ayer de hace dos años, cuando el líder explicó que había ocultado una herencia en Suiza. El catalanismo se rompió y sangraron por la herida tantos años de fe ciega. Todo se puso en duda, antiguos rumores sobre la honorabilidad de sus hijos se volvieron creíbles, y el país entero se revolvió en una enmienda a la totalidad no sólo a Pujol, sino a su familia. En algunos casos, perfectamente justa. En otros, exagerada por los medios y por los jueces teatreros. Pero lo sustancial es que en el centro del derrumbe estaban los pies de barro de quien siempre nos había dado lecciones y cuando fuimos a reclamárselas no pudo sostenerlas con su vida.

Convergencia perdió la supremacía y el liderazgo moral de la política catalana, el nacionalismo quedó expuesto por su lado más cínico y perdió su prestigio como defensor de los intereses del país, para conceder credibilidad a los que le acusaban de «envolver la senyera con la bandera». Pero el daño que hizo la confesión de Pujol fue también terrible para sus detractores, especialmente del sector periodístico, que se habían pasado 23 años vigilándole, escrutándole, medio acusándole pero sin ser capaces de demostrar absolutamente nada; y que sólo fueron capaces de enterarse de algo de lo que inútilmente buscaron cuando el propio Pujol bajó a explicárselo.

Sin embargo, dos años más tarde , hay dos constataciones que no disculpan el fraude pero resitúan al personaje político al lugar que le corresponde. La primera es que Pujol, que fue el primer político catalán netamente independentista, renunció siempre al independentismo como formulación política, por creer que no llevaba a ninguna parte. El estrepitoso fracaso del proceso iniciado por Mas le está dando la razón .

La segunda es que ningún político catalán, y muy pocos en el conjunto España, han demostrado su altura política y su sentido de Estado. Él supo pactar con socialistas y populares , y asegurar gobiernos prósperos y estables, hallando un equilibrio entre la lealtad y las compensaciones. Hoy resbalamos estupefactos hacia unas terceras elecciones.

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