El Gobierno se «humaniza» contra reloj: de baños en el río a bailes en televisión
Busca escenarios más informales para exhibir optimismo tras dejar atrás lo peor de la crisis económica
El baile de Soraya Sáenz de Santamaría en un programa de televisión habría sido imposible hace dos o tres años. Si los españoles, en plena ola de recortes y sacudidos por lo peor de la crisis, hubieran visto entonces a un miembro del Gobierno en semejante situación, seguramente no se lo habrían perdonado .
Pero España ha cambiado, ya no es la misma que en 2011, o al menos ese es el mensaje que quiere transmitir el Gobierno: la recuperación ya está aquí, el país está a la cabeza del crecimiento en la UE, el horizonte es prometedor y el optimismo se tiene que notar.
El baile de la vicepresidenta solo es un detalle, pero significativo, de la nueva «comunicación» que se ha puesto en marcha desde La Moncloa para conectar más con la calle, con los ciudadanos. La pregunta es si esta estrategia no llega tarde, si a estas alturas resulta creíble y si será suficiente para recuperar el terreno perdido. Las opiniones, entre los expertos consultados por ABC, están divididas.
«Tenemos un problema de comunicación». Ha sido un mantra a lo largo de la legislatura, dentro del Gobierno y en el PP. En La Moncloa se reconoce que en la primera parte del mandato de Rajoy se adquirieron hábitos «nocivos» , un alejamiento de los medios y de los ciudadanos, con un Ejecutivo centrado en la gestión, sin aditivos ni aderezos. La realidad era muy dura, y comunicar bien cuando se estaban aprobando recortes y ajustes era de todo menos sencillo.
El Gobierno, pues, optó por hacer y no exponerse demasiado, a la espera de que los resultados hablasen por sí mismos. ¿Fue un error? Los expertos coinciden: sí. Cuando vienen duras hay que comunicar más que nunca, y no alejarse de los medios, y por tanto de los ciudadanos. Carlos Barrera , profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra, cree que al Gobierno le ha importado muy poco la comunicación durante la legislatura, y ahora ha reaccionado por la cercanía de las elecciones, y eso quita siempre credibilidad.
También Daniel Ureña , consultor político, cree que el Gobierno debía haber empezado mucho antes a «comunicar» su gestión, «explicando los porqués y el proyecto» que había detrás. En cambio, los españoles encontraron un Rajoy «encorsetado» en los momentos más difíciles, alejado de la calle. «Ahora hay una estrategia para humanizarlo», pero quizá llegue tarde.
María José Canel es catedrática en Comunicación Política en la Universidad Complutense. A su juicio, el PP, al contrario que el PSOE, siempre ha prestado más atención a los «hechos» que al mensaje. Rajoy se centra en resolver los problemas, «y ya comunicaré después», pero cuando tienes hechos y no los acompañas de un mensaje y estableces un diálogo con los ciudadanos, es difícil que se valoren por sí mismos. Por eso, siempre buscaba escenarios técnicos, donde ceñirse a los hechos y nada más. Es ahora cuando está dando paso a otros más informales, que son más inseguros porque se puede descontrolar el mensaje, pero a la vez te acercan a los ciudadanos. En su opinión, en las próximas elecciones la motivación principal será el voto económico , porque el de castigo ya se amortizó el 24-M. Por eso ve acertado mantener el mensaje de recuperación.
Para David Sarias , profesor de la Universidad San Pablo CEU, Rajoy «comunica» que hay recuperación económica. «Vale, pero ¿qué más? El problema es que no hay nada más. Todo va mejor, fenómeno. ¿Y qué hacemos con ello ahora? Ahí es donde está el fallo. No se sabe cuál es su proyecto, ni antes ni ahora».
La imagen más deprimente
Hay una imagen que marcó un punto de inflexión en la comunicación del Gobierno. Muchos la recordarán: una rueda de prensa casi fúnebre, con la vicepresidenta flanqueada por los ministros Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, todos dibujando un panorama deprimente para España. Era abril de 2013, y el paro superaba los seis millones de personas. Se tocó fondo, pero lo cierto es que el horizonte se trazó tan negro que cualquier buena noticia desde entonces se explotó como síntoma de recuperación.
Habría que esperar al bajón del PP en las elecciones europeas («el primer aviso», que diría Aznar), y sobre todo a las andaluzas en marzo de 2015 y a las municipales y autonómicas de mayo, todo un jarro de agua fría pese a la buena marcha de la economía, para que el Gobierno reaccionara en su comunicación.
Los cambios se han notado en los últimos meses: agendas públicas más intensas, contacto con los medios casi continuo, más apertura a los ciudadanos, rápida reacción ante cualquier polémica y una imagen de todos, desde el presidente hasta el último ministro, menos dura, más simpática, «más amable», según admiten en La Moncloa.
La crisis del ébola, en el verano de 2014, hizo sonar todas las alarmas por la pésima gestión comunicativa de la exministra Ana Mato. Rajoy cortó por lo sano y encargó a la vicepresidenta que se hiciera cargo del problema. Desde entonces, Sáenz de Santamaría se ha puesto al frente de equipos de crisis en asuntos como el siniestro del avión de Germanwings o, más recientemente, con los refugiados. La fórmula es efectiva : gabinete de crisis, información permanente, medidas inmediatas, colaboración con los sectores afectados y mucha transparencia.
Rajoy bajó al barro de la comunicación definitivamente después de la pérdida de poder territorial el 24-M. Había que competir en el terreno donde los emergentes se mueven como pez en el agua. Más calle, más televisión, más redes sociales, más participación y más renovación. Puso a Pablo Casado al frente de la comunicación del partido y multiplicó su presencia en los medios, al mismo tiempo que empezaba a dejarse ver en restaurantes, paseos por la calle , bares e incluso dándose un baño en una charca este verano. La campaña había empezado.
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