Sin Rastro

Más de diez mil días sin Angustias, la niña que salió a bailar

Después de despedirse de su madre aquel 24 de mayo de 1987, la joven no llegó a encontrarse con sus amigos en El Carmelo

Más de diez mil días sin Angustias, la niña que salió a bailar ABC

Isabel Miranda

Más de diez mil días han pasado desde el domingo en que ‘Angustitas’, como le decía su madre, saliera de casa y no volviera a entrar. Llevaba 400 pesetas en el bolsillo y tan solo 14 años a la espalda.

—Vuelve a las nueve.

—A las nueve y media, mamá.

Pero Angustias no volvió ni a esa hora ni a ninguna.

La niña había quedado con sus primas y algunas amigas. Iban a Roxy , como era habitual, una discoteca para menores a la que acudían con frecuencia los jóvenes del barrio barcelonés El Carmelo. El local abría todos los días, desde las 17 horas hasta la medianoche.

Después de despedirse de su madre aquel 24 de mayo de 1987, Angustias ni llegó al local ni volvió a casa. Se esfumó en ese corto recorrido, pero hasta que se hizo de noche nadie se dio cuenta de su ausencia. El grupo que iba a dirigirse a Roxy no echó en falta a Angustias, que llevaba tan solo un par de meses yendo con ellos. Quedaban de manera informal. «Pensamos que quizá no la habían dejado salir», relata Nuria, quien entonces tenía 17 años. Fue su amiga Hortensia la que fue a buscar a Angustias más tarde. Cuando se dieron cuenta de que no estaba. Pronto se extendió por el barrio la incógnita sobre su paradero, pero nadie había visto a la pequeña de ojos rasgados y ropa «tejana».

«De ella se cuentan muchas versiones : que si la raptaron, que si se fue con un hombre mayor, que si trabajaba en un club... Quien conoció a los padres como yo los conocí solo puede decir que eran una familia gitana pero honrada, sobre todo la madre», escribe por Facebook otro amigo de la familia.

Hoy la Policía Nacional sigue llevando el caso del que durante todos estos años no ha trascendido nada. «Ni siquiera vino nadie a preguntarnos nada», recuerda Nuria, quien explica que nadie en el barrio podía entenderlo. «Es una desaparición a la que no le encuentras lógica».

Hace tres años que su madre, Angustias Fernández, murió sin llegar a ver a su hija, pero sin haber perdido la esperanza. Ya en una carta remitida en 1988 a «La Vanguardia», la mujer había relatado que creía que su hija seguía viva . «Por una sabia que me ha echado las cartas, sé que no llegó a entrar en la discoteca. Se la llevaron a la fuerza, a mitad de camino. La sabia me dijo que ahora está por la costa, trabajando en bares de mujeres malas».

Hoy esa niña tendría más de 40 años y, aunque tanto su madre como su padre murieron años atrás preguntando por su hija, aún queda su hermano Manuel, su fotografía perenne en las páginas de desaparecidos y una pregunta en el aire: dónde está Angustias.

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