POLÍTICA
Alcaldía compartida: una medida salomónica para solventar el pacto municipal
Los pactos, a veces contra la naturaleza de los partidos, que se han formado para rotar al frente de municipios dos años y dos años son una fórmula cortoplacista, según los expertos, que no da rédito a la larga. «El problema es cómo se van a vender esas formaciones en 4 años»
Resultados de las elecciones municipales del 24 de mayo pasado en la capital balear, Palma de Mallorca . El PP es la fuerza más votada en la ciudad insular con 9 concejales , aunque pierde 8 desde los últimos comicios. Obtiene 40.188 votos . Por detrás, el PSOE, que obtiene 6 ediles, dejándose tres respecto al escrutinio de 2011, y MÉS-APIB y SOMPALMA son las siguientes dos formaciones, que empatan con 5. Ciudadanos, quinta fuerza, con cuatro ediles. En total, la suma de los partidos de izquierda podía arrebatar el gobierno del Consistorio a los populares.
Sábado 13 de junio. La ciudad de Palma de Mallorca asiste a la toma de posesión como alcalde de José Hila , el socialista que se mantendrá dos años en el poder y luego se lo cederá los dos años restantes a los ecosoberanistas. Compartirán la vara de mando, en una fórmula pactada entre PSIB-PSOE, MÉS y SOMPALMA, por la que se rotarán los dos primeros y el tercero bendice la unión a cambio de ostentar la portavocía del equipo municipal durante los cuatro años. ¿Es una fórmula nueva? ¿Original?
La respuesta es que esta iniciativa se lleva usando en los municipios pequeños desde hace años. Pero Palma , con Hila hasta el año 2017 y después Antoni Noguera , cabeza de lista de Més per Palma y quien dirigirá el Consistorio balear la parte final del mandato hasta 2019, estrena el cartel de las grandes capitales que hasta el momento no habían usado esta medida salomónica.
Son decenas los pueblos que ya lo hacían en anteriores legislaturas, repartidos por toda la geografía nacional. En Torrevieja, una ciudad con más de cien mil habitantes , un pacto a seis bandas (de 14 ediles) puso fin al mandato ininterrumpido del PP en el municipio valenciano, que se prolongaba ya durante 27 años. Los populares se quedaron el 24-M a dos concejales de obtener la mayoría absoluta y triplicaron los votos del actual alcalde. El bastón de mando se lo turnan, desde el sábado 13, Los Verdes y el PSPV. [Consulta aquí los datos de Torrevieja , el 24 de mayo pasado]
Tenemos la capital grande, Palma. El municipio medio, el alicantino. Y tercer ejemplo: Castelserás, en el Bajo Aragón turolense , donde a pesar de ganar la lista popular, los 71 votos del Partido Aragonés le han dado carta blanca a su regidora para comandar el municipio estos dos primeros años de la legislatura y después legarlo a la lista socialista hasta su conclusión. [Consulta aquí los datos de Castelserá s, el 24 de mayo pasado]
«Es un pacto político, no reglado»
Tres casos dispares, por envergadura del municipio a comandar y población censada, y una única fórmula de pacto. El politólogo y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Deusto Félix Arrieta detalla que esta medida no está contemplada en ninguna reglamentación ni ordenamiento electoral, que más bien su origen es de pacto político y no reglamentario. No viene «regulada explícitamente, se utiliza en base a acuerdos políticos sobre todo en capitales. En pueblos se ha visto más. Son acuerdos igualitarios bajo la base del consenso entre partidos. Siempre los hubo y habrá, pero las capitales son más significativas y esta vez han cobrado fuerza y popularidad, como en Palma de Mallorca». La razón estriba en que «las grandes ciudades tenían un ganador siempre más claro . La fórmula de gobierno en coalición ha sido hasta ahora la mayoritaria en el país -dice-. Donde no se pone en duda el liderazgo, no se había puesto esta posibilidad sobre la mesa de las grandes capitales o ciudades y el debate ha estado en los modelos de gestión».
El fundamento de esta iniciativa, explica Arrieta, es que «impera la lógica del acuerdo porque no existe preeminencia de ningún partido . Se adopta esta fórmula de gestión compartida , con el liderato cedido a media legislatura, que no viene en el ordenamiento legal. De este acuerdo bien entendido se registran dos derivadas: cierta sensación de desconcierto en la ciudadanía porque no se elige al alcalde sino a la lista, aunque en estas elecciones municipales sí hay cierta concepción personalista; y la otra, que la fórmula obedece a una buena gestión del pacto y a que el consenso es posible».
Comparan el caso al de un regidor elegido que abandona su cargo a mitad de ciclo
Continúa el experto vasco: «Todos tenemos la sensación muy personalista de lo que son los pactos en el sistema electoral, de que no se vota a una persona sino a una candidatura. Pero no estamos acostumbrados a estas músicas de referencias electorales. Son los propios partidos los que deberían abrir espacios que dificultasen estos pactos. Solo estableciendo las lógicas y dinámicas de más apertura en las listas y en los procesos electorales se evitaría ese malestar en la ciudadanía».
El profesor Arrieta compara el caso con otro, al que sí se ha habituado más el votante: «La rotación de la alcaldía genera una percepción parecida a cuando una lista presenta a un candidato y éste abandona a mitad de legislatura. Puede dejar su cargo porque se va, por un ascenso, por razones personales, como vimos la pasada legislatura en Madrid, con el tándem Ruiz-Gallardón-Ana Botella, que se impuso como alcaldesa por lógica legal, corre la lista y no pasa nada», pero el ciudadano no eligió a la ya exregidora de la capital en las urnas.
Arrieta prosigue concediendo que nuestro sistema electoral contempla como «legítima» esa medida , aunque la desventaja es la inquietud ciudadana que genera, así que su conclusión es que también es una fórmula que enseña que «se deben abrir listas y eliminar el control de partidos, ceder dicho control a la ciudadanía y profundizar en modelos de democracia más cercanos».
Por último, respecto a la ventura o lo contrario de estos pactos, el profesor no se atreve a adivinar si es una fórmula que operará bien en localidades como la mallorquina. Aún así, inquiere, «para la presente legislatura puede funcionar, pero... ¿cuál de las figuras sobrevive? ¿La primera en rotar o la última tiene ventaja? La respuesta es que tendrá que verse, pero no es un modelo exportable a medio ni a largo plazo», mantiene el profesor de la Universidad de Deusto, en Guipúzcoa.
Por su parte, una segunda voz especialista, Marta Rebolledo , profesora de Comunicación Política en la Universidad de Navarra, comenta que esta alternancia en el poder «puede ser positiva a la hora de empezar a hacer una política y saber negociar y dialogar, pero no es tan fácil». Sí que percibe que es una fórmula «un poco forzada». Avezada en la estrategia de partidos, esta experta afirma que aunque se estén juntando partidos que, en principio comparten ciertos puntos, «tienen diferentes sensibilidades; el PSOE de Baleares no es lo mismo que MÉS».
¿El voto, carta blanca para la alianza?
El problema les llegará -según Rebolledo- cuando pasen los cuatro años y tengan que volver a hacer campaña. « Se tendrán que plantear a largo plazo –algo que los partidos nunca hacen– cómo se van a "vender" o qué van a ofrecer a los ciudadanos cuando tengan que pedir su voto ». Así, esta «unión» que trata de arrinconar a la derecha por toda la geografía española se puede terminar volviendo en contra de los partidos aliados y que estos acaben perdiendo su identidad, porque, «¿a quién van a echar la culpa cuando sus vecinos le pidan responsabilidades?», se pregunta.
El votante puede plantearse si se utiliza su papeleta, dice la profesora Rebolledo
Además de la estrategia de cara a las elecciones, más a corto plazo también cabe plantearse las razones del partido para aliarse con formaciones que, en principio y según Rebolledo, lo que tienen en común es desalojar al PP, en este caso. «El ciudadano que, por ejemplo, ha votado al PSOE, se podría plantear por qué su partido interpreta que puede utilizar su papeleta para aliarse con MÉS o con formaciones afines a Podemos», afirma en relación a dichos pactos postelectorales. «Los partidos tienen que ver ahora cómo se explican y, por eso, creo que van a tener un trabajo difícil de cara al futuro tratando de diferenciarse y hacerse un hueco, porque el votante se va a sentir perdido », concluye.
Pero, ¿y si sale mal esta fórmula? Entonces, la responsabilidad caerá en las alianzas, que, en general, integran casi a la totalidad de los partidos de izquierda, y «por eso mismo es por lo que hay riesgos», colige Rebolledo. «La imagen negativa afectaría a todos», y la única alternativa sería la de los pocos partidos que han quedado esta legislatura en la oposición del gobierno, principalmente, los que se identifican con el ideario conservador.
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