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Esperanza la belga
Aguirre se escaqueó de los actos institucionales mañaneros en el Ayuntamiento de Madrid
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Esperanza Aguirre se presenta por Madrid, pero es una unidad de destino en lo universal. Ayer hasta fue un poco belga. Dice que es la única que va sin disfraz. Y lo dice vestida de chulapa. Claro que un traje regional, y más uno tan sencillo, no es un disfraz, pero parecía Magritte: esto no es un pipa. También parecía ese personaje de «Alicia en el país de las maravillas» que llama a las cosas como quiere. Antes de llegar a la pradera, fue a misa a la colegiata de San Isidro. Primera «mise en scène». Tardó media hora en recorrer los pocos metros que separaban la puerta de la iglesia y la del coche. Sus fans. Consiguió irse, vestirse de chulapa y encaminarse (en autobús) a la pradera. Poco antes había llegado al mismo sitio un coche fúnebre que tuvo que parar ante el corte de tráfico. «Vengo al tanatorio», le dijo a un policía. «Pero ¿qué trae? ¿Un muerto?». «No, vengo a cargar». Y lo mandó por otro lado. A Carmona le tocó la peor foto. El conductor de su coche de campaña fue a pararse justo al lado de una valla en la que se leía «Sólo entrada a tanatorio». Y detrás, su cara.
Aguardando a Esperanza había fans (muchos) y sus contrarios, como siempre que ha ido. Lo único que ha cambiado es que ahora abundan los tontos con palos de selfie. «Es este aparato que sujeta el móvil y nos podemos poner todos porque cabemos», le explicaba una señora a otra. Los contrarios de Aguirre pueden ir organizados con sus pancartas y sus panfletos o ser espontáneos. Así, mientras ella sube la cuesta, uno de estos, que también la sube, va diciéndole «¡Fuera, fuera, guarra, guarra!». Todo era en bis. Como lo de Bárcenas. Otra le gritaba: «Anda y que le dé un yuyu». Porque el anda y que te ondulen sólo se canta. De la cola que esperaba para el agua milagrosa (Carmena dijo que no le tiene mucha ley a San Isidro porque era un vago y todo se lo hacía el ángel), de esa cola, digo, se oyó cantar al paso de Aguirre: «Precaución, amigo conductor…». Y ella, subiendo la cuesta entre multitudes (los periodistas y su equipo son una muchedumbre y avanzan casi como una legión romana en tortuga). Ella, subiendo en las encuestas y pensando ya en multiplicar los planes y los peces.
Aguirre se escaqueó de los actos institucionales mañaneros en el Ayuntamiento de Madrid (para cuando no pueda escaquearse). Se excusó con que no tenía tiempo. Misa, pradera y toros en Las Ventas. La agenda del 15 de mayo la completaba cenando con Vargas Llosa, uno de los suyos. De los liberales. «¿En público?», pregunta una chica a quien le estaban contando lo de la cena. Y otra: «Esperanza es toda pública». Una de las primeras veces que se publicó que Aguirre vivía en un palacete en Malasaña, su marido frunció el ceño: «De toda la vida, once balcones a la calle han sido palacio, no palacete». Esperanza Aguirre tiene más balcones a la calle que su casa.
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